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#YoMeRío!: Tras los pasos de Carlos Balderas

La timidez de Carlos Balderas se percibe en el tono de su voz y en la manera en la que articula sus respuestas. Como los grandes deportistas, ese retraimiento desaparece en el momento en el que desarrolla su disciplina. En su caso, el cuadrilátero es la medicina que le activa y le saca el descaro que lleva dentro.

Con 19 años de edad, Balderas representa a todo un pueblo, a una comunidad que vive una época difícil, otra más en la historia de los movimientos migratorios en Estados Unidos. Es representante de primera generación mexicano-estadounidense, y se convirtió en el primer púgil que se clasificó para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en la modalidad de peso pluma sin necesidad de pasar las pruebas organizadas por EEUU. Sus éxitos pasados le avalaron con victorias internacionales por unanimidad. Balderas ya toca el sueño de varias generaciones anteriores y otras que están por venir.

Para muchos, su figura se comenzó a gestar en Tennessee durante el mes de diciembre de 2014, cuando venció cinco combates en cinco días. Gracias a ello, desde enero hasta junio de 2015, el joven natural de Santa María, California, compitió en siete países. Allí barrió a todo el que se le acercó y selló su pase a Río de Janeiro. Sin embargo, el personaje que ahora pugnará por una presea en los JJOO comenzó su andadura mucho antes incluso de nacer, cuando la identidad de su familia comenzó a forjarse en el país vecino, México.

Su padre, Zenón Balderas, su tío, David Balderas y su abuelo, David también, junto a sus esposas han sido claves en la ascensión de Carlos. El periplo familiar comenzó en los años setenta, cuando el patriarca de la familia intentó cruzar la frontera de mojado una y otra vez, hasta que finalmente lo consiguió. Cavó hoyos en la tierra para esconderse y la policía migratoria estadounidense se acostumbró a registrarle en sus archivos, lo hicieron más de cien veces. Los campos de fresas californianos fueron su próximo destino y el lugar donde trabajaría el resto de su vida laboral. David se dedicó a las labores en el campo hasta los 79 años de edad. Ahora disfruta de la parentela en el hogar compartido y vive con orgullo el éxito de su nieto. Se le saltan las lágrimas cuando recuerda que vendió su reloj para pagar algunos de los desplazamientos necesarios para los combates. "Es lo menos que podría hacer", argumenta.

Consciente de lo que su familia siempre ha hecho por él, Carlos, tiene entre ceja y ceja pagarles con creces los sacrificios realizados. Los niveles de pobreza en los que vivieron sus abuelos en Oaxaca fueron elevados y gracias a su dedicación pudieron permanecer en EEUU con la ayuda de la amnistía de la década de los ochenta. De la ilegalidad a la legalidad. Y a los campesinos les salieron varios hijos e hijas entre los que hay un sacerdote, otro maestro y el padre de Carlos, quien "apartó de la mala vida" al púgil y a su hermano José, también boxeador. La historia tiene todos los ingredientes necesarios para satisfacer los deseos periodísticos de cualquier reportero, sin embargo es necesario visitar Santa María para comprender a la familia Balderas, para vivir su hospitalidad y comprobar el arduo trabajo que hay detrás de uno de los seis representantes masculinos del Team USA en Río.

Carlos tiene la oportunidad de que su nombre quede grabado junto a otros púgiles históricos que llegaron a lo más alto del podio olímpico como Muhammad Ali, George Foreman, Sugar Ray, Floyd Mayweather u Óscar de la Hoya. Ese es su objetivo, el sueño que siempre persiguió y que anunció desde pequeño a compañeros de la escuela y profesores. Todavía se pasea por el instituto y los estudiantes le miran con admiración. Los maestros recuerdan lo rebelde que era en clase y el director no tiene más que palabras de elogio para lo que él considera como un estudiante modelo. No lo fue, pero hizo lo suficiente para finalizar su formación mínima y volcarse en el boxeo ayudado de Zenón (padreo) y David (tío), quienes se han encargado de entrenarle.

Se convierta o no en un referente al boxeo, Carlos seguirá siendo un joven que dará prioridad a la familia por encima de todo, que desayunará unos huevos revueltos y algo de beicon con un buen jugo de naranja a las 6 am y que dedicará el resto del día a entrenar para lograr su objetivo: ganar la medalla de oro para EEUU y la comunidad mexicano-estadounidense que representa, y tener los ingresos suficientes como para que los suyos vivan con tranquilidad.

La timidez de Balderas es inevitable, pero desaparece pronto. En lo que al cuadrilátero se refiere, su confianza es absoluta y mueve sus brazos con una velocidad que será clave para lograr ese éxito que tanto ansía.