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Wayne Gretzky, el mejor de todos los tiempos que patinó hacia los goles y la gloria

No todos los que leen estas palabras saben quizás que los Detroit Red Wings son el equipo más ganador en la historia de la NHL. O que Canadá es una potencia en hockey sobre hielo a la par con los grandes del fútbol mundial como Brasil y Argentina o Alemania e Italia. De hecho, quizás desconocen qué es la NHL o el hockey sobre hielo en su amplia totalidad.

Sin embargo, es bien probable que sí sepan o hayan escuchado en algún momento de Wayne Gretzky, ‘The Great One’. Y es por eso, en su singularidad, que Gretzky es el atleta más importante en la historia del deporte.

La evidencia a su favor es palpable, comenzando con el hecho de que Gretzky es por mucho el jugador más dominante en un deporte de equipos.

Poseedor de 40 récords en la NHL (National Hockey League por sus siglas en inglés), Greztky influyó el juego y tomó la batuta de Gordie Howe y Bobby Orr a principios de la década de los 80 para elevar la NHL y el hockey sobre hielo a niveles nunca antes vistos. Y lo hizo con gracia y estilo en un deporte reconocido por su rudeza, con instinto asesino en el hielo y liderazgo en el camerino.

A nivel de liga y a nivel internacional. En temporada regular o en los playoffs. La lista de récords de Gretzky es tan grande, que escoger sólo uno para recalcar parece misión imposible.

Quizás el más impresionante puede ser su total de asistencias, el cual se suma al total de goles para llegar a los puntos totales.

Gretzky se retiró con 2 mil 857 puntos, mil 963 de esos en asistencias, con lo cual lideraría la lista de puntos en solitario por 76 sobre el segundo lugar histórico (su ex compañero en los Oilers y Rangers, Mark Messier).

Con visión incomparable y un instinto que le permitía estar un paso al frente sobre sus rivales en el hielo, Gretzky también fue una máquina de hacer goles, liderando ese renglón con 894 tantos, 93 más que el segundo lugar histórico. Gretzky escribió su leyenda durante una de las épocas más especiales del deporte, cuando un boom internacional facilitó la entrada de jugadores de todas partes del mundo a la NHL, en esencia haciendo de la liga profesional de hockey la mejor y más completa de todo el mundo.

Piensen en algo similar a cómo los clubes de fútbol se refuerzan de jugadores extranjeros para competir en sus respectivas ligas. En otras palabras, todo lo conseguido por Gretzky fue ante la mejor competencia que el mundo tenía que ofrecer. Y ganó. Y dominó como nadie antes, durante o después ha dominado no sólo el hockey sobre hielo, sino cualquier deporte en general.

Gretzky fue un prodigio desde una temprana edad, cuando ya a los nueve años de edad su nombre sonaba en Canadá como futuro astro del deporte. A los 19 debutó en la NHL con los Edmonton Oilers, ganando el primero de sus nueve trofeos Hart Memorial, premios de Jugador Más Valioso (y sí, no leyeron mal, son nueve) y el primero de sus 11 títulos de anotaciones (luego premiado con el trofeo Art Ross).

Similar al viacrucis que Michael Jordan tuvo que pasar con los Detroit Pistons antes de alcanzar el trono de la NBA, Gretzky tuvo en los New York Islanders ese gran rival que lo golpeó y maltrató, pero no pudo impedir que eventualmente su grandeza se dejara sentir al levantar la primera de sus cuatro copas de Stanley Cup en la temporada 1984.

Cuatro años después, Gretzky era un fenómeno global que se aprestaba a dejar su marca en el deporte de una manera que probablemente ni él se imaginó. Fue para la temporada 1988-89 que todo cambió para Gretzky, cuando un sorpresivo, memorable y para algunos inexplicable cambio lo llevó del frío de Edmonton al calor de California con los Kings de Los Angeles

Su llegada a Estados Unidos fue recibida como bombos y platillos; su salida de Canadá fue sentida como la muerte de un cercano pariente.

Gretzky jugó el resto de su carrera en Estados Unidos, primero con los Kings y luego con los St. Louis Blues y New York Rangers. Aunque nunca pudo cumplir con traer un Stanley Cup a los equipos estadounidenses, si alcanzó memorablemente una final con los Kings, anotando un hat-trick en un decisivo Juego 7 en la final de la Conferencia del Oeste y que para muchos es el momento culminante de su trayectoria.

Pero claro está, lo importante y trascendental de su estadía en Estados Unidos fue el impacto que tuvo para la liga y el deporte a través del continente.

Para su primera temporada en Los Ángeles en 1988, la NHL tenia sólo un equipo en California y 14 en Estados Unidos; casi 30 años después, existen dos franquicias más en California y 22 en total a través de todo Estados Unidos. Y su impacto no sólo se limitó a la NHL y lo logrado en Norteamérica.

Con Canadá ganó oro en múltiples competencias internacionales, ayudando a su país natal a colocarse como la crema del deporte a nivel mundial sobre eternas potencias como Finlandia, Rusia, Suecia, Republica Checa y Estados Unidos. Está casado desde 1988 con la exactriz Janet Jones en una boda que fue transmitida en vivo a través de toda Canadá,

Gretzky terminó su carrera en 1999 y de inmediato fue exaltado al salón de la fama en 1999 y su playera 99 retirada a través de toda la NHL. Desde entonces, probó suerte como entrenador y gerente general, tanto de Canadá a nivel internacional como de los Phoenix Coyotes en la NHL, con resultados mixtos.

La grandeza de Gretzky con un stick en las manos no ha podido ser duplicada o relativamente alcanzada por ningún otro jugador en la historia. No hay un Sugar Ray Robinson para Muhhamad Ali, un Larry Bird para 'Magic' Johnson, un Diego Maradona para Pelé, un Ted Williams para Babe Ruth, un Kareen Abdul-Jabbar para Bill Russell o un Cristiano Ronaldo para Lionel Messi. En fin, nadie se compara con Gretzky. Es el ‘Great One’, en singular, sobre todos.