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Un campeón del fútbol moderno

YOKOHAMA, Japon (ESPNdeportes.com, enviado especial) -- Sólo a un necio puede quedarle alguna duda: aunque los nombres de su plantel no causen conmoción cuando son anunciados, difícilmente haya en este momento en el mundo un equipo mas sólido que Boca.
Sobre todo cuando se trata de disputar partidos trascendentes.

Mucho se habló aquí de las rutilantes figuras del Milan. Y, en realidad, no era para menos. Maldini, Inzaghi, Gattuso, Pirlo, Shevchenko, Seedorf, Cafu, Kaka, etc. El equipo italiano parece el seleccionado del Resto del Mundo. Si hasta se da el lujo de no utilizar nada menos que a Rivaldo. Sin embargo, ante Boca no hay constelación que valga.

Porque si Shevchenko y Tomasson (y más tarde, Inzaghi) aparecen como delanteros temibles, Schiavi y Burdisso se encargarán de neutralizarlos (más allá de la distracción en el gol del danés).

Y si el gran Cafú amenaza con sus permanentes proyecciones por derecha, Clemente Rodríguez será aún más veloz y terminará quedándose con el protagonismo en ese sector.

Y si Pancaro o Seedorf intentan el desborde por la izquerda, el colombiano Perea lo impedirá una y otra vez. Y hastá saldrá jugando con sutileza despues de cada cierre.

Y si hay en la mitad de la cancha un león infatigable como Gattuso, Boca opondrá dos aún más feroces, Cascini y Battaglia.

Así jugó Boca ante Milan. Derrochando personalidad y redoblando el esfuerzo cuando la falta de fútbol se hacía evidente.

Porque aunque algunos no quieran reconocerlo, este equipo depende casi por completo de Carlos Tevez cuando se trata de generar juego. Carlitos no llegaba en su mejor condicion física y terminó entrando recien a los 72 minutos. Pero hasta ese momento, Boca lo extrañó horrores.

Porque la funcion creativa había recaído exclusivamente en el brasileño Iarley, quien hizo un muy buen partido, pero le faltó acompañamiento. Es que Guillermo Barros Schelotto tampoco estaba entero, y se notó.

Así y todo, entre Iarley y el Mellizo generaron el gol del empate, convertido por Donnet. Otro sintoma de que Boca siempre se las arregla con lo que tiene.

Pero más allá de esto, no fue suficiente para tener el dominio de la pelota, que fue a parar a los pies de los italianos durante la mayor parte del encuentro.

Ahora, de ahí a que Milan supiera que hacer con ella para lograr profundidad, esa es otra historia.

Una que Boca conoce a la perfección. Porque sabe como hacerle la vida imposible al adversario, logrando una superioridad numérica por momentos abrumadora.

Y tratándose de un equipo fuerte y veloz como Milan, este punto conlleva un mérito doble.

Mientras entre Battaglia, Cagna y Cascini borraron literalmente de la cancha al talentoso Seedorf (no hizo una bien en todo el partido, y coronó su lamentable actuacion tirando a las nubes su penal) y al brasileño Kaká (más tarde, también al portugués Rui Costa), el único que pudo demostrar su habilidad fue Pirlo, de gran actuación.

Para completar una tarea estupenda, Abbondanzieri respondió excelentemente las pocas veces que lo exigieron (le sacó una pelota increible a Shevchenko, en el segundo tiempo suplementario).

Pero ademas de todas estas virtudes defensivas, Boca demostró una personalidad de acero cuando, tras el gol de Tomasson, parecía que se le venia la noche. El equipo no se desesperó y en sólo cinco minutos le cerro el grifo a la confianza italiana, abortando cualquier probabilidad de catástrofe.

Y a la hora de los penales, Boca también supo marcar la diferencia, como lo hace habitualmente en este rubro.

Porque mientras a los adversarios les tiemblan las piernas (como a Seedorf) y hasta se resbalan en el momento de la ejecución (como le paso al experimentado Costacurta), los de Bianchi la mandan adentro, inexorablemente.

Después de todo, aunque sea odioso admitirlo, en un fútbol tan parejo como el de hoy, saber ganar definiciones por penales es todo un mérito.

Hablando de méritos, un enorme porcentaje de esta nueva conquista le pertenece al técnico, que ha demostrado dos cualidades tan simples como difíciles de hallar por estos dias: sabe exactamente lo que quiere y se lo transmite a la perfección a sus jugadores.

Esta definicion puede parecer ingenua, pero quizás no lo sea tanto, en un fútbol en el que en nombre de la modernidad muchos entrenadores lo complican todo, con estrategias poco entendibles.

Es cierto, a pesar de ser multicampeón, Boca no despierta grandes elogios, simplemente porque no es un fiel exponente del tradicional juego vistoso argentino.

Pero que nadie se engañe, el Boca de Bianchi sí es un genuino representante de la tenacidad, la otra gran virtud del futbol argentino.

Por eso, es justo que Boca sea campeón del mundo una vez más. Porque nadie ha podido superarlo. Y punto.

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