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La caída del muro ideológico

BUENOS AIRES (ESPNdeportes.com) --Tuvieron que pasar dos años, durante los cuales la insatisfacción y el reclamo fueron moneda corriente.

Y pese a que para la Selección argentina la columna de la efectividad quedó en rojo tras los dos partidos más trascendentales de la primera vuelta de las Eliminatorias -obtuvo sólo un punto de los seis en disputa ante Brasil y Paraguay - por fin se vio una luz de esperanza.

El partido que Argentina empató sin goles ante Paraguay en el Monumental dejó la sensación de que la hasta entonces irreductible muralla ideológica de Marcelo Bielsa por fin comienza a derribarse.

A lo largo de estos seis años que Bielsa lleva como entrenador, es innegable que aún cuando supo generar una gran ilusión (la de ganar el Mundial de Corea-Japón 2002), el equipo nunca logró cautivar al público.

Es que las ideas de Bielsa estuvieron siempre mucho más ligadas a la esencia del fútbol europeo que a la tradición de los potreros argentinos. Y, en definitiva, la selección nunca tuvo una identidad fiel a sus raíces.

Ya había pasado con Daniel Passarella, otro cultor del fútbol del Viejo Continente, donde la aptitud física, los rígidos esquemas tácticos y los largos pelotazos se priorizan por sobre la inteligencia y los movimientos asociados e inesperados.

Así nos fue en los últimos 10 años, en los cuales Argentina no sólo no ganó nada importante, sino que, especialmente, perdió su identidad.

Pero el partido del domingo dejó abiertas las puertas para un giro favorable en esta historia.
Porque Bielsa por fin supo cambiar y dejar de lado conceptos inflexibles, que hasta ahora sólo lo habían llevado al fracaso.

Es cierto, la voluntad netamente ofensiva del equipo fue la misma de siempre. Eso nunca estuvo en discusión.
Pero las formas comenzaron a cambiar. Porque lejos quedó aquel ridículo y restrictivo concepto de Bielsa que impidieron la obtención de variantes.

El domingo jugaron juntos Javier Saviola, Carlos Tévez y Hernán Crespo y dejaron en claro que nada malo puede surgir cuando los que saben se asocian.

Es cierto que Crespo atraviesa por un muy mal momento (queda siempre a contramano y falla en la definición), lo cual resultó gravitante.

Pero si Crespo recupera su nivel y aún si es necesario reemplazarlo, las perspectivas son buenas. Porque Bielsa le devolvió al equipo parte de la frescura perdida, aún sin sus dos jugadores más desequilibrantes, como Pablo Aimar y Andrés D'Alessandro.

¿En qué consistió el gran cambio? Básicamente, en la propuesta de un juego ofensivo más pausado y elaborado. En la búsqueda de la penetración de las defensas a través de jugadores que lleguen al área rival con la pelota dominada y a la espera de un socio que pueda devolver una pared a ras del suelo, por ejemplo.

Esto se vio por momentos el domingo, entre Saviola y Tévez, y generó un entusiasmo perdido hace años.
Porque no es ningún misterio que la presión constante de los mediocampistas y defensores para lograr salir de contragolpe a dos mil kilómetros por hora, pelotazo incluido, no deleita a ningún argentino.

Ahora bien, si se combina esa presión con un juego mucho más atildado, se habrá encontrado las variantes que faltaron, por ejemplo, en el último Mundial.

Tras el partido con Paraguay, a pesar de las falencias en los últimos metros de la cancha, Argentina invitó a ilusionarse con lo que podría generar la combinación de Saviola y Tévez con Aimar y D'Alessandro.
¿Demasiado ofensivo, quizás? Es probable, pero de la otra forma no nos fue mucho mejor.

Además, la consolidación de Gabriel Heinze en la última línea (sumado a la habitual solidez de Ayala y Samuel) y el enorme despliegue de Javier Mascherano en la mitad de la cancha hacen pensar que las espaldas están bien cubiertas.

Nobleza obliga, sin dudas, Heinze y Mascherano son dos grandes aciertos del entrenador.

El gran interrogante, no obstante, es si Bielsa actuó esta vez por propia convicción o si fue acorralado por las circunstancias.

En todo caso, sería una muestra de sabiduría de su parte saber interpretar las reacciones que produjo el juego de Argentina ante Paraguay.

Si lo hace, inexorablemente se dará cuenta que lo más inteligente es archivar definitivamente la rigidez táctica que lo ha caracterizado, en función de encontrar variantes en el único lugar donde hasta ahora no se había buscado: en las fuentes mismas del fútbol argentino.