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Un Mundial que hizo agua

BUENOS AIRES (ESPNdeportes.com) -- El séptimo Mundial de Natación de Piscina Corta que se realizó en Indianápolis ya descansa en los libros de las estadísticas. Su pileta de 25 metros ya fue desmontada en el Conseco Fieldhouse, la casa de los Indiana Pacers de la NBA, y va en busca de un nuevo escenario en donde montar la natación-espectáculo.

No será recordado como un campeonato de gran nivel, aunque su legado -además de cuatro nuevos récords mundiales y una discreta actuación latinoamericana- despierte unos cuantos interrogantes: ¿Vale la pena realizar un torneo de esta magnitud seis semanas después de los Juegos Olímpicos? ¿No se trata de una gran inversión para un evento despojado de grandes estrellas? ¿Hasta qué punto hay que valorar un resultado en este tipo de Mundial?

Pronunciar un nombre podía contestar todas estas preguntas al mismo tiempo. La sola mención de Michael Phelps, ganador de ocho medallas en Atenas 2004, intimidaba a cualquiera. Además, el joven de 19 años oriundo de Baltimore intentaría quedarse con seis títulos, otra múltiple cosecha que pocos se animaban a discutir.

¿Quién podría parar a Phelps? En la piscina, nadie. Ganó los 200 metros libre en la primera jornada, pero a la siguiente, su cuerpo dijo "basta". Una molestia en la espalda lo obligó a desertar de las otras cinco pruebas, dejando a los espectadores, organizadores, sponsors y colegas con la boca abierta y en sensación de desamparo.

A Phelps, su lesión lumbar le avisó que convenía parar en este 2004 inolvidable. No sólo se había exigido sobremanera en Atenas, sino que para conseguir sus pasaportes había hecho un esfuerzo similar en los selectivos olímpicos de Estados Unidos, y una súper-estrella como él debe brillar tanto adentro como afuera del agua. Por eso, al regresar de Grecia, debió cumplir con una gira de promoción junto a sus colegas Ian Crocker y Lenny Kraizelburg con viajes en ómnibus, y allí se habría lesionado.

Con el rey Phelps afuera, el Mundial de Indianapolis quedaba acéfalo de nombres con impacto. Pesos pesado como Ian Thorpe, Grant Hackett, Pieter van den Hoogenband, Alexander Popov, entre los varones; y Yana Klochkova e Inge de Bruijn por el lado de las mujeres, ni siquiera se plantearon la preparación de este torneo después de todo lo que vivirían en Atenas. Se requería de otro envión físico para seguir en la plenitud, pero sobre todo, de una gran predisposición mental para afrontar un Mundial en un año olímpico.

Quizás lo más conveniente para el 2008 -este torneo se organiza en los años pares, mientras que el de piscina de 50 metros se desarrolla en los impares-sea programarlo a comienzos de año, cuando los protagonistas lo puedan utilizar como test en su preparación para los Juegos Olímpicos de Beijing.

¿Quién "aprovecharía" la ocasión para bañarse de oro en Indianapolis, entre los 550 nadadores de 97 países? Por el lado de Australia, no la desperdició Brooke Hanson, quien terminaría llevándose los seis oros a los que aspiraba Phelps. Otra niña dorada terminó siendo la estadounidense Kaitlin Sandeno, quien se colgó nada menos que tres en la primera noche.

Ante más de 11 mil espectadores (la mayor concurrencia para natación en Estados Unidos, exceptuando los Juegos Olímpicos), los cuatro récords mundiales quedaron en poder del estadounidense Ian Crocker en 50 mariposa con 22.71; su compatriota Aaron Peirsol en 200 espalda (con 1:50.52); el relevo local de 4x100 metros medley (con Peirson y Crocker, en una prueba no olímpica) con 3:25.09; y la posta femenina de Australia en la misma disciplina con 3:54.95 (integrado, entre otras, por Hanson). Todos ellos se llevaron 15 mil dólares de premio por las nuevas plusmarcas.

Brasil fue el único país latinoamericano que consiguió subirse al podio, demostrando que su apoyo gubernamental, sumado al interés de distintas empresas, ayudan a los talentos que surgen en esa región. En total, fueron cinco medallas, una de oro (Thiago Pereira en los 200 metros medley), una de plata y tres de bronce, una actuación similar a la de Moscú 2002, pero con el aliciente de haberla conseguido con una nueva generación de nadadores, y siempre sumando con los equipos de relevos.

Argentina llegó a Indianapolis con la esperanza de repetir las tres medallas ganadas hace dos temporadas en el Mundial realizado en Rusia. Sus cartas volvían a ser José Meolans, buscando una revancha personal tras unos frustrantes Juegos en Atenas, y Georgina Bardach, bronce en la capital griega en los 400 medley. La cordobesa terminó cuarta en su prueba, apenas por encima de su récord sudamericano, y acusando el desgaste de un 2004 para el recuerdo. Meolans fue séptimo en los 50 metros libre, lejos de su mejor registro y con los interrogantes propios de un año sin resultados satisfactorios. Ambos estarán descansando por estos días en Playa del Carmen, México, junto a sus respectivas familias, pensando en lo que deparará el 2005.

Ese sabor agridulce en la delegación argentina lo disipó la mendocina Florencia Szigeti, quien se metió en la final de 200 metros libre, pero lo más destacado es que logró bajar sus marcas personales en otras pruebas, estableciendo 25.63 en 50 metros libre (récord argentino) y 55.19 en 100 libre (récord sudamericano).

No hubo mucho para festejar en el resto de los participantes latinoamericanos, a excepción de la panameña Eileen Coparropa (al igual que Szigeti, radicada en Estados Unidos), con su cuarto lugar en los 50 metros libre.

Indianapolis 2004 no quedará en el recuerdo como un gran campeonato, pero para la estadounidense Jenny Thompson, seguramente sí lo será. Es que la ganadora de 12 medallas olímpicas en su carrera, se despidió de la alta competencia a los 31 años en la plenitud de sus cualidades físicas y técnicas, logrando el oro en los 50 mariposa. Había debutado con sólo 14 años en la misma ciudad, imponiéndose en los 50 metros libre de los Juegos Panamericanos 87. Y se despidió en la misma disciplina, alcanzando el séptimo lugar.

Ella ya no vestirá más las grandes citas de la natación. Otra ausencia más para tener en cuenta en el futuro.