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Final de ensueño

ROMA (ESPNdeportes.com) -- El AC Milan y el Liverpool se clasificaron finalistas de la edición 2004/05 de la UEFA Champions League con dos partidos muy emotivos

LA FINAL CON MAS TRADICION

Diez "Orejudas": esta la suma total de triunfos de los dos equipos finalistas de la edición 2004/05 de la UEFA Champions League, el AC Milan, ganador en seis oportunidades, y el Liverpool, cuatro veces aclamado como el mejor equipo de Europa.

Luego de dos encuentros emotivos y apasionantes, el destino eligió para la gran final, en programa en la ciudad turca de Estambul para el próximo 25 de mayo, los dos equipos con mayor tradición entre los cuatro semifinalistas. Por otra parte, se tratará de un desafío absolutamente inédito: el Milan y el Liverpool no se enfrentaron nunca en competiciones oficiales.

Si bien en el caso del Milan podemos decir que se respetó el pronóstico - el Chelsea, en cambio, era claramente favorito en el clásico inglés - ninguna de las dos llaves de semifinal fue simple: se trató de dos partidos emotivos, luchados, y abiertos a cualquier resultado hasta los segundos finales.

A la postre, podemos afirmar que ambos finalistas merecieron, en el balance total de los 180 minutos, la clasificación, pero mientras el PSV Eindhoven sale con la cabeza bien alta de la competición, y realmente los holandeses pueden recriminar por la mala suerte de dos goles, uno en cada partido, sufridos en el último minuto de juego, el Chelsea terminó siendo una gran desilusión. En efecto, el equipo del millonario ruso Abramovich se fue por la puerta chica, sin anotar ni siquiera un misero golcito en los 180 minutos de juego y tampoco mostrar ese fútbol brillante y despiadado del que se lo acreditaba en los análisis previos.

La final, más allá de la historia gloriosa de ambos contendientes, promete ser un partido atractivo y apasionante: se enfrentarán el equipo que hace del juego de dominio y de la habilidad técnica sus mejores armas con otro que, en cambio, tiene en la disciplina táctica, en la garra y en la solidez defensiva sus argumentos. Parece mentira: si bien la segunda descripción es la del Liverpool, parecería más bien corresponder a la de un equipo italiano. Lo que nos demuestra claramente que el fútbol a nivel de club está cada vez más "globalizado" y que las escuelas técnicas y tácticas les pertenecen nada más que a las Selecciones nacionales.

EL AC MILAN, OTRA VEZ EN EL MINUTO FINAL

"Síndrome de La Coruña": ese el nombre del fantasma que estuvo revoleando por 90 larguísimos minutos sobre las cabezas de Carlo Ancelotti y de sus muchachos, en el estadio Philipps de Eindhoven.

El Milan parecía protegido de cualquier tipo de desagradable acontecimiento por el 2 a 0 conseguido en el partido de ida, y también vacunado contra las sorpresas por la triste experiencia sufrida en la temporada anterior en La Coruña, cuando despilfarró la ventaja de 4-1 conseguida en San Siro con una performance desastrosa y un terrible 0-4 como visitante.
Pero el fútbol es un deporte que no sabe de reglas rígidas y de comportamientos lógicos, y en eso se funda, esencialmente, su belleza.

Así, en Eindhoven se renovó la pesadilla y al Milan, por apenas tres minutos, no le quedó siquiera el nuevo récord de arco invicto: Dida necesitaba permanecer sin sufrir goles por 12 minutos, pero el tanto del coreano Park llegó a la novena vuelta de reloj. Nueve minutos realmente terribles: el gol local, de hecho, pudo haber llegado antes.

Pero no se trató tan solo de un comienzo desafortunado: el Milan estaba, y estuvo siempre, en una noche de aquellas en las que las piernas no le responden al cerebro y hasta las cosas más fáciles se vuelven imposibles.

Así, en un concierto de errores defensivos (horrible la tarea de Nesta y Stam; Maldini, en cambio, que estaba manteniendo a flote el barco, sufrió enseguida, para salvar un gol que parecía inevitable, un terrible patadón en la cabeza que lo dejó mareado y fue remplazado en el descanso), de pases elementales equivocados, de movimientos absurdos (Shevchenko, único delantero, se iba siempre por los laterales, con o sin pelota, dejando vacía el área rival) y de carencia absoluta de quite (y eso que había tres encargados para ello, Gattuso, Pirlo y Ambrosini), el PSV dominaba el trámite a su antojo y el gol estuvo siempre detrás de la esquina.

Tampoco el descanso cambió la situación: si uno esperaba que los gritos de Ancelotti pudieran despertar a los jugadores, se llevó una enorme desilusión. La tónica del partido siguió igual, y a los 20 minutos de la segunda etapa otra imparable corrida del coreano Lee por izquierda acabó con el centro exacto para el inevitable cabezazo goleador de Cocu.

Dida quedó de rodillas, y esa imagen graficaba perfectamente el momento del equipo, impotente y desconcertado. Por suerte, el PSV tuvo que tomar un poco de aire, luego de 70 minutos jugados con el pie apretado sobre el acelerador, y Ancelotti decidió enviar a la cancha a un segundo delantero, Tomasson, para tratar de organizar mínimamente el juego ofensivo, visto que hasta ese momento el Milan no había realizado ni siquiera un mísero disparo hacia el arco rival.

La frenada de los locales y la situación casi desesperada revitalizó a los visitantes, y paulatinamente el Milan, sin brillar, comenzó a mandarse hacia adelante. Primero un cabezazo de Ambrosini, en jugada de tiro de esquina, fue atajado brillantemente por Gomes, pero justo en el minuto final una buena jugada de Kaká por izquierda y su centro al primer palo fueron capitalizados por el mismo Ambrosini, quien con un cabezazo certero y esquinado metió el tanto de la liberación.

Luego, mientras los visitantes festejaban la clasificación a la décima final de la historia del Milan, Cocu aprovechó la dormida general para fijar el marcador en un 3 a 1 que reflejaba mucho mejor lo ocurrido en la cancha, más allá de su inutilidad.
¿Fue justicia? Seguramente no. En el balance total de los 180 minutos el PSV fue más que el Milan, y su tesón, su coraje y su generosidad hubieran merecido mejor suerte. Sin embargo, el Milan no robó nada: su testarudez, en ambos partidos, para buscar el gol hasta el minuto final le valió una final que, por coeficiente técnico y nombres de sus jugadores, le pertenecía de derecho.

Así se respetó el pronóstico y una vez más el Milan de esta temporada hizo valer sus derechos en los minutos finales. Sin embargo, en Estambul, ante un equipo duro, esencial y corajudo, necesitará más que eso para levantar su séptima Copa.

LA SORPRESA LIVERPOOL

Algo de razón tenía, Fabio Capello. Fue terriblemente criticado por la eliminación sufrida a manos del Liverpool, como si los Rojos ingleses fueran un cuadro menor, pero el equipo dirigido por el español Rafael Benítez demostró su categoría al vencer el clásico inglés ante el Chelsea de Londres y clasificarse para la final de Estambul. Por otra parte, como quedó dicho el cuadro británico luce cuatro "Orejudas" en sus vidrieras, y es uno de los equipos con mayor tradición ganadora en Europa.

Luego del empate en blanco del primer partido de semifinales en Londres, el Chelsea parecía favorito, porque le alcanzaba con marcar un gol como visitante y no perder para pasar el turno. Luego del exitoso galope en la Liga inglesa, nadie creía seriamente que los Blues saldrían derrotados del mítico estadio Anfield de Liverpool.

Sin embargo, el fútbol siempre entrega sorpresas, y lo primero que hay que decir es que el triunfo por 1 a 0, madurado gracias al gol tempranero del español Luis García, y la clasificación del Liverpool para la final continental fueron absolutamente merecidos.

Una vez más, tenemos que hablar de un encuentro realmente malo: el nivel de espectáculo fue pésimo, más allá de que la incertidumbre sobre el resultado final, constante hasta el pitazo final, volvió muy apasionante y emotivo este segundo partido de semifinales.

Los Rojos de Benítez trataron de anotar en seguida, y lo lograron gracias a una intuición genial de Steven Gerrad, quien metió el cuchillazo a las espaldas de los centrales - Terry y Carvalho, una de las mejores parejas de Europa - para el ingreso del velocísimo delantero checo Milan Baros, quien superó a su compatriota, el arquero Cech, con un toque suave por arriba, antes de ser derribado por el guardavalla.

Se trataba de una jugada de penal y expulsión, pero el referí Michel dejó seguir por la ley de la ventaja, ya que desde la derecha ingresaba como un rayo García, quien con un toque en acrobacia envió el balón en la red. El defensor del Chelsea Gallas despejó desesperadamente, pero la impresión fue que el balón había ingresado en su totalidad. De cualquier manera, el juez de línea no tuvo dudas y corrió hacia la línea central y de hecho el Chelsea no puede recriminar absolutamente nada, porque de no haberse concedido el tanto seguramente el árbitro hubiera cobrado el penal y echado al arquero, con un balance final aún peor para los intereses de los visitantes.

Luego del gol, el Liverpool volvió a mostrar esa excelente defensa que le había permitido aguantar el empate en blanco en Turín y eliminar a la Juventus. Sin embargo no tuvo que hacerlo enseguida, porque el Chelsea tardó casi 20 minutos en salir de la sorpresa inicial. De cualquier manera, los embistes de la tropa de Mourinho fueron exactamente eso: embistes. Mucha dinámica, mucho empuje, pero cero ideas, gran confusión y poca precisión en las entregas.

Así, en los 92 minutos restantes luego del gol (hubo 6 minutos de descuento), el arquero local Dudek tuvo que intervenir una única vez, en ocasión de un terrible remate de tiro libre de Lampard, que él desvió al tiro de esquina. Por el resto, apenas ordinaria administración, cortando varios centros a la olla y anticipando una vez con los pies al delantero rival Drogba.

La mejor ocasión para el Chelsea llegó justamente en el sexto y último minuto de descuento, cuando luego de una jugada confusa Gudjohnsen desde la derecha erró clamorosamente el derechazo cruzado del empate, enviando el balón apenas a lado del palo opuesto.

En cambio, aún si con poca claridad, el Liverpool había tenido alguna pequeña chance de aumentar en contraataque, especialmente con el francés Cissé, ingresado en la segunda etapa en lugar de Baros. Sin embargo, así como había pasado en los cuartos de final, el verdadero "capolavoro" del Liverpool fue el trabajo defensivo, y sus mejores calidades fueron la garra, la intensidad y la concentración casi maniaca.

Habrá que ver si, en 20 días, esas calidades le alcanzarán para vencer al Milan. Nosotros estaremos en Estambul para contárselo a nuestros lectores.