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La roca de oro

(ESPNdeportes.com)--Cuando se habla de boxeo y surge el nombre de Rocky Marciano, uno tiene que limpiarse bien la testa en sus adentros para lograr entender aunque sea algo sobre el ex-campeón mundial boxístico de todos los pesos durante los años 1952-1955. Sí, pegaba fuerte con ambos puños y sí, sabía disparar cuanto golpe existía en su profesión. Pero eso es siempre lo más fácil de dictaminar en todo campeón.

Lo que complica la historia de este fantástico, ya desaparecido, campeón mundial de los pesos completos, es que su estilo no era "ni bonito, ni atractivo," sino "ortodoxo e inverosímil." Y debido a que la gran mayoría de sus rivales eran más grandes y más rápidos que el Brockton Bluckbuster -como se le llamaba en su barrio de Brockton, Massachusetts- el joven boxeador se veía obligado a usar sus sesos para no solo cuidarse mejor, sino para que lo hiciera observar con más claridad todo lo que estaba sucediendo durante sus habituales y peligrosas discordias en el cuadrilátero.

Otro elemento importante que existió durante las guerras de Rocky Marciano, en el cuadrilátero, eran unos individuos del mundo boxístico llamados Al Weill y Charley Goldman, quienes juntos a muy pocos otros manejadores y entrenadores de pugilistas, sabían como proteger a sus peleadores. Estos señores, Weill y Goldman, manejador y entrenador respectivamente de Marciano, nunca lo enfrentaron contra un peleador que ellos pensaron podría vencerlo.

"Eso era entre nuestra franqueza con Rocky y su confianza en nosotros", me dijo en una ocasión el formidable manejador del invicto campeón de los mastodontes. Lo más importante, sin embargo, era que Weill y Goldman entendían muy claramente la sabiduría de Rocky, la cual no le llegaba en segundo puesto a ningún púgil de su peso de aquellos tiempos.

Pero, en apariencia no era lo mismo. Porque Marciano no era un "Sugar" Ray Robinson, ni un Willie Pep, Muhammad Ali o Jack Johnson. Pero lo era en consecuencia. Lo que hacían los púgiles antes mencionados con bailes y golpes estilísticos, lo hacía Marciano con su mente y rudo estilo, obteniendo exactamente el mismo resultado, o uno mejor que el de sus mencionados colegas.

Cuando usted vea a Marciano en películas, no haga lo que hace el fanático común, que se sonríe y dice que lo que salvaba al campeón era su gran pegada, porque en realidad lo que verdaderamente mantuvo a Rocky Marciano con una consistencia milagrosa dentro del cuadrilátero fue su brillantez especulativa. Era, relativamente, de baja estatura, (la mismita que la mía) 5'10," y su peso promedio no pasaba de las 185 lbs. Es decir que acomodar puños enguantados en el lugar y momento preciso era la especialidad inigualable que más lo bendecía. Además de su seguridad determinante de que tamaño y fuerza no jugaban papeles cruciales en el ring, sino el buen pulso y cerebro, usados con exactitud y consistencia.

Noquear a Joe Louis el 26 de octubre del 1951, para luego quitarle el título tan definitivamente a Jersey Joe Walcott el 23 de Septiembre del 1952, con un nocaut fulminante en el décimo tercer asalto, y repetir la misma dosis ocho meses más tarde en la revancha -pero esta vez antes de tres minutos- fueron hazañas que establecieron a Marciano como uno de los gigantes en la historia del boxeo mundial.

Describir su estilo es tan difícil como lo fácil que pareció ser para Rocky noquear a 43 de sus 49 oponentes, sin perder un solo combate en toda su carrera pugilística profesional.

Cuando falleció el 31 de agosto del 1969 en un accidente aéreo en Newton, Iowa, el super-campeón había dejado un récord pugilístico prácticamente inalcanzable. Y todo por optar, como hábito normal, el evitar ser conectado tal y como a él le encantaba conectar a sus rivales: más con certeza y buen tiempo, que con el poderío que también poseía.