Estimado señor Goodell,

Acabo de presenciar su conferencia de prensa previa al Super Bowl, que giró alrededor de las negociaciones para un nuevo acuerdo laboral.

Usted agradeció las pocas preguntas no relacionadas con ese asunto, diciendo que era "refrescante" cambiar de tema.

Me tendrá que disculpar por devolverlo a la cuestión central, pero necesito que me escuche. O en este caso que me lea.

Al hablar de la discusión con el sindicato, usted puso el acento en el verbo "crecer". Dijo que el acuerdo del 2006 era demasiado favorable a los jugadores --sabemos que los dueños piensan eso; es la razón por la que se salieron del convenio--, y señaló que ahora el péndulo debía equilibrarse, para permitir que el negocio creciera.

Usted inició la conferencia afirmando que veníamos de la "mejor temporada en la historia de la NFL..."

"¿Por qué dirá eso?", pensé yo.

"... porque fue la de mayor audiencia de todos los tiempos", agregó usted.

Bien. Entonces sí hubo crecimiento. Al menos en cantidad de público.

Pero luego entendí a lo que se refería con la falta de crecimiento.

Remarcó usted que desde el 2006 no se han edificado nuevos estadios.

"¿Y qué hay de Dallas y New York?", pensé yo.

"Ustedes estarán pensando en Dallas y New York", coincidió usted, "así como en las mejoras en Arrowhead en Kansas City; pero todas esas obras estaban planeadas desde antes del 2006. No hay planes de nuevos estadios desde entonces".

Hay planes de un nuevo estadio en Los Angeles, señalaría yo, pero es cierto que no hay nuevas construcciones en vista en las ciudades de los actuales 32 equipos de la liga.

Enfoquémonos entonces en la idea del crecimiento.

Su mensaje, al esgrimir la espada del crecimiento, a mi entender, es el siguiente: si agrandamos el negocio --con 18 partidos de temporada regular, por ejemplo--, habrá más pastel para repartir, y entonces tanto los dueños como los jugadores se llevarán más dinero a sus bolsillos, y todos felices.

No sé si estoy tan de acuerdo con ese argumento, porque la codicia y la gula del hombre siempre serán las mismas, sin importar el tamaño del pastel.

Pero supongamos por un minuto que usted tiene razón, y la solución a todos los problemas es expandir el negocio.

Entonces, si quiere una receta para lograr ese objetivo, le solicito que me preste atención.

Hay un mundo afuera del eje Estados Unidos-Inglaterra. Un mundo ávido de consumir el producto que ustedes venden. Eso significa hacer crecer, de manera exponencial, esa audiencia de la que usted tanto se enorgullece.

Usted habla de hacer crecer el negocio, pero le da la espalda a lo que está más allá de las fronteras de su país, que es justamente donde reside el mayor potencial de crecimiento.

Tengo una noticia para usted, señor Goodell: el fútbol americano ya no es un deporte estadounidense. El avance de las comunicaciones ha hecho que ya nada sea local. No hay que ser Marshall McLuhan para entender que hoy todo es global. Cualquier actividad del hombre es una actividad global. Y esta actividad en particular, que ustedes inventaron, es suficientemente atractiva para generar interés en el resto del planeta.

Estoy hablando del PLANETA, señor Godell. Miles de millones de personas. Miles de millones de televisores. Miles de millones de computadoras. Miles de millones más de lo que ustedes tienen fronteras adentro.

¿Quiere crecimiento? ¿Qué le parece eso, como terreno para crecer?

Usted dirá, como dice siempre, que la NFL está comprometida con la expansión internacional, y pondrá como ejemplo los partidos en Londres.

Pero señor Goodell, ¿qué hay de México? ¿Qué ha pasado con los partidos que solían jugarse allí, a estadio lleno?

Hay millones de fanáticos en México. Eso usted seguramente lo sabe, pero ¿qué hace por ellos? ¿Qué ha hecho por ellos en los últimos años?

No me hable del Mes de la Herencia Hispana, porque usted y yo sabemos que es sólo un gesto, una mueca, un guiño; nada sustancial.

Lo que probablemente usted no sepa, es que hay millones de fanáticos más allá de México. Se sorprendería de saberlo, si sólo se tomara la molestia de averiguarlo.

Voy a citarle un ejemplo muy concreto, para que vea la forma en que usted y su liga desatienden, ignoran al mercado internacional.

En el Cono Sur de Sudamérica, una de las dos Finales de Conferencia de esta temporada no fue transmitida en directo. La cadena que tenía los derechos de ese Juego de Campeonato, le dio ese horario a otro evento deportivo.

Los fanáticos de fútbol americano que querían ver uno de los dos juegos más importantes de la temporada, sin contar el Super Bowl, tuvieron que rebuscárselas para encontrarlo por Internet.

¿Qué hizo la NFL, frente a la decisión de esa cadena de no transmitir el partido en directo?

Nada.

Ene, a, de, a. Nada.

¿Qué podría haber hecho?

Algo muy simple. Establecer, en el contrato con esa cadena, una cláusula que le permitiera a la liga trasladar los derechos de ese juego a otra cadena, si la poseedora de los derechos optaba por no transmitirlo en directo.

Tal vez esa cláusula existe en el contrato, pero no se ejecutó.

¿Sabe por qué, señor Goodell? Seguramente porque ustedes nunca se enteraron de ello.

Seguramente usted nunca se enteró de que un Juego de Campeonato de la presente temporada no pudo verse en directo por TV en varios países de Sudamérica.

¿Y sabe por qué no se enteró, señor Goodell?

Porque no le importa.

Si por milagro usted está leyendo esto, probablemente estará pensando: "Estamos al borde de un cese de actividades, y este tipo me habla de Sudamérica".

Sudamérica es sólo un ejemplo, señor Goodell. No me extrañaría que, en muchos países del resto del globo, pasara exactamente lo mismo que acabo de relatarle. No lo sé. Pero el problema no es que yo no lo sepa, si no que usted no lo sepa.

Todo esto le debe sonar a una locura, señor Goodell. Estoy seguro.

Pero quizás dentro de 10 años, o dentro de 20 años --si el mundo no se congela antes por el extremismo climático--, un comisionado que esté en su lugar descubra el potencial del mercado internacional y sepa cómo aprovecharlo.

Y todos los cerebros de la NFL, que hoy están invirtiendo su materia gris en tratar de encontrar la forma de salir de este embrollo laboral, en 10 ó 20 años mirarán lo que ese comisionado está logrando, los recursos que está generando, el crecimiento que está alcanzando, gracias a haberle dedicado un poquito de atención e inteligencia al mercado internacional, y entonces dirán: "¿Cómo no nos dimos cuenta de esto antes?"