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¿Habrá cierre laboral?

El primer mandatario de la NBA no podrá estar en las negociaciones Garrett W. Ellwood/Getty Images

NUEVA YORK -- El comisionado David Stern dice que todo el mundo debería saber para fines de febrero si la NBA está encaminada hacia un paro o hacia un acuerdo laboral.

Con esa declaración en mente, he aquí dos predicciones:
Predicción #1: A mediados de febrero, Stern dirá algo así como "es demasiado difícil saber ahora mismo en qué dirección nos dirigimos".

Predicción #2: Cuando llegue el día D, el 30 de junio (fecha en que expira el actual acuerdo laboral), las partes se pondrán de acuerdo para detener el reloj y continuar hablando otro día más o dos o tres.

Esto significa que el 2, 3 ó 4 de julio, sabremos con seguridad si es guerra o paz, huelga o no huelga.

Yo he cubierto la NBA y sus negocios dentro y fuera de la cancha por más de una década y media, y he llegado a conocer personalmente una gran mayoría de las figuras claves en este drama. (Ejemplos: Billy Hunter no toma un mulligan en el golf si desafían su hombría; el cabello del abogado principal de la NBA Rick Buchanan le daría envidia a Vinny Del Negro; a Stern le traen el café en urnas de plata a su oficina mientras su personal se las arregla con máquinas Gevalia.) Y mi opinión, luego de salir de la conferencia de prensa de Stern y el vicecomisionado Adam Silver al concluir las reuniones del Consejo de Gobernadores en el Hotel St. Regis, es ésta:

Hay una probabilidad de 60 a 70 por ciento de que llegarán a un acuerdo, una probabilidad de 30 a 40 por ciento de que habrá un paro.
He aquí las razones:

  • Primeramente, eventualmente ellos tienen que llegar a un acuerdo, porque sin un convenio, no hay NBA. Stern no es un Gary Bettman, y no está próximo a matar su deporte. Además, Stern sabe mejor que nadie que si hay un paro laboral, la historia ha demostrado que toma aproximadamente cinco años para reconstruir un negocio y devolverlo a donde estaba antes del paro.

  • Si llegas a un acuerdo sin imponer un paro, el público no escoge un bando. Pero si hay un paro, los dueños y el comisionado no tendrán opción sino demonizar a los mismos jugadores a quienes por los últimos cinco años han promocionado como ciudadanos globales ejemplares a través de programas como NBA Cares y Baloncesto Sin Fronteras. Toda esa equidad sudorosa se va por la ventana si los jugadores son presentados o percibidos como codiciosos.

  • Si se mira una tabla de crecimiento imaginaria para la NBA que comienza en 1999 – cuando terminó el último paro laboral – y dura 20 a 25 años, que es cuando LeBron James, Kevin Durant y otros de su clase probablemente estarán acercándose al retiro, esa tabla continúa subiendo y subiendo y subiendo en términos de popularidad, especialmente en relación al grupo demográfico más joven que se ha desconectado del béisbol y ha adoptado el baloncesto. (Y eso es sólo a nivel doméstico. La ecuación crece mucho más cuando se incluyen en el cálculo los mercados globales que la liga ha cultivado con tanta determinación la pasada década.)

    ¿No hace sentido dinamitar toda esa buena voluntad, todas esas buenas vibras y todo ese buen potencial de crecimiento futuro?

    A mi parecer, no.

    Algo más a considerar: Las caras de los jugadores y los dueños han cambiado bastante desde el último paro laboral en 1998-99, pero las caras de los principales mediadores de poder (Stern y el director de la unión de jugadores Billy Hunter) y las caras de los abogados quienes tienen que elaborar trabajosamente el acuerdo final son, casi en su totalidad, las mismas caras que han estado negociando estos acuerdos colectivos y varios agravios de equipo contra jugador por una década y media.

    Todos esos abogados han desarrollado sus propias dinámicas de relaciones, y todos tienen una pieza de conocimiento general compartido que saben será un factor clave en última instancia: El regateo que se da en estas negociaciones siempre sucede al final, y en realidad no hay razón para que ninguna de esas caras conocidas deba esperar que suceda nada sino lo mismo esta vez.

    Stern argumenta que los patrocinios y la renovación de abonos de temporada sufrirán un bajón en marzo, abril y mayo si la incertidumbre sobre un paro laboral se extiende hasta la segunda mitad de junio. Pero yo refutaría que gran parte de ese daño económico se puede deshacer, por medio de esfuerzo y dedicación, en el transcurso del verano si es que hay un nuevo acuerdo colectivo laboral vigente a inicios de julio.

    Aquí hay otro tema a considerar: La mayoría de la gente anticipa que la NFL estará atravesando su propia guerra laboral dentro de un año. Y si no hay NFL el próximo octubre, habrán bastantes fanáticos deportivos en neutro, muchos en el grupo demográfico al cual Stern está intentando apelarle, de brazos cruzados buscando algo para llenar el vacío.

    ¿De veras querrá la NBA perderse una oportunidad de capturar parte de ese público? Nuevamente, a mi parecer, no.

    Pese a la situación económica grave de algunos equipos, los dueños ya están discutiendo maneras para crear un fondo común para el reparto de ingresos mayor a los $54 millones que actualmente comparten. Eso de por sí ayudará a darle a algunas de las franquicias más débiles buenas posibilidades de volverse lucrativas.

    De los jugadores, los propietarios buscan un cambio fundamental en la forma en que se calcula el ingreso relacionado al baloncesto (BRI, por sus siglas en inglés), a través del cual los gastos, en lugar de solamente los ingresos, se incluirían en la ecuación y los jugadores recibirían algún porcentaje de ese número (en la actualidad, los jugadores tienen garantizado el 57 por ciento del BRI). El sindicato no se opone por completo filosóficamente a cambiar la fórmula del BRI, pero si baja por ese camino, querrá continuar recibiendo un pedazo de pastel grande.

    Si las partes deciden mantener los gastos fuera de la ecuación del BRI, los jugadores estarían abiertos a negociar una baja de su 57 por ciento de ingreso garantizado, siempre y cuando el tope salarial suave (el cual incluye la excepción Larry Bird y la excepción de nivel medio) sobreviva de alguna forma.

    "Parece haber una determinación mutua de empujar e investigar y hacer y discutir, porque hay un entendimiento creciente en ambos lados sobre qué riesgo conlleva el no llegar a un acuerdo", dijo Stern.

    Recuerden, los partidos ya tiene mecanismos en pie como el impuesto de lujo (pagado por los equipos que gastan más y redistribuido a los equipos que no pagan impuestos) y el impuesto en plica (por el cual 9 por ciento de los salarios de los jugadores son retenidos para asegurar que su porcentaje de ingresos no exceda 57 por ciento) que determina cómo se reparten sus fondos comunes de dinero. Esas estructuras se pueden mantener y ajustar en el nuevo contrato para darle a cada dueño una oportunidad de ser rentable para que el sistema operativo completo no tenga que ser reinventado.

    Propietarios y jugadores se reunieron en una sesión de negociación a inicios de esta semana, y Stern describe las discusiones en curso como nada más que un "diálogo constructivo." Están programadas más reuniones, y ya para el descanso del Juego de Estrellas recibiremos el reporte del comisionado sobre el estatus de las cosas. Después de eso, habrá más retórica, más predicciones del día del Juicio Final, tal vez incluso algún ataque personal.

    Pero para fines de junio (y/o los primeros días de julio), habrá llegado la hora para completar el acuerdo.
    En realidad lo fundamental es esto: Ambos lados podrán ser tercos, pero no son estúpidos.

    Ellos son inteligentes. Y la acción inteligente cuando el tiempo vale oro es hallar un punto medio que ambos lados pueden aceptar. Es puro sentido común, y la NBA tiene demasiado invertido en asegurar que esa tabla de crecimiento a largo plazo siga moviéndose hacia arriba para hacer algo tonto que dañaría su marca.

    Al fin y al cabo, las mentes razonables probablemente prevalecerán y la sensatez probablemente triunfará. Incluso me arriesgo a adivinar exactamente cuándo sucederá eso: entre las 10 y las 11 de la noche hora del este del 3 de julio del 2011 -- 70 a 71 horas después de que las partes detengan el reloj para continuar hablando.