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A grandes males, grandes soluciones

Lo que sucede conviene. El error arbitral que le escamoteó al venezolano Armando Galarraga la hazaña del juego perfecto puede ser el detonante para que las Grandes Ligas den un paso crucial para el perfeccionamiento del juego.

Las crisis siempre dan paso a grandes soluciones. Así ha sido a lo largo de la historia, pues es algo que está en la supervivencia de la especie.

El béisbol adoptó sabiamente el uso del video para decidir jonrones dudosos y la imperdonable pifia del umpire Jim Joyce demuestra que ya es hora de ampliar la consulta a otras jugadas.

Pero más aún. En ese mismo momento, el jefe del equipo de árbitros debió tomarse la facultad de revisar la repetición, aún cuando no esté escrito en las reglas.

Todo el sistema legal de este país se basa en precedentes. Pues bien, mucho antes de que las Grandes Ligas adoptaran el uso del video en el caso de los jonrones, ya existía un precedente.

El 31 de mayo de 1999, durante un partido entre los Cardenales de San Luis y los Marlins de la Florida en Miami, los umpires apelaron al video para decidir un batazo de Cliff Floyd que inicialmente fue marcado como doblete.

Al revisar la grabación, a Floyd se le concedió el cuadrangular, ocho años antes de que se implantara oficialmente esa práctica.

Entonces, cabía la posibilidad de haber hecho eso mismo el miércoles pasado con la polémica jugada en primera base.

Lastimosamente, el comisionado Bud Selig no aprovechó la potestad que tenía para revisar y revertir el error de Joyce para beneficio de Galarraga, con lo que, además de hacer justicia, habríamos sido testigos de un hecho sin precedentes en más de un siglo de Grandes Ligas: tres juegos perfectos en una misma campaña.

¡Menudo personaje este señor Selig! Pero más allá de la justicia que se hubiera hecho y de los males futuros que se evitarían, quiero referirme a la calidad en sí del arbitraje que campea a su antojo en las Mayores.

En el caso específico de Joyce, más allá de su error de apreciación en una decisión que se toma en fracciones de segundos, faltó sentido común.

Hay una regla no escrita para juegos donde un lanzador está tirando un partido sin hits: el primer imparable tiene que ser limpio, sólido, en tierra de nadie.

Eso se aplica tanto para árbitros como para anotadores, quienes apuntan error si ese primer hit deja espacio para dudas.

Pero no hay juego en que no veamos errores arbitrales demasiado desproporcionados con la calidad de las Grandes Ligas.

Se supone que el mejor béisbol del mundo debe tener el mejor arbitraje del mundo, pero lamentablemente no es así.

Oficiales que no saben buscar la mejor colocación para observar y decidir jugadas, conteos de bolas que son strikes y strikes que son bolas, pero sobre todo, abuso de autoridad, son el pan nuestro de cada día entre los encargados de impartir justicia.

Sus frecuentes malas decisiones son el detonante de sonadas protestas por parte de managers, coaches y jugadores.

Y sin pensarlo dos veces, los jueces, con el gatillo alegre, expulsan a los protestones, cuando el disgusto de estos no es más que la reacción a un mal trabajo de los oficiales.

Los árbitros se defienden y justifican sus errores diciendo que son seres humanos. Por eso mismo, deben tener en cuenta que el resto de los actores también son seres humanos y sus reacciones de ira son lógicas ante una injusticia. ¿No?