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Preguntas simples

Loeb aprovechó las ventajas que le dieron Getty

CÓRDOBA --¿Cuándo se gana una carrera? ¿Cuándo se pierde? Simplón, cada interrogante puede tener una respuesta más elaborada, como la que entregó el 31° Rally de la Argentina. La 65ª victoria mundialista de Sébastien Loeb, sexta consecutiva en Córdoba y tercera en seis fechas de 2011, está adornada con ribetes que exceden el límite de lo que puede mostrar la planilla de clasificación.

La estadística coloca al Rally de la Argentina como uno de los cuatro con final más apretado en la historia. Loeb le ganó a Mikko Hirvonen por 2s4 y los tres primeros, incluido el francés Sébastien Ogier, terminaron encerrados en 7s3. Dos fechas atrás, en Jordania, Ogier le ganó a Jari-Matti Latvala por dos décimas en el cierre más ajustado. El finlandés Juha Kankkunen supo imponerse en Argentina también por 2s4 frente al inglés Richard Burns, su compañero en Subaru. Aquello ocurrió en 1999.

Seb, el sonriente Loeb, calificó su triunfo como "uno de los más inesperados" de su carrera. Seb, el serio Ogier, lamentó que por un error se le escapara una carrera "que tenía en las manos". Después de que Latvala, líder de la general desde el primer especial del viernes, rompiera la suspensión casi al final del sábado, Ogier se encontró con un liderazgo que había cimentado con su parejo andar y tiempos consistentes en todas las condiciones. Incluso sabía que no sufriría la molestia de Petter Solberg. La estrategia del noruego, mantenerse expectante en el segundo lugar para atacar recién el último día, quedó desbaratada por la rotura de la dirección asistida, el sábado en Calamuchita.

Sólo una falla propia -el Citroën DS3 ha dado muestras sobradas de confiabilidad, con cinco victorias en fila sobre tierra- podía hipotecar la oportunidad de que Ogier lograra su tercer triunfo del año y el quinto de su campaña. Y lo curioso fue que cometió ese error cuatro días antes de que sufriera los efectos. Anotó mal una curva a la izquierda, un viraje de tercera marcha en el tramo Ascochinga-Agua de Oro, el más largo del Mundial, un especial de 48,21 kilómetros que fue programado el último día como exigencia mayor.

Al confeccionar la hoja de ruta, Ogier le pidió a su navegante Julian Ingrassia que anotara que podía cortar esa curva. Se equivocó. Al hacerlo en carrera, encontró una piedra, su auto se tumbó hacia la derecha, golpeó de frente y de cola, perdió el alerón y destruyó la trompa, pero quedó parado sobre sus ruedas. No bien arrancó para continuar, el piloto notó que ya no funcionaba la dirección asistida. La victoria no era segura. Se había vuelto una ilusión.

Loeb, el que jamás se rinde, al ataque desde la penalización que cargó el sábado por un hecho al que describió como confuso, pudo oler una presa antes inalcanzable. Y dio el zarpazo impensado 48 horas antes, cuando le habían agregado un minuto por entrar con antelación a la asistencia de mitad de la primera etapa. Los tiempos que marcó el sábado, cuando el triunfo era utopía, con el único afán de arrimarse cuanto pudiera a la cima, pagaron dividendos al final. El heptacampeón mundial no ganó la carrera en el último tramo, cuando le recortó otros 11 segundos a Ogier mientras se libraba de Hirvonen y volvió a la punta por primera vez desde el súper especial del jueves. Había puesto los cimientos el mismo viernes a la tarde. La construcción fraguó después con los sucesivos retrasos de Latvala, Solberg y Ogier.

Loeb recién estuvo seguro de su victoria pasada la hora de la cena. Luego de más de cinco horas de deliberaciones, los comisarios deportivos Morris Chandler, Patrick Suberville y Carlos García Remohí decidieron sobre un recurso de Ford, que reclamaba que los Citroën oficiales y el del noruego Petter Solberg habían cortado camino en el asfalto, al final del tramo El Cóndor-Cuesta Blanca, correspondiente a la primera etapa. La escudería de los finlandeses Hirvonen y Latvala acusaba a Loeb, Ogier y Solberg de haber encarado una rotonda en contramano para ganar tiempo. Hay pruebas fílmicas de que así ocurrió. Sin embargo, el libro de ruta no dejaba en claro por dónde se debía transitar ni tampoco se supo si existió un anexo aclaratorio al que Ford hizo referencia en su reclamo. La confusión fue zanjada sin cambiar los resultados y con una multa de 5.000 euros a la organización (el Automóvil Club Argentino). Entre los comisarios, se recuerda, García Remohí es presidente de la Comisión Deportiva Automovilística del ACA.

Como el reglamento permite denuncias hasta media hora después de publicados los resultados, y esto recién ocurre cuando finaliza la carrera, la anomalía del viernes recién fue sometida a discusión el domingo. Y todo concluyó con una desprolijidad impropia del linaje que suele blandir el Rally de Argentina. Con eso terminó la obra.