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El parásito idea

Gasperini insiste con el 3-4-3 Getty Images

ROMA - Algún mes atrás vi una película muy interesante: Inception (El Origen). El protagonista, al principio de la historia, pregunta cual es el parásito más resistente y, respondiendo por sí mismo a la pregunta, afirma que es la idea: "resistente, altamente contagiosa y, cuando se forma y se desarrolla completamente en el cerebro, es casi imposible erradicarla de la mente", declara con convicción.

Si las cosas están así, y yo creo que así es, una idea puede estar talmente radicada en nuestra cabeza al punto de no dejarnos ver la diferencia entre su belleza teórica y la posibilidad de ponerla en acto.

Para hacer un ejemplo, hay mucha gente que, metafóricamente hablando, dispone de preciosos veleros, pero enamorados del vuelo buscan llevar a sus botes en lo alto del cielo (sin nunca lograrlo, claramente), en cambio de surcar con dulzura las aguas marinas.

Éste es sin dudas el caso de Gasperini: enamorado de su "idea parásito", el esquema 3-4-3 dejó de ser simplemente su sistema favorito y pasó a ser su filosofía de fútbol.

En este momento, el entrenador nerazzurro parece convencido de que esa es la mejor manera de jugar al fútbol, por eso quiere que el equipo se adapte a su idea y no viceversa.

Un error clamoroso: desde que nació ese esquema, con el famoso sistema WM del Arsenal de los años '30, muchos entrenadores lo usaron y hasta lo cambiaron, llegando hasta el moderno 3-4-3 con todas sus variantes, sólo para encontrar la mejor manera de utilizar a sus planteles.

El caso más increíble fue el del Ajax de Van Gaal: ese equipo disponía de tres excelentes defensores, 3 volantes muy fuertes, dos aleros rápidos y dinámicos y una serie de delanteros que se completaban muy bien.

Así, para sacar el máximo de su equipo el holandés se inventó un 3-3-1-3, es decir un 3-4-3 en el que no había volantes laterales, pero sí un enganche (casi siempre el más talentoso de sus atacantes), con el "cinco" (Rijkaard) encargado de quedarse cerca del central defensivo.

Sinceramente, nunca me gustó mucho Van Gaal, pero el resultado de sus ideas fueron dos finales de Champions consecutivas, una ganada ante Milan y una perdida ante Juventus.

Probablemente, si Gasperini sigue prisionero de sus ideas, su experiencia en el nerazzurro será muy corta, porque no dispone del plantel necesario para jugar el 3-4-3 que dibujaba en Genoa.

Quizás lo esté entendiendo, finalmente, pero aún debe demostrarlo. Ahora, si es realmente un buen entrenador, deberá encontrar la mejor manera para utilizar la mayor cantidad posible de sus mejores jugadores, dándole al equipo el equilibrio necesario para poder seguir ganando, a pesar de que las necesidades de Inter coincidan más o menos con su filosofía.

Algo lo podría aprender de Conte, por ejemplo: en efecto, si bien el técnico bianconero debe aún demostrar no ser prisionero de sus ideas, hay que admitir que lo que se vio hasta ahora fue en esa dirección.

Tengo que admitir que, personalmente, veía en el nuevo entrenador el punto débil de la Vieja Señora, especialmente porque el 4-2-4 no me convence, puesto que es un "falso" sistema: en práctica, es un 4-4-2 en el que los aleros se mueven más desde arriba para abajo que al revés, lo que a menudo significa ser más defensivos que ofensivos.

Sin embargo, Conte había declarado que lo que él quería de sus muchachos no era que aprendieran un esquema de juego, sino las reglas que están en su base: la necesidad de presionar muy arriba, la exigencia de estar concentrados por noventa minutos y la condición imprescindible de mantener el ritmo de juego muy alto.

Una vez que sus muchachos incorporaran esas actitudes, él pararía a su equipo de la mejor manera según el rival que deberá enfrentar, los jugadores a disposición y las específicas necesidades de cada encuentro.

En efecto, contra Parma pasó con una simplicidad increíble a jugar 4-3-3, mostrando (o dejando la impresión) que sus palabras no son sólo charlas al viento, sino que proyectos e intenciones reales.

Conte, en suma, quiere que su equipo juegue de la manera en la que puede ganar, no que gane de la manera en que quiere que juegue. Un juego de palabras que remarca muy bien la diferencia entre él y Gasperini: una diferencia que ya marcó tres puntos de distancia en la tabla y que puso un universo entero entre el bello fútbol de los bianconeri y la nada de los nerazzurri.