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La NFL fue socia del silencio

¿Qué instrucciones recibían los hombres de Ryan? Getty Images

El escándalo de los Saints y Gregg Williams me trae a la memoria la imagen de Buddy Ryan y, según la descripción de Jimmy Johnson, su "gordo trasero".

Día de Acción de Gracias de 1989. Los Eagles, con Ryan como entrenador en jefe, blanquean 27-0 a los Cowboys de Johnson, quien expresa su furia después del partido: "No me genera respeto alguno la forma en que jugaron. Iba a decirle algo a Buddy, pero no se quedó el tiempo suficiente en el campo. Metió su gordo trasero en el vestidor".

Johnson bramaba por la sospecha de que los Eagles esa noche le habían puesto precio a la cabeza de dos jugadores de Dallas: el mariscal Troy Aikman y el pateador Luis Zendejas.

Zendejas alternaba entre Dallas y Philadelphia en aquellos años. Empezó la temporada de 1988 con los Cowboys y terminó con los Eagles, y empezó la del '89 con los Eagles y terminó con los Cowboys. Él reveló que, durante su estadía en Philly, un compañero suyo recibió 200 dólares tras un partido: 100 por golpear al pateador de despeje rival, y otros 100 por golpear al pateador de lugar.

Aquel Día de Acción de Gracias ante su antiguo equipo, Zendejas salió del campo con una conmoción cerebral, producto de un golpe propinado por el apoyador Jessie Small, mientras el mexicano intentaba cubrir una patada de salida.

Al año siguiente, Ryan recibió nuevas acusaciones de ponerle precio a la cabeza de los contrarios. Los acusadores, en este caso, eran otros rivales de división.

Los Redskins viajaron al Veterans Stadium en la Semana 10 de 1990 sin su QB titular, Mark Rypien, por lesión. Supuestamente obedeciendo planes malignos de Ryan --según teorías que se tejen en Washington--, los Eagles quitaron del campo a los otros dos mariscales de los Redskins, Stan Humphries y Jeff Rutledge, y como QB de emergencia tuvo que entrar el corredor novato Brian Mitchell.

Mitchell, uno de los tipos que más yardas combinadas acumuló en la historia de la liga --corriendo, recibiendo y devolviendo patadas--, había sido mariscal en la Universidad de Southwestern Louisiana, así que no lo hizo del todo mal esa tarde: completó 3 de 6 pases, sin touchdowns y sin intercepciones. Pero los Redskins perdieron 28-14, y nunca se quitaron de la cabeza la sospecha de que Ryan había ofrecido premios por sacar mariscales del partido.

Dos hijos de Ryan trabajan hoy en la NFL: Rob, coordinador defensivo de los Cowboys, y Rex, entrenador en jefe de los Jets.

Antes de llegar a New York, Rex Ryan fue coordinador defensivo en Baltimore. En el 2008, su último año allí, los Ravens viajaron a Heinz Field para enfrentar a los Steelers, quienes llegaban a ese partido sin su corredor titular, Willie Parker. Durante el juego, una fractura de hombro sacó del campo a Rashard Mendenhall, quien había iniciado en lugar de Parker, y un esguince de tobillo eliminó de la contienda a Carey Davis, el tercer RB de Pittsburgh. Los Steelers terminaron ganando en tiempo extra, 23-20, con los acarreos de Mewelde Moore, el cuarto corredor en el orden de la plantilla.

Al día siguiente, Terrell Suggs declaró en un programa de radio que para ese juego habían puesto una "recompensa" sobre Mendenhall y el receptor abierto Hines Ward. El locuaz apoyador de los Ravens utilizó en inglés la palabra 'bounty' --cuya definición es "pago o recompensa ofrecida por realizar una tarea"--, y eso no cayó bien en las oficinas de la NFL, sobre todo porque la lesión de Mendenhall dejó al corredor fuera por el resto de la temporada. En vez de investigar, sin embargo, la liga ordenó que no se hablara del tema. Suggs recibió una carta en la que se le informaba que cualquier otro comentario sobre recompensas podría resultar en una "acción disciplinaria significante".

Tres semanas más tarde, Suggs aprovechó algo que sucedió en un partido entre Pittsburgh y Cincinnati para tratar de remendar su desliz: aclaró que no había sido su intención utilizar el término 'recompensa', y afirmó que en realidad sólo estaba hablando de que él y sus compañeros habían planeado "mirar de cerca", en aquel duelo con los Steelers, a ciertos jugadores como Ward; y citaba, como prueba de lo peligroso que era el receptor, el hecho de que ese domingo acababa de romperle la mandíbula en un bloqueo a Keith Rivers, apoyador novato de los Bengals.

Por su parte, tras escuchar los dichos y desdichos de Suggs, Ward comentó en televisión que la NFL debía hacer algo para erradicar las recompensas, aunque agregó que se sentía honrado de que los rivales le pusieran precio a su cabeza.

Todo esto sucedió en el 2008, insisto. Y la liga, por alguna razón que desconozco, prefirió silenciar a Suggs y tapar el asunto, en lugar de indagar a fondo, como por fin ha decidido hacer casi cuatro años después.

La NFL no necesitaba del duelo mediático de Suggs y Ward para enterarse de esto. Lo sabía desde hacía décadas. La denuncia de Zendejas había ocurrido 20 años antes.

La prueba de que la liga es consciente del problema desde hace tiempo, es que desde hace tiempo envía una comunicación a los equipos, cuando inician los campamentos de entrenamiento, en la que les recuerda que "no deben ofrecerse bonos ni premios por conductas inapropiadas dentro del campo, como, por ejemplo, faltas personales o intentos de lesionar oponentes".

"La prohibición de recompensas existe desde hace más de una década", admite Greg Aiello, vocero de la liga. Difícilmente la NFL pueda llevar más de una década prohibiendo algo que no sabía que existía.

No importa si son 100 dólares, 1,000 dólares o 1,500 dólares. Con los sueldos que se pagan en esta industria, es obvio que esos números representan premios simbólicos. Tan simbólicos como una palmada en la espalda por parte de tu entrenador, o un aplauso por parte de tus compañeros.

En la pretemporada de 1997, Bill Romanowski provocó, de un solo golpe, dos fracturas en la mandíbula de Kerry Collins. El impacto con el casco al mentón del por entonces QB de los Panthers, le valió una multa de 20,000 dólares al por entonces apoyador de los Broncos. Pero su equipo lo recompensó con felicitaciones y celebración en las laterales.

Así lo relata Romanowski: "Vine por afuera y le di con todo. Partí su mandíbula en 10 pedazos. Le brotaba sangre de los oídos, de la nariz, de la boca. Su casco estaba roto, la careta destrozada. Collins quedó fuera por varios partidos, y nunca volvió a ser el mismo después de eso. Le pegué con el casco, realmente duro. Cuando a alguien le pegan así, nunca lo olvida. Sólo los grandes como John Elway, Joe Montana, Steve Young o Troy Aikman pueden reponerse, pero no los mariscales de menor nivel. Tendrían que haber visto el festejo de mis compañeros. Parecía que acabábamos de ganar el Super Bowl".

Y era un juego de pretemporada.

Ahora que la liga finalmente ha puesto el tema sobre la mesa, empiezan a aparecer los arrepentidos.

Romanowski no se arrepiente del golpe a Collins; dice que fue "uno de los mejores de mi carrera". Pero sí se arrepiente de haberle roto un dedo a Dave Meggett, en un partido ante los Giants.

"Estábamos debajo de una pila de hombres, y yo trataba de quitarle el balón de las manos", confiesa Romanowski. "Lo único que pude agarrar fue un dedo. Supuse que era de él, así que lo partí. Escuché el grito desgarrador debajo de la pila. Ahora me siento pésimo por eso".

También surgen arrepentidos en Buffalo y Washington, dos de los equipos por los que pasó Williams, antes de su estadía con los Saints.

Luego de ser cortado por los Eagles, Buddy Ryan fue coordinador defensivo de los Oilers. En caso de ser cierto que Ryan implementaba un sistema de recompensas, como denunció Zendejas, entonces es posible que en Houston le haya enseñado esa práctica a Williams, por aquel tiempo entrenador de equipos especiales de los Oilers.

Tras una década con los Houston Oilers/Tennessee Titans, en la que también fungió como entrenador de apoyadores y luego coordinador defensivo, Williams fue nombrado entrenador en jefe de los Bills. Perdió casi el doble de los partidos que ganó en ese cargo, que ocupó entre el 2001 y el 2003, pero, en su último año, la defensiva de Buffalo fue la segunda mejor de la liga en yardas permitidas.

El profundo Coy Wire, reclutado por los Bills en la tercera ronda del draft del 2002, admitió días atrás que bajo el régimen de Williams había "compensación financiera" para quienes lesionaban oponentes.

"Había recompensas", sentenció Wire. "Es real. Eso ocurría en Buffalo. Lo que ahora la NFL califica como 'sistema de recompensas' era la norma allí. Y como era la norma, yo lo aceptaba. Era incorrecto, lo reconozco, pero habían tergiversado mi sentido de la normalidad. Yo pensaba que estaba haciendo lo adecuado. Le rompí el hombro a James Stewart, y él nunca volvió a jugar. Fui colmado de felicitaciones por eso, y ahora me da vergüenza. Entiendo lo mal que actué. Yo era un recién llegado. Era joven y tonto. Me gustaría haber sido lo suficientemente fuerte para decir: 'Oigan, esto no está bien'. Desearía haber tenido las agallas para ponerme de pie y tratar de frenar eso, pero no lo hice. Por eso estoy hablando ahora".

La tacleada de Wire que acabó con la carrera de Stewart, corredor que estuvo cinco temporadas con los Jaguars y cuatro con los Lions, sucedió en la pretemporada del 2003. Wire dice que no recibió premio en dinero, por tratarse de un juego de exhibición, pero recuerda que celebró con sus compañeros en las laterales.

"Me sentí bien por lo que había hecho, y eso me apena", confiesa Wire. "Estoy buscando a Stewart para hablar con él, decirle que me duele que él no haya podido seguir jugando después de eso. Me duele el hecho de haberme sentido orgulloso en ese instante".

Tanto en Buffalo como en Washington, donde Williams se desempeñó durante cuatro años como coordinador defensivo luego de ser cortado por los Bills, hay otros arrepentidos que describen detalles sobre el sistema de recompensas de Williams, pero, a diferencia de Wire, lo hacen con el pedido expreso de que no se revele su identidad.

Para mí, el valor de una fuente anónima es prácticamente nulo, y nadie de los Redskins quería dar la cara... hasta que, finalmente, alguien cedió. Por suerte abundan los ex jugadores convertidos en periodistas: ellos siempre están dispuestos a hablar de frente, con los colegas de su nueva profesión.

Matt Bowen, quien actualmente colabora en diferentes medios impresos y de Internet, jugó como profundo en Washington durante dos de las temporadas de Williams allí. Aquí, la confesión de Bowen sobre lo que ocurría en aquellos años:

"Los precios se fijaban los sábados por la noche, en el hotel del equipo. En una sala de reuniones establecíamos las recompensas para distintos jugadores rivales. Apuntábamos a los grandes nombres, y la meta era sacarlos del partido. Las cifras comenzaban bajas al inicio de la temporada regular: sólo un par de cientos de dólares por arrancarle la cabeza a un mariscal, o por quitar del campo a un corredor con un golpe a las rodillas. Había bonos especiales para bloqueos bajos. Colectábamos el dinero a través de multas impuestas entre nosotros mismos. ¿Llegabas tarde a una junta? Pagabas. ¿Fallabas tu asignación durante una práctica? Aportabas a la caja. Les dábamos lo recaudado a los entrenadores, para que ellos lo custodiaran. Después de estudiar el video del partido, se repartían los premios. Los montos crecían en playoffs. Mayor el escenario, mayor la recompensa. Ya no eran cientos de dólares, sino mil, o tal vez más, según el jugador al que habías lesionado. Esa es la verdad. No puedo ocultarla, ni disfrazarla. Era un sistema que todos aceptábamos. No podías no aceptarlo, cuando tu coordinador defensivo era Gregg Williams. El coach Williams es un excelente motivador, logra que hagas lo que él quiere: jugar duro, forzar los límites, sentar precedentes que el oponente verá en video. Yo quería hacer lo que el entrenador me decía, quería ser el hombre que los rivales temían. Si eso implicaba seguir jugando mientras sonaba el silbato, o dar un golpe bajo, lo hacía. No me arrepiento. Williams es el mejor maestro que he tenido en la NFL. Él me formó como jugador. Yo creía en él y sigo creyendo en él. Eso no cambiará. Algún día, cuando mis hijos crezcan, les diré que esta liga no es para cualquiera. No es fácil vivir con la mentalidad de 'ganar a cualquier costo'. Esa mentalidad es parte fundamental de esta actividad. No digo que sea correcta, o ética, pero la NFL no es una liga de niños, con sus padres como entrenadores. Este es el negocio de la victoria. Si hay que sobrepasar algunos límites, lo haces. Las recompensas, el juego sucio; todo eso es parte de este ambiente. Es una fea tradición, que ahora se pone de manifiesto con lo de Williams en New Orleans, pero no lo culpen sólo a él por esto. Encontrarán lo mismo en muchas otras ciudades de la liga. Ganar a cualquier costo; ésa es la premisa".

Lo que hizo Williams en New Orleans fue básicamente apañar un sistema que, entre otras cosas, según descubrió la NFL, premiaba con 1,000 dólares a quien lograba que retiraran a un oponente en camilla, y con 1,500 dólares a quien lograba que el oponente no regresara al partido.

Al revisar en frío el juego por el Campeonato de la NFC correspondiente a la temporada del 2009, da la impresión de que los Saints, quienes derrotaron a Minnesota en ese partido y luego a Indianapolis en el Super Bowl, estaban buscando lastimar a Brett Favre, por entonces mariscal de los Vikings.

Hubo varios golpes evidentemente tardíos, incluso cuando Favre no hacía más que entregarle el balón a un corredor.

"Me desprendía del ovoide y salía corriendo hacia atrás, para que no me pegaran", recuerda Favre. "Algunos ataques eran flagrantes; apuntaban directo al mentón. Siempre fui amigo de Darren Sharper [por entonces profundo de los Saints, ex compañero de Favre durante nueve temporadas en Green Bay], y él me dio duro un par de veces. Yo le decía: 'Sharp, ¿qué están haciendo?' Ahora la verdad ha salido a la luz, y me parece bien. Pero así es el fútbol americano. No me molesta. Lo único que en serio me molesta es haber perdido ese juego".

Otros jugadores alrededor de la liga que creen haber sido objetivos del sistema de recompensas de los Saints también levantan la voz; como Earl Bennett, quien sufrió una lesión en la Semana 2 del 2011, cuando New Orleans venció a Chicago en el Superdome. Declara el receptor abierto de los Bears: "Sólo espero verme otra vez con los Saints. Si ellos me tenían en la mira, yo los tendré en la mira a ellos".

Jay Cutler, mariscal de Chicago, asegura que en ese duelo ante New Orleans "me dieron una patada en la garganta. Fue en el tercer cuarto. A mí me costaba mucho hablar después de eso, y a mis compañeros les costaba mucho escuchar el conteo".

Algunas víctimas de lesiones están pensando incluso en demandar a los Saints, pero los expertos en leyes consideran que una acción de ese tipo tendría pocas probabilidades de éxito en la corte.

La corte de la NFL, mientras tanto, será seguramente implacable con los Saints y con Williams, quien ahora es coordinador defensivo en St. Louis.

Lo de los Saints y Williams representa sólo un ejemplo de algo que, en mayor o menor medida, ha existido y existe independientemente de ellos. Pero representar sólo un ejemplo no hará que ellos se salven de las terribles sanciones que les esperan.

Después de años de tapar el tema --probablemente para evitar que se manchara el escudo, como le gusta decir al comisionado Roger Goodell--, después de años de ser socia del silencio, la NFL decidió por fin tomar cartas en el asunto. Bien hecho. Mejor tarde que nunca.

Lamentablemente para los Saints y Williams, les tocó caer a ellos. Y será una dura caída, porque la liga se ha colocado a sí misma en una situación en la que se ve obligada a imponer, sobre este puntual ejemplo, un castigo ejemplar.