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Jugada cantada: Farrell y Hurdle

La jugada está cantada: John Farrell, de los Medias Rojas de Boston, y Clint Hurdle, de los Piratas de Pittsburgh, deben ganar los premios de Managers del Año en las ligas Americana y Nacional, respectivamente.

Boston, del sótano a la cima de la mano de Farrell

En el caso de Farrell no cuenta siquiera que haya ganado la Serie Mundial, pues las votaciones se entregaron antes de que se iniciaran los playoffs.

Si se tuviera en cuenta el resultado final no habría necesidad de gastar tiempo para explicar las razones por las que el manager de Boston lo merece por encima de sus colegas Terry Francona, de los Indios de Cleveland, y Bob Melvin, de los Atléticos de Oakland.

Farrell llegó a Boston para intentar reconstruir un equipo cuyo clubhouse estaba totalmente fracturado.

En el 2011, el escándalo de las cervezas le costó el puesto a Francona, el hombre que en el 2004 logró poner fin a una sequía de títulos de 86 años y añadió otra corona en el 2007, algo que en la larga historia de los Medias Rojas sólo consiguió Bill Carrigan en 1915 y 1916.

El remedio fue peor que la enfermedad, pues su sustituto, Bobby Valentine, acabó de destrozar la química del equipo desde el mismo inicio de los entrenamientos primaverales, lo cual dejó a la novena bostoniana en el sótano de la división del Este de la Liga Americana.

Entonces llegó Farrell a reparar lo que parecía irreparable, a tratar de aunar nuevas voluntades en torno a David Ortiz, Dustin Pedroia, Jon Lester y Jacoby Ellsbury como sus jugadores más históricos.

Y desde la misma arrancada se vio un equipo totalmente diferente, que dominó de principio a fin la división, para terminar con el mejor récord de todas las Grandes Ligas (97-65), idéntico al de los Cardenales de San Luis, precisamente rivales de Boston en el clásico de octubre.

Farrell fue audaz y no se casó con los nombres, sino que prefirió apostar a los hombres.

No le tembló la mano para aprovechar el sorpresivo momento ofensivo de José Iglesias y lo movió a la antesala, ante el bajo rendimiento de Will Middlebrooks.

Tras el canje de Iglesias a Detroit, se la jugó con el jovencito arubeño Xander Bogaerts, otro campocorto natural al que le encargó la defensa de la esquina caliente.

Y ante la pérdida tras efímera pasantía del cerrador Joel Hanrahan, contratado con bombos y platillos en el invierno, le echó mano al japonés Koji Uehara, quien se lució en la tarea de salvar partidos.

Farrell llevó del sótano a la cima a un equipo en cuestión de un año, algo que sólo ha ocurrido 11 veces en más de una centuria de historia de Grandes Ligas.

Hurdle, hacedor de milagros

Por más de dos décadas, los seguidores de los Piratas de Pittsburgh tuvieron que vivir de su historia.

Los recuerdos de Bill Mazeroski, Roberto Clemente y Willie Stargell servían de consuelo a una fanaticada que no vio a un equipo ganador desde George Bush padre era presidente de los Estados Unidos.

Pasaron los dos períodos de Bill Clinton, otros tantos de George W. Bush y el primero de Barack Obama, sin que los Piratas lograran izar la bandera de Jolly Roger en señal de victoria.

Hasta que llegó Clint Hurdle, quien en el 2011 tomó las riendas de un equipo que venía de perder 105 juegos el año anterior, el peor de la franquicia desde 1952.

Poco a poco, Hurdle comenzó a moldear el equipo en torno a la figura de Andrew McCutchen como jugador franquicia y tras emitir esperanzadoras señales en el 2011 y 2012, finalmente se hizo el milagro en esta ocasión.

Los Piratas tuvieron su primera campaña con marca ganadora desde 1992 y rompieron una sequía de 21 años sin ir a la postemporada.

Sí, es el mismo Clint Hurdle que obró el milagro en el 2007 de llevar a los Rockies de Colorado por primera y hasta el momento única vez a una Serie Mundial.

El dirigente supo sacarle el jugo a un muy mejorado Pedro Álvarez en su campaña consagratoria y le dio la titularidad del jardín izquierdo a Starling Marte, una de las revelaciones del equipo.

Explotó lo mejor del renacido Francisco Liriano, retorno del año en el viejo circuito, y apostó al mismo tiempo por la sangre joven de Gerrit Cole, ante la baja del zurdo Wandy Rodríguez.

Hurdle hizo que sus peloteros creyeran en ellos mismos y los resultados hablan por sí solos.

Sus rivales en la votación son el cubano Fredi González, de los Bravos de Atlanta, y Don Mattingly, de Dodgers de Los Angeles.

Pero tanto González como Mattingly tuvieron en sus manos equipos construidos para ganar, independientemente de que los Bravos no salieron como favoritos del Este, condición que en los pronósticos la tenían los Nacionales de Washington.

Y Mattingly que le dé gracias a Yasiel Puig por rescatar a un equipo que tras los dos primeros meses de temporada se hundía en la mediocridad y de paso le salvó el empleo a su manager.