<
>

Deshojando la Margarita por Cuba (I)

ISLA MARGARITA - Fracaso rotundo, estrepitosa caída, brusco despertar. Estos son algunos de los calificativos que muchos le otorgan al regreso de Cuba, representada por su campeón Villa Clara, a la Serie del Caribe, tras una ausencia de más de medio siglo.

Yo prefiero llamarlo aprendizaje, experiencia de la cual se pueden sacar valiosas lecciones que, de existir voluntad política, podrían redundar en un renacer del béisbol cubano.

Tantas décadas de aislamiento terminaron pasándole factura a los peloteros de la isla.

Los problemas que se iban acumulando quedaban enmascarados por el humo de los triunfos contra selecciones casi juveniles en Campeonatos Mundiales, Copas Intercontinentales y Juegos Olímpicos.

¿Qué pasó en Margarita?

Es tarea para los historiadores encontrar algún torneo anterior en que Cuba haya terminado en último lugar.

Tras conversaciones con jugadores y colegas que vinieron desde La Habana, pude inferir que
Villa Clara vino prácticamente a ciegas a un evento que quizás fue menospreciado por las autoridades deportivas de la isla.

Hubo expresiones de asombro por cosas que son normales en el béisbol caribeño, como la presencia de jugadores estadounidenses en las nóminas de los otros equipos.

O por la cifra ilimitada de refuerzos que traían los Tigres del Licey, los Naranjeros de Hermosillo, los Navegantes de Magallanes y los Indios de Mayagüez.

El incluir a cinco o seis refuerzos en el Villa Clara fue objeto de un debate nacional, aunque las diferencias entre Cuba y el resto responden a razones distintas.

En Puerto Rico, República Dominicana, México y Venezuela, muchos miembros de los equipos campeones declinan participar en la Serie del Caribe por los compromisos que implican la cercanía de los entrenamientos primaverales de Grandes Ligas.

En Cuba, muchos de los muchachos de Villa Clara, que se rompieron el alma en el terreno para ganar el campeonato, tienen en esta una posibilidad quizás única de participar en un torneo internacional y para bajarlos del avión habría que matarlos.

Los peloteros que vinieron a Isla Margarita, salvo escasas excepciones, se vieron verdes, superados en toda la línea por peloteros que han tenido la oportunidad de probarse en el mejor béisbol del mundo.

Por ejemplo, en la alineación abridora del Licey, los nueve han tenido participación en las Grandes Ligas y aunque ninguno de ellos ostenta la categoría de estrella, la experiencia de probarse a ese nivel les ha permitido crecer varios escalones por encima de los cubanos.

Bateadores sin disciplina en el plato, con dificultades para discriminar pitcheos fuera de la zona, errores defensivos infantiles, pifias mentales imperdonables y lanzadores de escasos recursos fueron la constante de los villaclareños.

Si no se fueron con las manos vacías fue gracias a un trabajo sobrehumano de Vicyohandri Odelín, capaz de cubrir las nueve entradas en el que quizás haya sido el juego de su vida.

Pero eso no cambia el panorama oscuro que vive hoy el béisbol cubano. Si acaso, les sirve de consuelo.

Ojalá que esa victoria en su último no contagie de conformismo a los dirigentes y una vez más metan la cabeza dentro de la arena como el avestruz.