<
>

CH14 y Ochoa, mellizos del abandono

LOS ÁNGELES -- Ídolos, símbolos, emblemas, íconos de sus equipos-incubadoras, hoy los hermana la sangre del abandono. Javier Hernández y Guillermo Ochoa no tienen equipo.

Cuentan, los rumores, algunos de ellos desperdigados alevosa e inconscientemente por sus representantes, que Chicharito y Ochoa son buscados por los balompiés de 210 países, aunque la ONU sólo reconozca 193, y ante la FIFA sólo hay 209 federaciones registradas.

La imaginación de esos charlatanes de tianguis sólo empobrece, en lugar de revalorar, a sus clientes.

Convertido en el orgullo de una cantera, de un manantial, que los errores de Jorge Vergara han convertido en un páramo, Javier Hernández es agregado a la gira del Manchester United por dos razones ajenas a las futbolísticas: para vender boletos entre los mexicanos, y como un acto de compasión a una mercancía que abarató Moyes, y que ya había despreciado ingratamente Ferguson porque el mexicano se atrevió a decir que "me frustra no tener más actividad".

Chicharito tendrá que agregar, a sus respetuosas y respetables devoción y vehemencia, fantasías, goles y pirotecnia en el área, para que pueda sobrevivir al desdén con que lo mira Louis van Gaal, más allá de la prosapia que ha adquirido como el Mariano Rivera del futbol, saltando de la banca para responder con goles y apagar incendios.

Guillermo Ochoa ha escalado el Everest del escepticismo. Llegaba al Tri para el Mundial de Brasil entre los cuestionamientos generales, con más acérrima mansalva por parte de los seguidores de Chivas y Cruz Azul, los primeros por una histórica animadversión reactivada, y los segundos para proteger a Jesús Corona.

Al final, Ochoa convence al más escéptico de todos: Miguel Herrera, quien había dicho a principios de año que "su estilo de juego no me convence". Notable ante Brasil, cumplidor ante Camerún, Croacia y Holanda, las proezas en el Mundial no le alcanzan para consumar un contrato, mientras se consume en la irritabilidad de ver que el acuerdo anhelado no llega.

Javier Hernández ve desfilar mentiras vestidas de rumores. Chelsea, Arsenal, PSG, Mónaco, Atlético de Madrid, y recientemente Inter de Milán. La pasarela se llena de fantasmas y de mentiras que se esfuman en el día a día.

La mitología de traspasos para Chicharito es ya un ocioso oficio cíclico de cada seis meses. Su llegada al Inter tiene más el ropaje de la especulación que de la realidad, mientras el delantero mexicano espera en esta gira una nueva oportunidad con el MUFC, pero no sólo para entrar a la cancha, sino hacerlo con el consentimiento, el interés, el auténtico deseo de observarlo por parte de Van Gaal.

Con Guillermo Ochoa ocurre lo mismo. Parece estar sentado en uno de esos ventanales de Amsterdam, ante los cuales desfilan, supuestamente, equipos ansiosos que revisan de pies a cabeza el curriculum del portero mexicano. Su estándar de cuchicheos sobre su futuro es más discreto, es más cauto, más conservador, que el de Chicharito.

Hasta el momento sobreviven dos apuestas: la impaciencia del Málaga y la paciencia del Getafe. Nada diferente del Ajaccio, equipo al que Ochoa salvó un año del descenso, pero en el segundo no pudo repetir la proeza, a pesar de ser considerado varias semanas, el mejor de la Liga de Francia.

Ochoa prefiere seguir en Francia. Sobre eso trabajan sus representantes. Un año más y podrá jugar como comunitario en Europa. Ha reducido sus pretensiones económicas. Hoy pretende menos que lo que cobraba hace tres años en el América.

Lamentable, al final, que dos jugadores que aún ocupan un sitio especial en los altares de sus equipos, deban debatirse en la incertidumbre, mientras, sus representantes tratan de encontrar un futuro más decoroso, para un delantero confinado a la banca, y un portero que sobrevive de un barco que se hundió en el descenso de la Liga de Francia.

Lamentable, al final, que el jugador con mejor porcentaje de goles por minutos jugados en la Liga Premier, y el portero con más atajadas en el acumulado de dos años en Francia, deban vivir recluidos en esa inestabilidad.

Chicharito goza un privilegio: el MUFC deberá pagarle puntualmente sus 152 mil dólares semanales si no consigue transferirlo. Y Hernández sabe que con tal de evitar cubrir ese sueldo, Van Gaal aceptaría cederlo a préstamo a quien acepte pagarle ese salario. Pero, cierto, semejante sueldo, intimida a muchos.

Guillermo Ochoa enfrenta otra realidad: su único activo es Guillermo Ochoa. Los derechos sobre su carta son su mejor negocio. Prefiere contratarse con su carta depositada en un club, y no firmar simplemente por un salario. Su contrato estaba tasado en seis millones de euros. Las ofertas que tiene en la mesa, no se interesan en la carta de propiedad, sino mediante uno de los atajos de FIFA, sólo en contratar sus servicios.

Y no deja de ser irónico que a Chicharito y a Ochoa, los enemisten, los contrapongan, las cunas de marcado antagonismo de las que proceden, y hasta las posiciones que ocupan en el campo, para que terminen siendo siameses de la tragedia, de vivir en ese purgatorio de la incertidumbre.

Hoy, ambos, lamentablemente, no son dueños de su futuro.