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Los Cubs no son unos idiotas

Boston, Chicago, un Bambino y una cabra. Dos ciudades, dos maldiciones que marcaron más de un siglo de beisbol. Una tardó 86 años en esfumarse, la otra podría romperse después de seis décadas de haber sido pronunciada.

¿Pero qué tanto tienen en común los Red Sox de 2004 y los Cubs de 2015?. Poco en realidad. La similitud obvia es su gerente general, Theo Epstein. La mente joven más venerada del beisbol, luchó contra los paradigmas para romper la Maldición del Bambino y después de cuatro años de aterrizar en Chicago amenaza con repetir la hazaña. Aparte de Epstein, Red Sox y Cubs comparten el verde en la barda de sus jardines. Unos tienen un "monstruo" y los otros una enredadera... y hasta ahí el parecido.

Los Red Sox de 2004 fueron bautizados "los idiotas", un grupo de tipos despreocupados por las apariencias y capaces de mantener la sonrisa hasta perdiendo por tres juegos la Serie de Campeonato ante los Yankees. ¿Los Cubs? Nada de tonterías. Los aspirantes a romper la maldición de la cabra son y también parecen peloteros profesionales.

Boston se sacudió la Maldición del Bambino con los bates veteranos de David Ortiz, Manny Ramírez y Jhonny Damon, los tres rondando los 30 años de edad. ¿Chicago? Qué tal cuatro novatos en el line-up y el poder descomunal de tres bates que promedian menos de 24 años. Anthony Rizzo, Kris Bryant y Kyle Schwarber.

Los Red Sox contaban con dos de los mejores lanzadores de la época en su rotación: Curt Schilling y Pedro Martínez. Los Cubs no tendrán a dos salones de la fama pero tienen al mejor del momento. Subir a Jake Arrieta a la lomita es lo más cercano a un triunfo asegurado.

Y por último el manager. Hacía falta un hombre sobrio y capaz de poner equilibrio al multicolor de personalidades que eran los Red Sox de 2004. Terry Francona lo logró con solo 45 años. Con sus 61 a cuestas Joe Maddon es el alma de los Cubs y uno de los managers más hipster del big show. Nunca jugó beisbol más allá de Clase A y no teme tocar la bola una, y otra, y otra vez.

Sin largas melenas, con mucho poder y con sangre joven, los Cubs están más cerca que nunca de romper la Maldición de la Cabra y regresar a la Serie Mundial.