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Eriksson, el mejor lazarillo para Osorio

MÉXICO, D.F. -- Respeta, dice, todas las opiniones, aunque es evidente que no le parece respetable que se las digan.

Asume ya, realmente como técnico. Y Juan Carlos Osorio provoca risas entre los representantes de medios, cuando puntualiza la relación "con ustedes la veo normal".

Cierto, no se ha quemado ningún cartucho de pólvora. Su pelota sigue quieta y virginal. El martes 17, con la bandera a media asta o a toda asta en San Pedro Sula, la relación empezará a ser anormalmente normal y normalmente anormal.

Empieza a desechar la diplomacia. Saludablemente, sin duda, desempolva los anaqueles de nostalgia, para imponer su librito.

"Respeto a los anteriores entrenadores, pero yo voy a respetar los perfiles naturales de cada jugador", dijo para aceptar que sí hay injerencia inevitable de Santiago Baños en la convocatoria, pero que no la habrá en la forma de juego.

"Sí hoy estuviera sano Paul (Aguilar), tendría que pelear el puesto con Miguel Layún", asevera con voz dura, sin los artificios melosos y dulzones con que antes encaraba aristas de posible polémica.

¿Hay un mejor Aguilar que Aguilar? No, y menos después del estupendo golazo del triunfo ante Estados Unidos. Pronto lo habrá: Raúl el Dedos López, pero en las próximos meses, aún no.

¿Hay un mejor Layún que Layún? No. Y la mejor aproximación aún no aparece en el páramo futbolístico que es el futbol mexicano, donde abundan los no no nacidos en el país.

Osorio sabe que juega de visitante. Su naturalización como mexicano se la darán los marcadores, no sus empalagosos discursos de llegada.

Al arribar este lunes a la conferencia de prensa saludó sonriente sin mirar a la audiencia. Cuando terminó la confrontación, se despidió con la misma gentileza sin encontrar respuesta.

Vaya Usted anotando: si lleva a México al Quinto Partido -así, en mayúsculas, como si fuera una galaxia inalcanzable-, le rogarán que acepte el Águila Azteca, una condecoración que en 1986 recibió hasta Bora Milutinovic.

Y vaya Usted anotando, si cascabelea la selección ante Honduras -y Osorio lo sabe bien-, cotizará en la popularidad de ser el más impopular con Donald Trump. Goles y triunfos son amores.

Este lunes, en la práctica, en los pocos minutos expuestos a la prensa, Osorio pareció enfadarse por insistir en obviedades. Y saltó de ultratumba la voz de Ricardo LaVolpe poco antes del Mundial de Alemania: "El futbolista mexicano es un analfabeto táctico".

El técnico argentino no mintió en esa autopsia cruel del jugador mexicano, que no tiene la culpa, porque en sus talleres de formación se les ordena, pero no se les explica; se les forja, pero no se les culturiza.

LaVolpe lo dijo, Osorio, ahora recién lo está aprendiendo. Seguro con jugadores como Miguel Layún, Andrés Guardado y Javier Hernández podrá encontrar retroalimentación inmediata. El sufrimiento los ha hecho sabios.

Va quedando en evidencia el penoso trasiego de Osorio. Tendrá unos días para entender a su nuevo futbolista, y el jugador mexicano tendrá menos tiempo para entender a su nuevo entrenador.

Uno, Osorio, quiere generar cambios --¿necesarios e innecesario?--, pero ¿querrán los otros que los cambien? No olvidemos que tras el triunfo ante EEUU algunos jugadores mexicanos arrimaron incienso al espectro de Miguel Herrera. Hay lealtades que eligen, perezosamente, irse a la tumba con el difunto.

Hoy, por tanto, en este nuevo escenario, lo más afortunado para México es que Osorio se preocupe más por conocer al alter ego del mexicano que juega, que al jugador mexicano. Podrá desentrañar más misterios, que lo acerquen al éxito, fuera que dentro de la cancha.

Es más extenuante y abrumador, pero será más revelador destripar espiritualmente al futbolista mexicano y entender cómo funciona.

Y para ello, ojo, hay un entrenador que le podría orientar mejor que nadie. Y no, no es ni LaVolpe, ni Javier Aguirre, ni Miguel Herrera, ni Manuel Lapuente, ni Hugo Sánchez, y mucho menos el Chepo de la Torre.

El mejor lazarillo para Osorio en esas tinieblas, sería Sven-Goran Eriksson. Sin lugar a dudas.

El sueco aún busca en La Malinche, Frida, Cantinflas, El Chapulín Colorado, Freud, Jung y Marx, la explicación sobre esas fibras que nunca pudo sensibilizar en el futbolista mexicano.

Y no, no eran ni la Fibra 1 ni la Fibra 2, del gastroenterólogo táctico Osorio.