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Marcando vidas

ANAHEIM -- El sol brillaba con mágico esplendor en el cielo de California, el firmamento estaba completamente azul y nadie extrañaba las bellas nubes blancas que se habían esparcido al comenzar el día y mucho menos la polución que tanto ha caracterizado a este estado.

Era un hermoso día para los californianos, los Angelinos jugaban en casa y era domingo de niños en el estadio, bajo un gran murmullo, casi ocho mil niños desfilaban a través del terreno, vestidos con sus pequeños uniformes, los cuales, muchos eran replicas exactas de los que usan los jugadores de Grandes Ligas.

A un costado del terreno, postrado sobre una de sus rodillas, cerca de la primera base, un jugador del equipo contrario le daba la mano a cientos de los niños que pasaban caminando con sus caras risueñas. "¡Wao, tú pareces estar más emocionado que los mismos niños!" le dije al verlo como sonreía enérgicamente saludando con entusiasmo a los pequeños feligreses"

"Tú no sabes lo que todo esto significa para mi" me respondió él poniéndose de pie y tomando su guante, para encaminarnos juntos hacía el jardín derecho.

"En este mismo estadio, un domingo en la mañana hace diecinueve años atrás, mi vida cambió por completo"

Mi compañero tomó una pelota y frotándola en sus manos me miró a los ojos y me dijo "yo, al igual que estos niños que ves marchando por el terreno, un día vine a este estadio; los Angelinos jugaban contra los Medias Rojas, el cual era mi equipo favorito. Mientras recorría el campo, los Medias Rojas estaban haciendo sus lanzamientos de calentamiento, a uno de los jugadores se le fue la pelota hacía atrás y vino corriendo a buscarla justo al lado mío.
Mi madre me dijo que mi cara estaba llena de asombro, mientras que aquel gigante de seis pies tres pulgadas, de piel oscura y casi trescientas libras, me tendía la mano con una hermosa sonrisa y me decía "Hola jovencito ¿cómo estás?"

Yo estaba anonadado mirando este hombre gigantesco, le estreché la mano, él me regaló la pelota y corriendo volvió de vuelta a sus entrenamientos. Yo nunca olvidaré ese día"
En ese momento mi compañero volteó de nuevo a ver los niños como sonriendo saludaban a sus padres que estaban en las gradas y terminó diciéndome "Yo estoy seguro que para ese jugador fue solamente un día más en su trabajo, nada especial para él, pero para mí ¡fue el día en que conocí a un jugador de Grandes Ligas!

Yo traía una camiseta número 21 de Los Medias Rojas, que era el número de Roger Clemens, él era mi jugador favorito, pero desde ese día en adelante el juego para mí fue diferente.

Desde que llegué a mi casa busqué información acerca de quién era ese gigantesco señor, quien aunque no era mi pelotero favorito, había marcado mi vida y fue cuando supe que era Mo Vaughn, la artillería pesada de la ofensiva de los Medias Rojas y yo sabía ya que lo recordaría por el resto de mi vida.

En ese momento mi compañero volvió a ver a los niños y con una sonrisa nostálgica terminó diciéndome "Yo quizás nunca llegue a ser una súper estrella en este deporte, pero llegará el día en que quizás uno de esos niños dirá "¡David Aardsma fue el primer pelotero de Grandes Ligas que yo conocí!" y ese quizás sea nuestro deber como jugadores, hacer de este deporte el camino que otros seguirán, pues alguien alguna vez les hizo especial algún momento".

Después de terminar nuestros ejercicios de calentamiento me quedé pensando en sus palabras y recordé como una mañana de un noviembre cualquiera en el estadio del ingenio Porvenir de la ciudad de San Pedro de Macorís yo conocí a Sammy Sosa. Tenía apenas quince años y practicaba con los Gigantes de San Francisco. Sammy había ido a mirar la práctica y fue sorprendente para mí verlo dar la mano a todos los niños que estábamos allí, uno por uno hasta que terminó la larga fila. Quizás como dice Aardsma para nosotros los jugadores de Las Mayores es solamente un día más en el cotidiano ir y venir de nuestro trabajo, pero para aquellos que viven tratando de alcanzar el difícil sueño de las Grandes Ligas, es mucho más que un alto en el camino.

En mis veintiún años de carrera como jugador profesional he tenido la oportunidad de jugar junto y en contra de grandes jugadores; he podido charlar con grandes estrellas de este deporte, como Sandy Koufax, Bob Gibson, Lou Brock y Buck O'Neil (QEPD). Aunque muchos de ellos han sido tan grandes en este negocio como lo ha sido nuestro Sammy Sosa, nunca podré olvidar aquella inesperada mañana cuando estreché la mano de aquel jugador a quien muchas veces había visto en la televisión.

En alguna ocasión escuché alguien que dijo "La mejor persona no es la que más admiramos, sino la que llega a nuestra vida en el instante preciso, pues es mejor conocer a la persona correcta en el momento oportuno que conocer la que admiramos y quedar desencantados"