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Hijos de Mami

MINNEAPOLIS -- Uno de los días feriados más especiales en casi todo el mundo ha sido siempre El día de las madres; En el béisbol de Grandes ligas y para nosotros los jugadores de Las Mayores es mucho más que un día especial, es la fecha en que todos recordamos y muchos concedemos méritos a quien en todos los sentidos de la palabra le debemos nuestro éxito.

Muchos jugadores expresan su eterna gratitud usando bates y muñequeras de color rosado, llevando en sus uniformes la insignia del cáncer de mama o pintando sus cabellos de color rosado como lo ha hecho ya en varias ocasiones el jardinero Nick Swisher cuando jugaba con los Atléticos y los Medias Blancas.

Puede ser que para muchas personas sea una impactante sorpresa el saber que entre tantos jugadores en el béisbol de las Ligas Mayores exista una frase ante la cual muchos de nosotros somos muy sensibles y orgullosos de decir "somos hijos de mami".

He aquí varias historias de algunas de las estrellas que muchos de ustedes admiran.

"Si no fuera por mi madre yo nunca hubiera podido jugar béisbol", me dijo una vez un compañero, "mi papá trabajaba todo el día y mi madre era quien me llevaba al estadio a mis juegos de pequeñas ligas, semana tras semana. Mi pobre mamá se sentaba ahí por horas hasta que nosotros terminábamos".

El jugador esbozó una triste sonrisa y continuó diciendo. "Cuando me iba mal, la pobrecita siempre sabía como consolarme, muchas veces se ponía a lanzar conmigo en el patio de la casa, porque mi entrenador le dijo que la razón por la cual no me ponía a jugar más, era porque yo era muy malo en los jardines. Ella me lanzaba la bola lo más alto que podía para que yo aprendiera a atraparla".

"¿Qué crees, le gustarán?" Un jugador le preguntó a su compañero en otra ocasión enseñándole una combinación de aretes y un reloj de diamantes que había comprado para su madre.

"Ya te dije que están preciosos, no te preocupes a todas las mujeres les gustan los diamantes".

"Es que quiero algo muy especial, ella se lo merece", respondió el jugador cerrando el pequeño cofre y guardándolo delicadamente dentro de su camerino.

"Todas las madres se merecen lo mejor", le respondió su amigo sonriendo.

"¡No, mi madre es un caso muy especial!" Le respondió su compañero dándose la vuelta. "Tú no sabes lo que ella tuvo que pasar para criarme; mi padre era un ingeniero y mamá una simple muchacha de barrio con la que él salía. Él la abandonó desde que supo que estaba embarazada. Mi viejita me crió lavando ropa ajena, pues el cobarde de mi padre me negó. Cuando tuve uso de razón le pregunté a mi madre donde estaba mi papá y ella me contó lo que había pasado; ese día fue el más triste de mi vida".

Su compañero sintió como a su amigo se le quebraba la voz y avergonzado por lo que había dicho, se acercó y lo abrazó.

"Cuando era niño mi madre siempre me recalcaba que tenía que ir a la escuela, que tenía que ser alguien en la vida y con el paso del tiempo pude darme cuenta cual era su gran afán para que yo estudiara".

En ese instante los ojos del jugador se humedecieron al llenarse de llanto, "Ella siempre se culpó de que mi padre nos hubiera abandonado, pensaba que si ella no hubiera sido una simple lavandera quizás mi padre no se hubiera marchado. Yo me llené de rabia y fue cuando ya no quise estudiar más. Comencé a jugar béisbol porque no quería ser como mi padre, cualquier otra cosa menos eso. Mucha gente me criticó cuando dejé la escuela para jugar pelota pues era muy buen estudiante, pero yo preferí ser ¡el hijo bruto de una lavandera, analfabeto con dinero como nos llaman a los peloteros, que ser como mi padre!" En ese momento el jugador limpió las lágrimas que rodaban por su rostro y dijo "esos aretes y ese reloj es su regalo de graduación, mi madre hace un par de años volvió a la escuela y se va a graduar dentro de poco".

"Quiero que sepas algo", comenzó diciéndole la madre a su hijo en el cuarto de su hotel "pase lo que pase mañana, quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti".

"¿Por qué me estás diciendo eso mamá", le preguntó el jugador sorprendido al ver como su madre casi llorando le tomaba la mano y lo miraba a los ojos.

"Sé que el compromiso que tienes mañana es algo sumamente grande, pero tú haz llegado más lejos de lo que nunca nadie había pensado".

El joven jugador mirando a su madre le dijo que no se preocupara que todo saldría bien, luego que la madre partió, el jugador llamó a una de sus tías para preguntarle que le pasaba a su madre que estaba de esa manera, la tía le contestó que en todos los periódicos del país decían que él no pasaría de la primera entrada ante el equipo que le tocaba lanzar al día siguiente.

El colgó el teléfono y cerrando sus ojos se imaginó todo lo que su pobre madre había tenido que escuchar de la gente. Al día siguiente en la octava entrada el joven lanzador llevaba la anotación dos a cero a su favor, siendo esa, hasta el momento, la mejor actuación de un lanzador latinoamericano en una Serie Mundial.

Años después el jugador al ser entrevistado en un canal de televisión sobre cuál ha sido el momento más grande de su carrera respondió "El día en que salí del terreno de juego al final de la octava entrada de aquella Serie Mundial y ví a mi madre llorando de alegría en las graderías".

"Espera un momento" le dijo una humilde madre a su hijo en otra ocasión, mientras iba a la cocina y venía corriendo con una botella de champaña (la cual ella había comprado después de varios meses de ahorro) y destapándola la derramó sobre la cabeza de su hijo; el jugador empapado de pies a cabeza se quedó mirando a la madre perplejo, ella sonriéndole dijo "Mañana viajas a los Estados Unidos por primera vez y estoy segura que comenzará una vida llena de éxitos para ti ¡llegará el momento en que las mujeres y los fanáticos te llenaran de gloria y quiero que recuerdes que tu primer baño de champaña te lo di yo, la mujer que más te ha querido!"

Son muchas las historias de nuestros jugadores latinos en las Ligas Mayores que han sido inspirados por sus madres para alcanzar fama y fortuna, como es el caso de Marcos Scutaro quien le prometió a su mamá a la edad de catorce años, en su lecho de muerte, que llegaría a jugar en Las Grandes Ligas, ya que ella era la única persona que entendía su amor por el béisbol o la increíble historia de una de nuestras mejores glorias quien a finales de los años noventa se retiró en el apogeo de su carrera para cuidar a su señora madre que se moría de cáncer.

Hay muchas canciones que se pueden dedicar a la autora de nuestros días, honestamente no sabia cual escoger y encontré dos, con las cuales, creo yo, se expresa todo el sentimiento que podemos tener los seres humanos por la mujer que nos dio la vida. Hoy quiero, en honor a todas las madres del mundo, dedicarles las letras de un par de canciones. Una es la que interpreta el maestro Mexicano José José "Madrecita" y la otra es "Mamá" interpretada por IL Divo. En ellas se expresa el amor y admiración por el ser más importante en nuestras vidas y carreras.

Madrecita
Y aunque amores yo tenga en la vida
que me llenen de felicidad
como el tuyo jamás madre mía,
como el tuyo no habré de encontrar.
Tu cariño es mi bien madrecita
en mi vida tu haz sido y serás
el refugio de todas mi penas
y la cuna de amor y verdad

Mamá
Mamá, gracias por ser quien soy
gracias por todas las cosas que no soy
perdóname por las palabras
que no te he dicho y
por los tiempos que ya olvidé.
Mamá, perdona las veces
que te hice llorar
perdóname por no hacer lo correcto.
Mamá espero que te esto te haga sonreír
espero que estés feliz con mi vida
en paz con cada decisión que yo tomé.