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En Coapa, ya no son Águilas, son mastines

LOS ÁNGELES -- No son Águilas, son mastines. Porque acosan. Porque amedrentan. Porque muerden. Porque agobian. Porque resisten. Porque persisten. Sí, este equipo del Tano es todo un espartano. Dispuesto a matar y morir en la misma cita.

Tras el calamitoso inicio de torneo con El Indiecito Solari, Fernando 'El Tano' Ortiz, no sólo ha exaltado, sino que además ha exultado al americanismo. Le ha devuelto los genes, los cromosomas, la sangre propia de El Nido de Coapa. Su afición ya no habita bajo las piedras del bochorno.

Seis victorias al hilo. La sensación previa a la encerrona en El Volcán, era que las Águilas habían recolectado las zaleas humeantes de puro muerto (Toluca, Necaxa, Juárez, Tijuana y León). Ésta, ante Tigres, era la prueba suprema para el América por diversos factores: el estadio, la rivalidad, su propia racha de cinco triunfos, y, claro, las vísceras envenenadas de Miguel Herrera.

América aprobó de manera espléndida en la cancha, aunque de manera tacaña en el marcador. Sí, porque fue sólo un 2-0 y porque la figura del partido fue Nahuel Guzmán, entre sus habilidades como arquero y sus quehaceres como terrorista de la cancha. El Patón evitó al menos tres, incluyendo su faramalla que significó anularle un gol a Diego Valdés. Si, aquello pudo –y debió— ser una masacre.

Describir al América, exponer una radiografía puntual de sus méritos es muy sencillo, muy simple: juega con una sobriedad y seriedad que no le permite distraerse. Se compenetra absolutamente en la devoción y responsabilidad del juego. Nadie cede. Nadie arredra. Nadie se relaja. Mastines, pues.

El clan de El Nido marca, asfixia, recupera, y cuando lo hace, hay gestos tremendos de solidaridad. Siempre hay un compañero para desahogar o para marcar el relevo. América no sufre con la pelota, porque hay un compromiso gremial, además de un apego inquebrantable, especialmente, a desposeer del balón al rival. Sin duda, insisto, muy espartano el equipo del Tano.

En medio de esas seis victorias consecutivas, sólo ha recibido un gol. Y no se trata de proezas aisladas de su zona defensiva, más allá de algunos actos circenses de Guillermo Ochoa. Se trata, más bien, de que el embudo, el filtro empieza a angostarse, desde los primeros escarceos del adversario por hacer daño.

Ésta, ante Tigres, es la mejor exhibición de las Águilas que, insisto, parecen mastines entrenados para batallas encarnizadas. Cierto, el despliegue físico no permite florituras que quedan, acaso, en los pies de los talentosos, especialmente Diego Valdés, Richard Sánchez, y este sábado, hasta el mismo Federico Viñas le envió un mensaje a Miguel Herrera, tras las últimas semanas en que ambos coincidieron, en agrias referencias, en Coapa.

Mérito tuvo El Nido en neutralizar a Tigres, pero, así como lo exhibieron antes Puebla, Pachuca y Necaxa, los felinos sufren bajo presión, especialmente, cuando como ocurrió ante La Franja, Tuzos y Rayos, le secuestran a Juan Pablo Vigón y le arruinan la sorpresa y el desbalance que ofrece.

Pero esos lapsos de desorden de Tigres no son nuevos. Le ocurrió ante Juárez, Cruz Azul, San Luis, y hasta ante Mazatlán, estuvo a punto de dejar el resultado. Miguel Herrera debe percibir lo que ocurre, pero no puede o no sabe cómo solucionarlo.

Puntualmente, en partidos como el de este sábado, aunque la afición de Tigres se escandalice y se persigne con histeria, pero por la dinámica, intensidad y ritmo, terminó desfasando a André Pierre Gignac, pero, quien tiene la etiqueta de inamovible e intocable. Ante América, Luis Quiñones desapareció y el mismo Florián Thauvin, empeñoso y todo, ni remotamente disputa con propiedad un balón para recuperarlo.

Es la migraña del Piojo Herrera. Porque, además, ha perdido cuatro juegos, y tres de ellos ante los otros ubicados en la zona VIP de la Liguilla, y que ya se mencionaron: Puebla, Pachuca y América. Cierto, no perderá una plaza entre los cuatro primeros, pero mientras El Piojo no solucione ese desorden “in crescendo” que se presenta en cada juego, sus aspiraciones al título se reducen

Ojo: al final, Miguel Herrera es un experto en Liguillas. Va a jugarla como debe, más que como quiere, y a todo lo que puede. Para la serie final del torneo hará ajustes, dejará de lado el espectáculo y mostrará la versión más mezquina que pueda de estos Tigres, porque sabe que es muy distinta la verbena de 17 fechas, al Juicio Final de una Liguilla. Ya se verá