El instrumento cerebral vence al físico

Ser incapaz de evitar llevar su función dentro del ring a un plano absolutamente físico fue el error mayor que cometió Fernando.

DESTROZO: Oscar de la Hoya noquea a Fernando Vargas en el undécimo asalto.
El combate Oscar De La Hoya - Fernando Vargas, no me sorprendió en nada. Como yo esperaba, fue tan excitante como interesante. También fue peligroso para ambos pugilistas desde el primer campanazo, y los estilos coincidieron para delicia de los fanáticos.

Pero, finalmente, el instrumento cerebral venció al físico.

Eso no quiere decir que Vargas carece de inteligencia. Ningún boxeador torpe puede durarle tanto tiempo a un pegador tan certero como lo es Oscar. El problema fundamental de Vargas es su gran confianza en su estilo y la pegada, que habían puesto a dormir a 20 de los 22 oponentes que había tenido antes de enfrentarse a Oscar. Su ansiedad era la de convertir a De La Hoya en su vigésimo primer nocáut.

Los comentarios que Fernando había pregonado antes de la pelea eran serios y sinceros. Y cuando trató de convertirlos en acción dentro del cuadrilátero, se encontró con sorpresas inesperadas. Sí, Oscar no pelea como el mexicano clásico que camina hacia adelante resistiendo golpes hasta finalmente triunfar por su valor y guapería. Y no se detiene por gusto frente a un guerrero del tipo de Vargas para demostrar que es mas macho que él.

Cuando Oscar de la Hoya se detiene y cambia golpes con su oponente es cuando se le presenta la oportunidad. Y lo hizo el sábado unas cuantas veces, cuando veía a Vargas desconcertado emocionalmente. El boxeador guapo se debilita mentalmente cuando su acción no le resulta… cuando trata de conectar golpes que no falla con otros oponentes y ahora le resultan inoperantes. El valor natural de Vargas lo mantuvo de pie y con esperanza durante todo el combate. Pero la inteligencia de Oscar lo obligaba a fijarse en la actitud de Vargas en todo momento.

Oscar sabía cuando Vargas sentía los golpes físicos y más importante aún, cuando sentía los psicológicos. Vargas también notaba la reacción de Oscar cuando era impactado, pero no se enteraba de la condición psicológica y emocional de su rival. Sin duda alguna, Vargas disparó muchos más golpes que Oscar, aunque conectó menos. Esa condición tiende a desmoralizar al que dispara, y fortalecer psicologicamente al que lo hace fallar. Además, ser incapaz de evitar llevar su función dentro del ring a un plano absolutamente físico fue el error mayor que cometió Fernando. Comenzó el combate intentando estar relajado y en control de sus emociones, pero los jabs de izquierdas de Oscar desde el principio de la pelea lo forzó a la realidad: Tenía coraje y quería despedazar su rival.

Cualquiera que pelee con Oscar con coraje, su chance de vencerlo se anula automáticamente.

No voy a entrar en detalles sobre el combate asalto por asalto porque sería aburrido en comparación a la gran excitación de verlo y oirlo. Pero esa combinación de poderío físico contra estrategia y técnica nos brindó un espectáculo de gran interés para el fanático interesado en las producciones especiales que se dan dentro de un cuadrilátero.

Por supuesto, yo no tengo ninguna duda de que Vargas, su estilo y talento, acompañado con sus bombas demoledoras, es un rival peligroso para cualquiera que se enfrente a él dentro de las cuatro sogas. Su persecusión de Oscar mantuvo al público de pie, Chegüí incluido. Todos sabíamos que si el muchacho lograba colocar una de sus bombas en el sitio perfecto, goodbye Mr. Goodlooking. Así de peligroso es Fernando Vargas.

Pero mis alegaciones una y otra vez es que si yo me dedicara a manejar boxeadores, haría como siempre lo hizo Cus D'Amato con su establo de pugilistas que incluía a Floyd Patterson, Mike Tyson, y este servidor: Me siento con el futuro boxeador y hablo un par de horas con él. Si lo noto con suficiente capacidad para entender los instrumentos emocional y psicológico en la ecuación pugilística, lo firmo al instante.

Esa fue la diferencia el sábado pasado en el Hotel Mandalay en Las Vegas, cuando el pensador Oscar De La Hoya despachó al guapetón y super-macho Fernando Vargas por la vía del nocaut en el undécimo asalto.

JOSÉ 'CHEGÜÍ' TORRES fue ganador de la medalla de plata del peso mediano-ligero por los EE.UU. en los Juegos Olímpicos de 1956, posteriormente fue campeón mundial de los pesos semi completos. A su retiro, se convirtió en autor y periodista del boxeo con una gran experencia.

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martes, 17 de septiembre