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En el suelo de Sudáfrica, el cielo de Mandela

Johannesburgo -- En las profundidades de los ojos que antes había sumisión e ira (amigos íntimos de la esclavitud), hoy se ilumina en el sudafricano común la inconfundible luz de la libertad (amiga inseparable de la esperanza).

Esta era la tierra del apartheid. Era suelo cruento, colonizado, sin derechos. Era pueblo oprimido.

Pero el puño que sometió a esta tierra a su dominio, que privó al pueblo de sus derechos elementales, que le interrumpió durante décadas sueños e ilusiones, hoy muestra un rostro distinto, fruto de los nuevos aires que soplan en tierra de libertad.

La fuerza del opresor no fue vencida con misiles ni tanques. Fue vencidad por la convicción de un hombre que domría en prisión creyendo que la lucha de Gandhi, de libertad sin violencia, era posible.

Imágenes del estadio de Johannesburgo durante el atardecer

Sudáfrica es Nelson Mandela. Su tierra es su cielo. Pocos hombres en la historia de la humanidad poseen la capacidad de influencia sobre su gente como Mandela.

En tiempos del apartheid, el opresor le temía a un líder, a Mandela. Por temor al líder, encerró en prisión 27 años al hombre. Le privó de la libertad de moverse entre su pueblo, de convivir con sus hijos, de vivir las muertes cercana. Cualquiera en lugar de Mandela habría sembrado su corazón de odio y deseos de venganza. El opresor no sólo lo quería preso. Fraguó algunos planes para liquidarlo, para asesinarlo, según varias versiones consignadas en la historia de este país. Para el opresor, Mandela se volvió su sombra, su pesadilla, el reclamo de la conciencia.

Mandela dejó la prisión con espíritu renovado y un liderazgo más sólido. No tenía tiempo para el rencor y la revancha. No pensó en el exterminio de sus opresores, sino en darle una oportunidad a su pueblo. Su liderazgo político era evidente. Ya con el derecho al voto reinstalado, Mandela fue presidente. El pueblo lo adoraba y adora. Este héroe que está cercano a la divinidad en el cielo de los sudafricanos, cumplirá 92 años el próximo mes. Soñó ganar la libertad y ganó. Sólo unir al pueblo en la lucha por la igualdad y lo logró. Soñó ganar un mundial de rugby con la selección de Sudáfrica y lo logró.

Mandela estará el viernes en la inauguración de una Copa del Mundo que fue entregada por la poderosa FIFA a este país porque Mandela en la pieza angular de la inspiración. Es el detonador de sueños. Irá al nuevo estadio Soccer City cargando la responsabilidad de la idolatría popular e irá con esa luz propia que ilumina el sendero de millones de africanos. Pero también irá con sus dolores propios de sus 92 años de vida.

Mandela aparece poco en público, pero está en todas partes. En fotos, en monumentos, en la senda inspiradora de cada ciudadano. Pero tiene 93 años. Uno recuerda en estos momentos, acá, tan lejos de casa, aquella frase de Eduardo Galeano dedicadas al poeta Juan Gelman, que vivió otro tipo de atrocidades: "Los años y los dolores, en lugar de mutilarlo, lo han multiplicado".

Hoy todos los sudafricamos tienen un pedazo de Mandela en su corazón. Mandela es el motor de este pujante país cuya meta actual es la superación, no la sumisión. Su futuro es la aspiración, no la absolución.

El sudafricado entiende sin reparo alguno que el trabajo sigue, no como esclavo, sino como un empleado con derechos y obligaciones. Le queda claro que el país se tiene que dar prisa para alcanzar la velocidad del mundo. El vértigo de la globalización le tomó mucha ventaja, pero aquí van entrando a la modernidad con sus propios métodos, con su olor, su color, sus tradiciones, sus costumbres, sus lenguas, sus encantos, su sentido democrático, su nuevo aire de igualdad. Van sin discriminar a nadie. Hoy millones de negros sudafricanos saludan con luz en la mirada. Han hecho suya la esperanza de un mundo mejor.

Pero saben que antes hay que terminar de cicatrizar las heridas del apartheid. Sudáfrica todavía vive la dicotomía de la pobreza y riqueza extrema. Se nota en zonas de esta metrópoli, una de sus capitales. Hay pinceladas de modernidad, pero también retratos de atraso. En resturantes, en hoteles, en la ciudad entera, los negros son la masa trabajadora. Pero hoy saben que tienen derechos fundamentales que les son respetados. Son libres en proceso de terminar de creérselo primero ellos, antes de demostrárselo al mundo.

Hoy los sudafricanos viven su día a día con una meta clara: Sudáfrica por delante y Mandela como inspiración. El futbol de la Copa del Mundo de 2010 es simplemente el pretexto para que el mundo se entere de que real y geográficamente Sudáfrica también está bajo el cielo de Dios.

Y como el futbol es juego, entretenimiento, vida lúdica, el sudafricado descubre con gozo interior que entre sus nuevos derechos también está el derecho inalienable de soñar. Y su primer sueño es vencer a México este viernes.

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