Croacia arrodilla a una España cansada y destensada


BURDEOS (Jordi Blanco/Enviado) -- Croacia le enseñó a España qué es sufrir y la condenó a viajar a París, como segunda de grupo, tras una noche de fútbol enorme y decepción incontestable para la campeona.

La Roja perdió en una Eurocopa después de diez partidos sin hacerlo, recibiendo el mismo castigo que hace cuatro años le infringió a los croatas, cuando Jesús Navas, en el mismo minuto 87, eliminó al equipo balcánico.

Soberbio partido, excepcional exhibición de fuerza de los croatas, a la Roja (este martes de blanco) le castigó la fatiga con que se hundió en la segunda mitad, cada vez menos lanzada y entregada a un empate que rompió Perisic cuando casi nadie lo sospechaba.

Bueno, Croacia sí, claro. Y se irá tan contenta a Lens mientras la campeona, imperial de entrada, sufridora después y desdibujada al final, deberá jugar en París. Si todo es normal frente a Italia. Peligro...

A España le costó apenas siete minutos marcar. A través de una jugada excepcional, un rondo majestuoso que concluyó con un pase soberbio de Silva para que Cesc elevase el balón sobre la salida del meta y Morata, rápido y oportunista, empujase a placer desde casi la línea de gol, la campeona presentó por la vía rápida sus credenciales.

Parecía el tercer capítulo del aplastamiento futbolístico de la Roja en Francia. Con Silva tomando los mandos, Iniesta acompañando con su habitual trascendencia, Cesc interviniendo entre líneas y Busquets repartiendo como si de un entrenamiento se tratase, el equipo de Del Bosque empequeñeció a una Croacia valiente de entrada, pero asustada después. Y que tardó un buen rato en tomarle el pulso al partido.

Pero cuando lo hizo, y a pesar de la ausencia de Modric, Brozovic o Mandzukic, el combinado de Ante Cacic demostró que los elogios que en la víspera le había dedicado el seleccionador español no eran gratuitos.

Croacia tiene fútbol. Lo demostró frente a Turquía, lo confirmó contra la República Checa y lo disfrutó en Burdeos ante la campeona, a la que no solo tuteó, sino que en ocasiones dominó a base de una intensidad, entrega y entusiasmo ante el que el cansancio español no pudo hacer frente.

El premio para los balcánicos llegó rozándose el descanso, en una jugada que mostró la desconexión fatal de la zaga de la campeona. Silva no ayudó a Juanfran, Busquets, fuera de sitio, no llegó al rechace y Sergio Ramos, simplemente, se quedó mirando las musarañas mientras Nikola Kalinic remataba a placer ante el sorprendido De Gea.

SIN ARREGLOS

Quien pudiera sospechar un posible amaño en la segunda mitad o un conformismo con el resultado se equivocó de principio a fin. España está pensada para ganar, aunque pueda perder y Croacia, a la que el tropiezo de la República Checa tranquilizaba, quiso vencer con un entusiasmo encomiable.

A la campeona le pesaron las piernas. Del Bosque apostó por mantener el once intocable que comenzó el torneo y los minutos dieron a entender que la fatiga hizo mella en más de un jugador.

Jordi Alba comenzó a reservar fuerzas en su banda, Busquets ahorró energía. Pero la imagen de otros como Cesc, Silva, Nolito o Morata cayó en picado y el equipo lo fue acusando de manera cada vez más alarmante.

Del Bosque reaccionó dando entrada a Bruno para reforzar el mediocentro y después a Aduriz para marcar a los zagueros croatas, pero el empuje balcánico provocó el terror de una hinchada española poco acostumbrada a este sufrimiento.

Y llegaron los momentos cumbres de la noche, con un posible penalti cometido sobre Pjaca del que no quiso saber nada el holandés Björn Kuipers y una caída adornada de Silva a la que respondió el árbitro poco después señalando el punto fatídico.

La suerte de los campeones debía acompañar a la Roja. Pero Sergio Ramos redondeó su más que discreto partido lanzando el penalti de cualquier manera, con un obús al que respondió con mano milagrosa Subasic para mantener la fe croata.

¿Arreglo? Para nada. Cierto es que España, con el paso de los minutos, ya entendía el empate como un resultado correcto, pero Croacia, con un corazón enorme y unas piernas más frescas, se lanzó en la medida de lo posible hacia la victoria.

Y encontró el premio en ese fatídico minuto 87, con una internada por la banda de Juanfran que Perisic convirtió en oro con un remate raso que sorprendió a De Gea, a todo el público presente en el estadio y a la Europa futbolística.

Así de grande es el fútbol.