Dos Jesús le quitan dos Coronas de espinas en empate del Tri

HOUSTON (Rafael Ramos Villagrana/Enviado) -- El invicto sigue. Las dudas también. Nueva marca: 22 sin perder. Nueva marca: nueve cambios en una alineación del Tri. El saldo resulta blanco, con la inmaculada tibieza del empate incómodo: México 1-1 Venezuela.

Una noche de contrastes ante 67 mil aficionados, con dominio mexicano en la tribuna, pero con la angustia revolcándose de principio a fin, viendo a su selección sometida por Venezuela primero, y emergente después, en un encuentro de cierre dramático, intenso, errático, histérico.

El equipo llanero cabalgó dominante. No es la mano, no es la sangre de Rafael Dudamel la que ha cambiado este equipo. La Vinotinto bebe la sangre de reclamar sus mejores proezas. Jugadores hábiles y fuertes, comprometidos, por momentos, más que sus rivales. No hay casualidad en su concurso en Cuartos de Final. La fortuna se alía con los futbolistas de fe.

México logra su primer objetivo. Enfrentará a Argentina, desde la comodidad de su sillón. Venezuela empieza a estudiar los misterios de un Lionel Messi en suspenso.

Y si un Jesús Corona, el Tecatito, fue el salvador en el marcador, Jesús Corona fue el otro redentor con atajadas en el arco, cuando el dique tricolor se estremecía.

ORDENANDO UN DESORDEN...

Apenas a los 3', González se lleva la primera amarilla, al saludar con lámina completa la carrocería enclenque de Aquino. Ya no aparecería, hasta salir de cambio por Tecatito Corona al 18.

Mientras México puja, pero no controla, el primer acoso llanero llega a los 8': tiro de esquina en una jugada que se consume en las manos de corona, pero con ocho venezolanos en ataque.

Y a los 10, entre el desorden, la permisividad y desasosiego de todo el aparato defensivo de México, aparece la espléndida tijera de Velázquez, una contorsión de ballet, para el 1-0. Sí, jugada a balón parado, la migraña del Tri.

Primera vez que el Tri de Juan Carlos Osorio besa la adversidad. ¿De qué está hecho? 80 minutos para relatarlo.

Reacciona, sí, pero por impulso más que por orden. Venezuela agrupa sus líneas de cuatro y saca el manual del contragolpe. Dos situaciones francas de Hirving Lozano, cabeza y pie, terminan en pobres remates. Mientras que al 34, Tecatito en otro remate de cabeza, sólo saca del ocio al arquero venezolano, Dani Hernández.

El cubano Yadel Martínez, correcto hasta entonces, al 38' se come una clara mano en el área venezolana, tras el cabezazo de Héctor Moreno, cuando Ángel Wilker salta con la mano en todo lo alto.

México termina presionando, pero sin una coherencia. A empujones. A estímulos de desesperación. La condena de su inoperancia la relata el marcador: 1-0 con brindis Vinotinto.

DESAZÓN TÁCTICA...

Miguel Layún es la respuesta en el libro de obviedades de Osorio. Sustituye a Torres Nilo. Pero genera por derecha la mejor posibilidad que Fletscher despeja desesperadamente ante la embestida de Oribe Peralta.

Más fuertes, más veloces... y más comprometidos, los venezolanos ganan pelotas comprometidas o divididas, y en la recuperación hay futbolistas hábiles y convencidos. Y México juega al filo de una navaja de dos filos. Suicidio y resurrección conviven.

Remates de Corona y de Layún, que sólo quietan la modorra al portero venezolano, son el mejor respingo de un Tri que sigue arrimando balones, pero sin entretejer con sobriedad ni talento condiciones de gol, con un Andrés Guardado víctima de la enfermedad más grave: distracción.

Se viene Chicharito. La afición se alborota. La última veladora de Osorio se enciende. Suple a Molina. A todo o nada. Por todo o sin nada. "Chícharo, Chícharo", el coro de la tribuna. Plegaria de habeas corpus.

Y de inmediato, el gol lo desafió. Cobro por derecha, a los 70'. La pelota le llega de cobro, exacta, impecable, solo, en condiciones inmejorables. Se avoraza de gloria, el salto es perfecto, pero el remate es con el hombro izquierdo. Falsa alarma.

Una nueva oportunidad del destino. Minuto 74. Doble remate en el área de Reyes y Herrera. Hernández se sublima en dos atajadones. Los merodeadores no asaltan la quietud de sus redes.

Rafael Dudamel decide saber si es deficiencia de sus delanteros o la fortuna circense de Corona. Guerra, quien se ha ido de tregua, deja a Salomón Rondón su lugar.

Tecatito vuelve a poner el ejemplo. A los 78, por izquierda penetra, caracolea, desborda, amaga, frena, engancha, pero su disparo se va a la izquierda del marco venezolano.

Pero Corona tendrá una nueva oportunidad. Y a los 80', vulnera en diagonal, implacable, recorta terreno y rivales, llega al área, y la pelota baila un tango arrejuntadita con su pierna zigzagueante. Y elige el egoísmo como pecado de salvación: 1-1, fusilando el lance resignado del portero.

La angustia se vive en la capilla de Corona. Un remate de fantasía en una chilena de Josef Martínez obliga a un fantástica desviada de Corona, quien termina poniendo un cerrojo ante los embates venezolanos.

El 1-1 sobrevive. Lo mejor del juego, en los minutos finales. Cuando los 11 del Tri eran una legión más coherente, ante una Venezuela que se resigna al empate, con el estigma de dos Jesús y de dos Corona.