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No estuvo exenta de problemas

Las Grandes Ligas no estuvieron exentas de escándalos en el 2012, desde algunos con implicaciones políticas hasta los consabidos casos de dopaje, que en esta ocasión subieron en preocupante frecuencia.

El venezolano Ozzie Guillén llegó a Miami con su lengua afilada y apenas iniciada la campaña se enemistó con la comunidad exiliada cubana, base principal de la fanaticada de los Marlins.

En una entrevista dijo ser admirador del dictador cubano Fidel Castro y el ala más radical del exilio armó un piquete a las puertas del nuevo estadio en la Pequeña Habana para exigir el despido del manager venezolano.

En conferencia de prensa, Guillén proclamó su mea culpa y aunque fue suspendido por cinco partidos, arrancó con el pie izquierdo su relación con una buena parte de la fanaticada.

Luego vinieron otras peleas, esta vez internas, que se salieron de la intimidad del clubhouse y llegaron a oídos de la prensa y el público.

Roces con Hanley Ramírez y Heath Bell terminaron minando la química del equipo, que terminó en el último lugar de la división Este de la Liga Nacional.

Algo parecido, aunque sin los matices políticos, sucedió en Boston, a donde el controversial Bobby Valentine llegó para dirigir a los Medias Rojas .

Apenas en los entrenamientos primaverales, Valentine lanzó duras críticas a Kevin Youkilis, uno de los jugadores emblemáticos de la franquicia y adorado por la apasionada afición bostoniana.

Otro de los puntales de los Medias Rojas, el intermedista Dustin Pedroia, le salió al paso y desde ese momento se veía venir lo que finalmente sucedió.

Las cosas no funcionaron, los jugadores se desmotivaron y los Medias Rojas igualaron en récord y ubicación a los Marlins: 69-93 y últimos en la tabla del Este en la Americana.

Tanto Guillén, como Valentine, fueron despedidos al concluir la campaña.

La credibilidad de las Grandes Ligas en lo que a política antidopaje se refiere sufrió duros golpes en el 2012.

Ya habían terminado mal las cosas en el 2011 al conocerse el positivo por consumo de esteroides de Ryan Braun, de los Cerveceros de Milwaukee y Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en esa ocasión.

El comisionado Bud Selig se lavó las manos como Poncio Pilatos y por un tecnicismo le perdonó el desliz al niño lindo de su franquicia (no olvidemos que Selig fue dueño de los Cerveceros).

Justo al arrancar el 2012 Manny Ramírez se saltó la talanquera para tratar de volver a las Grandes Ligas.

Ramírez, reincidente en el uso de sustancias prohibidas, había optado por el retiro al principio de la temporada del 2011, para evitar enfrentar una suspensión de 100 partidos.

Pero Manny siguió siendo Manny y anunció su salida del retiro para intentar regresar, por lo que las Grandes Ligas le redujeron el castigo de 100 a 50 juegos, aunque no logró llegar de nuevo a las Mayores, esta vez con los Atléticos de Oakland.

Un mes después de iniciada la campaña, el relevista dominicano Guillermo Mota, de los Gigantes de San Francisco, le sigue los pasos a su compatriota Ramírez y es capturado en la trampa por segunda ocasión, por lo que recibe una suspensión de 100 partidos.

El 19 de junio, el venezolano Freddy Galvis, que tan bien lo venía haciendo en Filadelfia como sustituto del lesionado Chase Utley, arroja positivo también en un control antidopaje. Mala manera de comenzar la carrera en las Grandes Ligas: castigado por 50 encuentros.

Otro prometedor novato que cargará con el estigma del doping el resto de su carrera es el catcher cubano de los Padres de San Diego, Yasmani Grandal, cuyo positivo se dio a conocer ya terminada la temporada y empezará el 2013 con 50 juegos de castigo.

También cayeron en la red el veterano lanzador derecho dominicano Bartolo Colón (Oakland) y el patrullero estadounidense Marlon Byrd (Boston). Para ambos la pena a cumplir fue de medio centenar de partidos.

Y concluida también la campaña, se supo que el estelar catcher panameño Carlos Ruiz, de los Filis, dio positivo por consumo de anfetaminas, lo que conlleva una suspensión de 25 juegos que cumplirá en el 2013.

Pero el caso más escandaloso de dopaje lo protagonizó el guardabosque dominicano Melky Cabrera, de los Gigantes.

Cabrera, que en sus primeros cinco años con los Yankees y uno en Atlanta había sido un jugador promedio, tuvo un repunte en el 2011 con los Reales de Kansas City y en el 2012 llegó a San Francisco, donde sus estadísticas se dispararon de manera sospechosa.

El dominicano resultó el Jugador Más Valioso del Juego de las Estrellas disputado el 10 de julio en el Kauffman Stadium de Kansas City y apenas un mes después, el 15 de julio, se anuncia que el pelotero había consumido testosterona para potenciar su rendimiento.

Pero el caso de Melky fue toda una novela. Su nombre apareció relacionado con la creación de un sitio de internet ficticio para tratar de evitar la sanción que se le venía encima.

El falso sitio digital decía que Cabrera había ordenado un suplemento no prohibido que provocó el resultado positivo en la prueba que se le hizo, pero la mentira tiene piernas cortas y el truco fue descubierto por los investigadores de las Grandes Ligas.

Aún así, Poncio Pilatos, alias Bud Selig, volvió a lavarse las manos y le mantuvo a Cabrera su premio de MVP en el Juego de las Estrellas.

Pero hubo más. El problema es que al momento de su suspensión, Cabrera encabezaba la Liga Nacional en average, con .346 puntos y necesitaba apenas una comparecencia más al plato para ser elegible para el título de bateo.

La regla 10.22 le hubiera concedido esa comparecencia extra para permitirle ganar la corona de los bateadores y Selig, siempre con la mano temblorosa, dijo que no lo impediría.

Fue el propio Cabrera, en un arranque de honestidad, quien se descalificó a sí mismo para ganar el inmerecido título, que terminó recayendo en su entonces compañero de equipo Buster Posey, a la postre Jugador Más Valioso en el viejo circuito.