Carlos Bianchi 10y

Real Madrid, con el peso de sus figuras en la Champions

BUENOS AIRES -- El fútbol es un juego de equipo y, como bien lo sabemos quienes estuvimos dentro de un campo de juego, no hay actuación individual que pueda superar a lo que realiza un conjunto. De hecho, lo que aporta cada jugador debe estar puesto en función de lo que se busca como equipo, porque de otra manera, esa cuota individual puede quedar perdida en la intrascendencia o, peor aún, ser perjudicial para los objetivos comunes.

Pero a la vez, al ser un juego en el que las destrezas individuales son muy diversas, cuando un jugador "distinto" contribuye con lo suyo al bien común, esas actuaciones individuales pueden terminar siendo decisivas. Y eso es exactamente lo que sucede con este Real Madrid campeón de la UEFA Champions League, en el que las estrellas brillaron como tales a lo largo de la competencia y de la temporada.

Así potenciaron a un equipo que necesitaba reencontrarse con su identidad, pero sobre todo, con una parte constitutiva de ella como lo son los éxitos. Y con Carlo Ancelotti, Real Madrid no sólo volvió a ser protagonista juegue donde juegue, apostando a tratar bien la pelota, sino que además sumó dos títulos que terminan justificando la apuesta por mantener un plantel pletórico de estrellas.

¿O acaso Gareth Bale no pagó ya los 100 millones de euros de su transferencia, anotando goles decisivos tanto en la final de la Copa del Rey como en el alargue de Lisboa? ¿Quién se atreve a enfocarse en el partido intrascendente de Cristiano Ronaldo en la final, olvidándose de que 16 de sus 17 goles (récord absoluto) en la Champions llevaron al Madrid a, justamente, disputar ese partido decisivo?

Hasta yendo más atrás en el tiempo, cuando uno recuerda la suma que se pagó por Sergio Ramos al Sevilla en 2005 (26 millones), hay que admitir que el defensor amortizó con creces la inversión. Sin ir más lejos, la ilusión de la Décima se mantuvo viva gracias a tres de sus cabezazos, dos en la vuelta de semifinales ante Bayern Munich y el del empate en el descuento ante Atlético Madrid. Ganador de prácticamente todo con Real Madrid y España, es hoy uno de los dos mejores centrales del mundo junto a Thiago Silva.

Y así podríamos seguir jugador por jugador, aunque prefiero detenerme en alguien que cerró una temporada estupenda que lo deja muy bien parado de cara al Mundial.

Todas las dudas que podía tener cuando le trajeron a Bale en su puesto, además de ya estar rodeado de cracks como Cristiano y Benzema, Angel Di María las despejó, poniéndole broche de oro en una final en la que merecidamente fue premiado como el mejor.

No es sencillo para un futbolista competir contra los mejores. Algunos no están a la altura del desafío y cambian de equipo antes de siquiera intentarlo; otros se quedan pero de a poco van conformándose con un lugar "a la sombra de". Di María eligió el camino más difícil pero a la vez el que más alegrías trae: no se dio por vencido y le agregó a todas sus virtudes técnicas un enorme sacrificio, para así convertirse en un jugador mejor.

Así puede hoy, orgulloso, sentir que se ganó un lugar entre los grandes. Lo demostró durante todo el partido, incluso en los peores momentos del Real Madrid, en el primer tiempo, cuando era el único que en base a velocidad conseguía abrir aunque sea un poco el cerrojo del Atlético Madrid.

EL PARTIDO PENSADO
Es que el partido se planteó tal como se lo esperaba, cada uno desarrollando su libreto, tanto en la creación como en la contención. El problema es que a los dos les salía mejor detener al otro que crear chances, y así fue como en el primer tiempo apenas si hubo una oportunidad clara por bando.

Real Madrid tuvo la suya con una corrida de Bale que terminó con un disparo apenas desviado. Atlético Madrid aprovechó mejor la propia para marcar en segunda jugada tras un tiro de esquina, otra vez a través de la cabeza de Diego Godín.

Cierto es que el gol llegó por una mala salida de Iker Casillas, que confirmó que se siente mucho más cómodo entre los tres palos que en el juego aéreo. Pero de cualquier manera, era otra demostración de que el Atlético le ganaba doblemente la apuesta al Real, anulando su capacidad creativa (Khedira la tocaba mucho más que Modric) y aprovechando al máximo sus oportunidades de pelota parada. Era sin dudas el partido que Simeone quería.

El problema es que esa "línea Maginot" contra la que chocaban una y otra vez los de blanco se sostiene no sólo con disciplina táctica, sino también con un despliegue físico constante. Y esta final fue una de las pocas veces en la temporada, o quizás justamente por ser el cierre de una temporada agotadora, en la que el Atlético Madrid encontró el límite de sus fuerzas. Sin Arda Turan, el motor incansable de su mediocampo, de a poco fue retrocediendo hacia su arco.

Entonces, a medida que avanzaba el segundo tiempo, y sin frustrarse por no encontrar los espacios, la insistencia del Real Madrid en tener la pelota empezó a tener más resultado. Y en el juego de los cambios, Ancelotti acertó con Marcelo, que le ganó la batalla a Sosa, el reemplazo por el que apostó Simeone.

Volvemos entonces a lo que decíamos de las figuras, para ocuparnos de alguien que, sin tener asignado un rol protagónico de entrada, se convirtió rápidamente en factor de desequilibrio. Marcelo es hoy titular con Brasil pero suplente en Real Madrid, que se puede dar el lujo de tener varios de estos casos.

Pero cuando le tocó entrar, con un Atlético ya replegado, pudo hacer lo que más le gusta, que es atacar. Tuvo a un socio ideal como Di María, que pudo abrirse más y así generar espacios para los dos. Por esa banda empezó a lastimar el Madrid, permitiéndole soñar con el gol que llevaría el partido a un alargue.

El empate finalmente llegó por otra vía, la de la pelota parada, pero en el alargue se vio que el Real Madrid tenía mucho más resto y, por lo tanto, más intenciones de salir a ganarlo. No pudo marcar diferencias en el primer tiempo extra, pero en el segundo fue justamente por la izquierda por donde se abrió el partido.

Di María hizo una gran jugada individual y definió muy bien, pero Courtois alcanzó a estirar su pie para tapar, aunque el rebote le quedó a un Bale que venía siguiendo la jugada en una posición en la que no podía fallar, y no lo hizo.

Después Marcelo volvió a animarse y encaró hasta tener lugar para rematar y cerrar el partido. El gol de penal de Cristiano Ronaldo sólo sirvió para agrandar demasiado la diferencia y para estirar aún más un récord individual increíble.

En definitiva, las figuras aparecieron cuando se las necesitaba: a lo largo de la temporada y también en los momentos clave. Pero siempre haciendo lo que se espera de ellas: poniendo sus cualidades al servicio del conjunto.

Pero hablando de trabajo de conjunto, no quiero terminar sin destacar, una vez más, que lo que consiguió Diego Simeone con Atlético Madrid es extraordinario, y la palabra se queda corta. Va a ser muy difícil repetir una temporada tan completa, en la que peleó en los tres frentes de igual a igual con los más poderosos sin tener recursos económicos ni remotamente parecidos. Logró un título muy merecido y estuvo a dos minutos de lograr otro. Chapeau para él, su cuerpo técnico y sus jugadores.

Felicidades.

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