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El Maracanazo ya es cosa del pasado: ahora es el segundo peor momento

El arquero derrotado en el piso, mientras Muller festeja uno de los siete goles. EFE

Cuando comenzó este Mundial, el objetivo de Luiz Felipe Scolari era darles a los simpatizantes brasileños una actuación que les hiciera olvidar para siempre lo que ocurrió en 1950 en el Maracaná. Bueno... misión cumplida. El Maracanazo, la sorprendente derrota por 2-1 ante Uruguay que le costó a Brasil una Copa Mundial que ya suponía ganada, ya no es más que la segunda peor noche de su historia.

Ese resultado fue tan terrorífico que los poetas llegaron a compararlo con Hiroshima. El padre de Pelé se echó a llorar frente al televisor en el tiempo reglamentario. Según la leyenda, su pequeño hijo, de apenas 10 años en ese momento, lo consoló y le prometió que crecería y ganaría la Copa del Mundo él mismo. Muchos de los jugadores responsables de dicho fracaso fueron parias durante décadas.

¿Qué será de estos jugadores?

Son millonarios, muchos de ellos multimillonarios. Seguirán ganando fortunas, independientemente de lo que ocurrió en Belo Horizonte. Su ignominia no reducirá su saldo bancario. Pero, por otro lado, la vergüenza será mucho más visible. Hace 64 años, la cobertura de los medios de comunicación era limitada. Ahora, los rostros de estos jugadores son conocidos en todo el mundo. Su vergüenza es universal, y no tienen dónde esconderse.

No hubo ningún indicio de lo que estaba por suceder cuando se tocaron los himnos nacionales. Brasil cantó con fuerza, fiel a su estilo, mientras David Luiz y Julio Cesar sostenían la camiseta nro. 10 de Neymar. En retrospectiva, tal vez les hubiera venido mejor colgarla de un palo y plantarla en el área de Alemania. Habría tenido el mismo impacto que Fred.

Esto probablemente habría sido más fácil de digerir si se hubiera tratado de un equipo maravilloso, jugando un fútbol futurista para cambiar el mundo como lo hicieron los húngaros en 1953 con su histórica victoria por 6-3 sobre Inglaterra. Pero Alemania no es Hungría. Tiene un muy buen equipo de fútbol, y jugó bien, pero Brasil fue el único culpable de su propia destrucción.

El primer gol llegó por un error catastrófico en las marcas, el segundo como consecuencia de una defensa letárgica, y todo lo demás fue producto del caos y el desorden. Hacia el final del primer tiempo, los jugadores brasileños tenían la mirada perdida, corriendo detrás de los alemanes como zombies, carentes de funciones cognitivas para elaborar cualquier tipo de estrategia, por lo que simplemente se conformaron con arrastrarse a duras penas en dirección a cualquier cosa que se moviera.

Su defensa fue horrible. Incluso si Neymar hubiese estado en buena forma, no podría haber hecho nada con respecto a la incapacidad de la línea de fondo para hacer un seguimiento a los delanteros. Incluso sin Thiago Silva, Brasil contó con dos defensas centrales ganadores de la UEFA Champions League en David Luiz y Dante. Hay un mínimo de competencia y diligencia esperadas de los futbolistas profesionales. Demasiados hombres con camiseta amarilla cayeron muy por debajo de esos niveles.

Una breve recuperación después del medio tiempo fue una demostración de dignidad; a continuación, los alemanes rompieron incluso eso y los estamparon contra el suelo. Los fanáticos brasileños -aquellos que no estaban llorando a moco tendido o dejando el estadio apresuradamente- simplemente aplaudieron su paso, con algunos de ellos gritando 'ole' a fin de aligerar el ambiente. El último gol de Andre Schürrle, una volea espectacular, fue el tipo de gol que debería haber decidido un juego. En cambio, fue una patada innecesaria a un cuerpo tembloroso tendido en la carretera. Incluso parecía inapropiado celebrarlo.

Scolari, en su estilo típico, instó a todos a echarle la culpa a él. Y lo harán. Seguramente no va a sobrevivir a esto. Pero ¿hacia dónde irá Brasil a partir de aquí? ¿Cuántos de estos jugadores volverán a lucir una camiseta de Brasil? Con la Copa América el próximo verano en Chile, se requiere una reestructuración completa si pretenden evitar algo de humillación adicional.

Quizás la única esperanza real para el pueblo brasileño es que en algún lugar, un niño está consolando a su padre que llora sin parar y diciéndole que él vengará lo que ocurrió esta terrible noche. La diferencia es que, esta vez, ayudaría mucho más si ese niño fuera un futuro defensor.

Por último, pensemos un momento en Miroslav Klose, sin embargo. Sólo pensemos cuántas veces habrá imaginado anotar su decimosexto gol para superar el récord de la Copa del Mundo. Simplemente traten de visualizar lo que Klose debió haber visto en su mente. El momento del triunfo glorioso. El amor de los seguidores. El respeto de sus compañeros de equipo. Él probablemente se imaginó a sí mismo siendo llevando en alto sobre los hombros de sus compañeros y con decenas de miles de personas coreando su nombre, un nombre que quedará grabado en los libros de la historia por toda la eternidad.

En realidad, el histórico gol de Klose ni siquiera fue lo más memorable que sucedió en el partido. De hecho, con el marcador final y las lágrimas de David Luiz, el histórico gol de Klose apenas se ubica dentro del top tres entre lo más memorable de este enfrentamiento.

Pobre Miroslav. La inmortalidad nunca ha sido tan anticlimática.