Carlos Bianchi 10y

Final contradictorio en el Mundial, pero Alemania es justo campeón

BUENOS AIRES -- Antes de que comenzara la Copa del Mundo, yo tenía cuatro candidatos para quedarse con el título: tres de ellos se metieron en las semifinales, mientras que el otro se despidió demasiado rápido.

A partir de darles el nombre del último (España), se hace muy sencillo deducir quiénes eran los otros: Argentina, Brasil y Alemania. Nunca pensé que Italia e Inglaterra estuvieran en el mismo nivel -aunque tampoco pensé que ambos iban a irse tan rápido-, mientras que a Holanda la imaginaba dando batalla, pero no la veía con la profundidad necesaria como para repetir o mejorar lo hecho en Sudáfrica.

De hecho, la flexibilidad táctica que mostró Van Gaal, sin dejar de ser una virtud, seguramente nació de una necesidad: la de no tener tan buenos ejecutantes como hubiera deseado, con lo cual tuvo que arreglarse lo mejor que pudo con lo que había disponible para cada partido y ante cada rival. Bastante bien le salió la apuesta.

Pero no fue Holanda la única entre los cuatro mejores que se fue adaptando y variando. Como les decía, solamente uno fue fiel, de principio a fin, a la idea que guía su juego, una idea que viene sosteniendo desde hace al menos una década.

Previo al Mundial, yo destacaba dos enormes fortalezas entre quienes eran mis principales candidatos al título: la defensa de Brasil y el ataque de Argentina. Una defraudó ofreciendo dudas durante todo el Mundial, para terminar desintegrándose en los últimos dos partidos. El otro fue de mayor a menor, perjudicado por lesiones que le fueron quitando la eficacia que venía mostrando desde la etapa de eliminatorias.

En todo caso, la gran diferencia que hubo a favor de Argentina es que supo cambiar a tiempo y jugar de manera inteligente, para así suplir ausencias y, a la vez, reforzar el eslabón más débil. Así es una competencia como el Mundial: hay que ir resolviendo problemas y encontrando variantes sobre la marcha de acuerdo a los recursos disponibles y al rival de turno.

Es gran mérito de Sabella y de sus jugadores que la defensa haya terminado siendo el punto más alto del equipo. Brasil, en cambio, sufrió de entrada con la falta de profundidad ofensiva, que solamente un fenómeno como Neymar podía compensar. Pero cuando perdió a Neymar, quedo desnudo adelante y atrás, con los resultados que ya todos conocemos.

Queda así Alemania como el único equipo que apostó siempre a lo mismo, convencido de sus argumentos y dejándolos siempre a la vista. Alemania históricamente ha querido ser protagonista, pero a la potencia física y la verticalidad de siempre le sumó, en los últimos años, el buen trato del balón y la capacidad de hacerlo circular hasta encontrar el mejor momento para ir hacia adelante.

Parece sencillo y hasta obvio que hay que tratar de encontrar esa síntesis entre ser horizontal y ser vertical. Pero se necesitan ejecutantes de primera clase y aun así, les ha llevado años perfeccionarlo. Eso sí, se saben dueños de su propio destino, algo que queda claro en la decisión de ser propietarios del balón y en la actitud que tienen de ir a buscar los partidos.

Esto, repito, fue una constante y no algo reservado para usar ante rivales más accesibles. Con más de un 60% de posesión, hasta en la final se veía que, una vez lanzados en ataque, por más que achicaran hacia arriba había momentos en los que Boateng y Hummels quedaban expuestos al mano a mano contra Messi e Higuaín.

En todo caso, los riesgos son una elección, apostando a que los beneficios serán más altos que las pérdidas. Y Alemania mostró, a lo largo de todo el Mundial, que era capaz de imponer su sello e imprimirle sus características a cada uno de sus partidos.

Eso no quiere decir que su camino haya sido sencillo, y menos que menos la final. Argentina, tal como había hecho ante Bélgica y Holanda, fue capaz también de hacer valer sus argumentos. Como decíamos, fue un equipo inteligente, que cambió el libreto clásico de todo este ciclo y eligió cederle el protagonismo a sus adversarios, sabiendo que era el mejor (¿el único?) camino para resolver lo que hasta entonces había sido un problema, su defensa.

Que le hayan hecho solamente cuatro goles en todo el torneo es una prueba de que el cambio funcionó. Para tener una defensa sólida, sobre todo en los últimos tres partidos, Argentina dejó de lado la posibilidad de jugar de igual a igual. Eligió achicar hacia atrás y quitarle espacios a los equipos con capacidad de lastimar y le funcionó.

El problema es que, como siempre sucede con la famosa "manta corta", eso le quitó la posibilidad de llegar más y mejor al arco rival. Eso y las lesiones, primero con Agüero y sobre todo con Di María, que apareció mientras estuvo en cancha como la mejor opción de ataque después de Messi.

En la fase final Argentina anotó solamente dos veces, y en ambos casos no tanto producto de juego asociado sino de excelentes resoluciones individuales: Messi asociado a Di María ante Suiza e Higuaín con un excelente gesto técnico ante Bélgica.

Fue una elección y llegó muy lejos con ella, con un sistema equilibrado que no tenía cuando contaba con todo su potencial ofensivo. De ahí en más, quizás esperaba llegar un poco más lejos todavía de la mano de un Messi que solamente mostró con cuentagotas todo lo que puede hacer.

Es recurrente la pregunta sobre si Messi estaba bien físicamente. Es muy difícil de responder, pero lo que yo vi es que estaba sano: más de una vez aceleró, pelota al pie, como solamente él sabe hacerlo, al arranque de un partido y también al final de un alargue. Preguntarnos si estaba al cien por cien es una utopía, porque en el deporte de alto rendimiento nadie nunca está en ese punto: siempre hay una molestia, un golpe o cansancio arrastrado.

De cualquier manera, la grandeza de Messi quedó clara cuando recibió el Balón de Oro. Nadie más incómodo que él en ese momento: se notaba que no era lo que había ido a buscar y probablemente él también sabía que había otros futbolistas que lo merecían más, que si lo aceptaba era solamente por no ir contra las reglas. Por un momento hasta pensé que lo iba a rechazar.

En definitiva, con Messi apareciendo de manera esporádica, Argentina se conformó con tratar de aprovechar alguna chance mientras mantenía bajo control a Alemania. Lamentablemente, no fue certera en lo primero, mientras que en lo segundo, después de aguantar más de 110 minutos, terminó rendida ante la insistencia alemana, que de tanto buscar finalmente encontró el espacio.

Fueron centímetros quizás los que concedió Argentina en la jugada clave, pero Alemania los aprovechó. Entre el desborde y el centro preciso de Schurrle y el exquisito control seguido de definición de Götze se terminó de escribir la historia.

En definitiva, sin que haya habido grandes diferencias en la final, fue un justo premio a un equipo que viene apostando a un proyecto a través del tiempo. Y viendo la precisión de su funcionamiento, el convencimiento del equipo y la relativa juventud de varios de sus integrantes, es lógico pensar que disfrutaremos de su fútbol unos cuantos años más.

Felicidades.

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