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La receta para la desilusión

Por una simple cuestión de oferta y demanda, la agencia libre es receta para desilusión.

Más allá de que la NBA atraviese un momento sensacional en cuanto a la calidad y cantidad de sus jugadores estrella, la realidad es que existen 30 franquicias y solo un puñado de talentos capaz de hacer una profunda diferencia.

Esto lo vemos verano tras verano, ya que el nuevo convenio laboral hizo que muchos equipos puedan despojarse más rápido de sus jugadores y tener la facultad de generar suficiente espacio salarial como para atraer una estrella. Lo vemos con Utah Jazz, Phoenix Suns, Philadelphia 76ers y Charlotte Hornets, equipos que cuidan minuciosamente sus libros pero que rara vez resultan protagonistas del mercado de pases.

Esta realidad le llegó este verano incluso a muchas de las franquicias "grandes", aquellas con historia, títulos, mercados atractivos y planteles competitivos. Está claro, la falta de estrellas y la nueva norma de acumularlas en pocos equipos hace que la oferta nunca de abasto.

Cohetes vacíos

Tomemos a los Houston Rockets como el ejemplo perfecto. Liderados por Daryl Morey, uno de los gerentes generales más inteligentes e ingeniosos de la liga, los texanos lograron convertir una nómina plagada de jugadores de rol en un conjunto candidato al título. De la mano de James Harden y Dwight Howard los Rockets terminaron cuartos en la Conferencia Oeste, y aunque perdieron en primera ronda, dejaron la sensación de que estaban a una pieza de meterse en la conversación seria. Esa pieza seguramente la encontraría en la agencia libre, ya que con un par de movimientos lograrían generar el espacio suficiente como para hacer una oferta competitiva.

Primero fue Carmelo Anthony, aunque se desconoce con cuánta intensidad lo reclutaron, y cuántas ganas tenía este de alejarse de la Gran Manzana. Su juego se hubiera complementado de maravillas con el de Howard, aunque ofensivamente los dirigidos por Kevin McHale hubieran sufrido ya que tanto Harden como 'Melo requieren una cantidad importante de toques en ataque. Defensivamente las grietas iban a ser significativas, ya que en ese equipo el alero iba a ser Chandler Parsons, otro jugador que no se destaca por ser un gran marcador.

La esperanza luego tomó el nombre de Chris Bosh, y por algunas horas parecía que el trato estaba hecho. LeBron James se había marchado a Cleveland Cavaliers y circulaban reportes de que el ex jugador de los Toronto Raptors estaba comprometido. Sin embargo, la oferta máxima de Pat Riley les cambió todos los planes, y los Rockets se quedaron sin nada. Nada porque ya habían canjeado a Omer Asik, porque habían regalado a Jeremy Lin (con el costo agregado de una selección de primera ronda) y porque la oferta que Parsons había firmado con Dallas Mavericks era demasiado tóxica como para igualar. Así fue que de un Big 3 notable, Houston acabó con sus dos pilares, la presencia de Trevor Ariza y un plantel corto, algo que suele ser kriptonita en el Oeste.

Dirk, en soledad

Por alguna razón, que tiene poco sentido desde lo estrictamente basquetbolístico, los Mavericks son otro equipo que siempre termina ahogado en el peso de sus ilusiones.

Mark Cuban y compañía ya intentaron reclutar a Deron Williams y Howard en veranos anteriores, y esta vez volvían a tener la chance de sumar a Anthony o Bosh. Para este último hubiera sido un regreso a casa parecido al de James, pero ni eso alcanzó para convencerlo.

Dallas ha hecho las cosas bien, pero ni eso garantiza resultados. Tienen a uno de los tres mejores entrenadores de la NBA en Rick Carlisle, una superestrella poco egoísta como Dirk Nowitzki y un dueño que ya demostró una y otra vez su devoción por sus jugadores y dispuesto a invertir lo que sea necesario para darles la mejor chance de pujar por el anillo.

El alemán incluso recortó severamente su salario, que tras una segunda rebaja en los últimos días llegó a los $8 millones por temporada, más de la mitad de su valor real. Sin embargo, su premio será compartir cancha con Parsons, Tyson Chandler, Monta Ellis y Devin Harris. Finalmente, los frutos de su esfuerzo acabaron siendo Rashard Lewis, Raymond Felton, Richard Jefferson y Greg Smith. Este será un plantel que, aún con toda la experiencia y la guía de Carlisle, probablemente tenga que conformarse con el octavo puesto… y con suerte.

Bulls sin Jordan

Los Chicago Bulls son la otra gran incógnita. Quizás sea la presión de jugar a la sombra de lo que hizo Michael Jordan, o quizás sea la reputación del propietario Jerry Reinsdorf, pero lo que está claro es que no han sido capaces de reclutar esa pieza que les falta.

Chicago hubiera sido el destino perfecto para James, para Anthony y hasta para Bosh. Las piezas presentes tienen la mezcla perfecta de experiencia y juventud, y una variedad de talentos que los hacen extremadamente peligrosos.

Sin embargo, hay algo que espanta a los agentes libres. ¿Será la rodilla de Derrick Rose? ¿La cantidad de minutos que les pide Tom Thibodeau a sus estrellas? ¿El estilo defensivo del entrenador? ¿La reputación de Joakim Noah?

La razón se desconoce, pero el hecho de jugar en el Este y tener un núcleo formado por Rose, Noah, Jimmy Butler, Taj Gibson y Nikola Mirotic debería ser lo suficientemente atractivo como para fichar a un anotador de calibre.

Finalmente, y luego de ser desechados por James, Anthony y compañía, los Bulls llegaron a un acuerdo con Pau Gasol, un grandísimo jugador pero que no está a la altura de los mencionados.

Ejemplos sobran. Los Lakers apuntaron a las estrellas y se tendrán que conformar con Carlos Boozer y Ed Davis. Miami Heat quería al Big 3 junto a Kyle Lowry, y acabaron perdiendo a James y reemplazándolo con Luol Deng. Atlanta Hawks, otro destino atractivo por plantel y estructura, solo logró convencer a Kent Bazemore y Thabo Sefolosha. Los Phoenix Suns aparecían en todas las listas, y lo único que lograron fichar fue a Isaiah Thomas, al tiempo que siguen sin llegar a un acuerdo con Eric Bledsoe.

Así de cruel es la agencia libre.