<
>

Ahora todos aman a Cousins

Ya no hacen jugadores como DeMarcus Cousins. Se supone que los centros monumentales son una especie en extinción a medida que el juego se acelera y se abre, pero Cousins es una sólida excepción. Y luego de más de cuatro años profesionales de perfeccionar su inmenso talento natural y de encontrar las mejores maneras de mover sus 270 libras, ya tiene tantas chances de burlar a sus rivales como de superarlos en músculo. Incluso en una feroz Conferencia Oeste, Boogie se destaca como una estrella indiscutible.

Sin embargo, de alguna manera quedó afuera del equipo All-Star de los fans y de los entrenadores. No fue hasta un día más tarde, cuando el comisionado Adam Silver lo seleccionó como reemplazo por lesión de Kobe Bryant, que Boogie entró en el equipo All-Star por primera vez en su carrera.

Cousins es una superestrella. La mayoría de los números que puedas arrojar lo confirman. Entonces, ¿por qué no se le reconoce como tal?

Por un lado, ver jugar a Cousins es a menudo una fea experiencia. Esa frescura con la que la mayoría de las superestrellas parecen jugar sin esfuerzo no se ve en Cousins. Donde jugadores como Stephen Curry o Kevin Durant son inescrutables y plácidos, Cousins es un corazón sangrante. A la gente le gusta que sus héroes deportivos sean lógicos y fáciles. Cousins no es fácil. Seguro, tiene un carácter tranquilo fuera de la cancha, pero cuando está jugando, sus emociones no tienen filtro.

En su momento, cada falta sancionada a Cousins era recibida con un grito de frustración y una cómica mirada de shock. Cuando arrasa con los defensores como si estuvieran hechos de madera balsa y clava una volcada con contacto, gruñe y se pavonea. Suele romper la cuarta pared, y eso probablemente hace que la gente se sienta incómoda. Pero su honestidad emocional puede ser refrescante. En una NBA cada vez más homogénea, las estrellas no tienen asperezas. Intentan adoptar un rostro absolutamente neutral para poder ser todo para todas las personas, jugadores hechos a medida para los patrocinadores, pizarras en blanco libres de distracciones. Cousins no entra en esta tendencia. Él siente las cosas y actúa acorde a sus sentimientos, como una persona humana. Y los consecuentes ciclos de altibajos han dado lugar a parte de la disonancia entre el complicado DeMarcus Cousins que muchos imaginan y el imparable que tiene uno de los 10 mejores índices de eficiencia.

Obviamente, como su equipo son los Sacramento Kings, ha tenido más ocasiones para gritar en negativo. Los Maloof contrataron puros entrenadores incapaces que eran demasiado duros (Paul Westphal) o demasiado blandos (Keith Smart), y él nunca pudo desarrollarse de manera coherente. Las derrotas se apilaban y Cousins descargó sus frustraciones en sus compañeros y sus entrenadores. Hasta le gritó al locutor Sean Elliott de los Spurs. El Cousins de antes era un jugador singularmente difícil porque su talento era evidente, y sin embargo no podía encontrar la manera de usarlo. Era como una gran veta de oro que nadie podía minar. Durante algún tiempo, su carrera siempre fue discutida de manera condicional: si le encontrara la vuelta, cuándo alguien le encontrara la vuelta.

A Cousins le resultó muy difícil librarse de su mala reputación. Sin importar lo que hiciera, cada acción suya se veía filtrada por la heurística popular de que estaba chiflado. Las señales positivas que daba Cousins eran ignoradas, pero cuando se enojaba, era noticia. Así de duros son los prejuicios. El ruido negativo alimentó sus actuaciones desparejas en la cancha, y se volvió cíclico. Cuando lograba evitar faltas tempranas, conseguir toques en el poste y mantener una relación semi-cordial con los árbitros, Cousins podía anotar contra cualquiera. Pero esas estrellas rara vez se alinearon antes de esta temporada, y su frustración crecía.

En la NBA, a veces vale más ser consistentemente bueno que esporádicamente grandioso, y su inconsistencia hizo que muchos vieran en él a un joven Zach Randolph o incluso a Derrick Coleman. La vieja versión de Cousins era imposible de marcar, pero también podía quedar fuera por faltas en pocos minutos. Esta tendencia al dramatismo y la precocidad que tuvo con las instituciones lo convirtió en un blanco fácil. Se teorizó popularmente que debía ser cambiado a otro equipo para que pudiera entrar en contacto con su talento. Bill Simmons hizo una campaña abierta por esto.

Simmons fue el primer acólito prominente del culto a Cousins, un grupo que desde entonces ha crecido y ha llegado a dominar el básquetbol en Internet. Sus seguidores no lo aprecian a pesar de sus travesuras, sino gracias a ellas. Existe cierta sensibilidad rebelde en Cousins con la que los fans se sienten identificados. Es mucho más fácil adherir a una identidad pura y sin complejos que a las restricciones y la ortodoxia. El hecho de que no se doblega a la voluntad de nadie lo vuelve más atractivo, casi una inspiración. Todo el mundo ama a un revolucionario.

Para los fans de los Kings, la cuestión era más compleja. Luego de tres años en la organización, no estaba claro si alguna vez alcanzaría su potencial, o si siempre sería una casi estrella poco fiable. Hasta algunos de los fans más leales --recuerda, la ciudad vendió dos décadas de pésimo básquetbol-- estaban comprando la idea de que Cousins era un problema.

El verano después reemplazar a la familia Maloof, la nueva organización de Vivek Ranadive dejó ir al ex novato del año Tyreke Evans y luego fichó a Cousins con un contrato por cuatro años y $62 millones. Fue una audaz e inequívoca señal de apoyo, ya que la comunidad de la NBA desconfiaba de darle a Cousins las llaves de una franquicia. Esa preocupación parece ser una tontería hoy por hoy.

Dos años después, ese contrato es uno de los más lucrativos de la NBA. Cousins se ha convertido en el mejor jugador ofensivo de poste de la liga sin haber sacrificado nada del fuego que lo distinguió en primer lugar. No es que Cousins haya cambiado su identidad o su forma de jugar. Simplemente ha mejorado su juego. Despacha a los defensores de elite, no se ve importunado por las marcas dobles y todavía verbaliza su disenso o su alegría a cada paso. Su temporada es aún más impresionante teniendo en cuenta que ha vivido el chocante despido de su primer entrenador en serio en la NBA, además de dos semanas de ausencia debido a una infección de meningitis.

Los más estridentes de la vanguardia de la NBA que se negaron a aceptarlo aún no lo hacen, pero dicha opinión pierde peso cada vez que Cousins tiene un gran partido. La reputación de Cousins con los árbitros sólo ha mejorado marginalmente, aunque el respeto y el beneficio de la duda tienden a seguir a los nombrados All-Stars. Es importante destacar que Cousins ha crecido a través de estas tribulaciones, no a pesar de ellas. A pesar de todos sus problemas con la percepción, él nunca cambió quién era.

Lo que realmente hace especial a Cousins es cómo su juego neolítico, de fuerza bruta, se basa en el engaño y la astucia. Asiste un mayor porcentaje de canastas de su equipo que Marc Gasol y Joakim Noah, ambos elogiados por su capacidad de pase. Es tan probable que Cousins haga una carga como que bloquee un tiro, lo cual le convierte en un jugador muy confuso a la hora de atacar. Los Kings, quienes anotan 19.8 puntos menos cada 100 posesiones cuando Cousins está en el banco, se apoyan en él como anotador, facilitador, defensor y centro espiritual, todo a la vez. Sin él no tienen ancla, quedan a la deriva hacia el olvido, sin dirección a ambos lados del balón. Cuando planeas tu juego para los Kings, planeas tu juego contra Cousins. No esperarías este predominio holístico de un bravucón de la vieja escuela como Cousins, pero apreciarlo es aprender a esperar sorpresas.

No es poca cosa que Cousins sea el único All-Star no votado por los fans que representa a un equipo flojo. La odiosa mediocridad de los Kings sirve como base para el argumento de que Cousins es más un charlatán de números que una legítima superestrella. Pero el juego no tiene mayor autoridad que Silver, quien seleccionó a Cousins sobre Damian Lillard, un candidato marginal de JMV y la imagen de Adidas. Si hay una marca de legitimidad, es la aprobación de Silver. Los escépticos que condenan a Cousins por su estilo apasionado ahora están oficialmente en el lado equivocado de la historia.

Es tentador pintar a Cousins como un zopenco enderezado, pero lo cierto es que nunca fue tan malo en primer lugar y su carácter intransigente le ha dado fuerza. Los jugadores tienden a suavizarse con el paso del tiempo y caer en el ritmo de vida de la NBA. Cousins desafía ese patrón. Él se eriza ante cada sanción, adopta una sonrisa de celebración cuando mete un tiro que tenía todas las de ser bloqueado, y no se frena en la cancha. Muchos se sienten incómodos con la firme apertura de Cousins, pero así es él y eso es lo que le ha convertido en un All-Star.