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Las mil y una noches de Coach Pop

LOS ÁNGELES -- El tiempo se detiene siempre que Gregg Popovich está presente. Se trata de una de esas personas capaces de llenar espacios, cuyos silencios dicen casi tanto como sus palabras, casi, porque cuando 'Pop' abre la boca puede pasar cualquier cosa; porque cuando la cierra y reduce su discurso a una mirada altiva en ocasiones, indiferente en otras y humillantes en la gran mayoría, esa cosa se puede volver incómoda, cómica e incluso bizarra.

El coach es una de esas personas que pasan de puntillas ante sus éxitos, sin hacer ruido, porque es de esos que no saben cómo auto adularse, al menos de cara a la galería. Y en la suya, en su galería de virtudes, trofeos y récords, el considerado como uno de los mejores entrenadores de todos los tiempos en cualquier deporte brinda con buen vino y tapea con queso del que suda mientras cuelga, en 'petit comité', otro cuadro a las paredes de su carrera.

Mil victorias, mil noches en los que apoyó la cabeza en la almohada con una media sonrisa, porque aunque parezca mentira, 'Pop' sonríe cuando toca; mil triunfos que le sitúan en el 'club de los nueve', el selecto grupo en llegar a esa marca en la historia de la NBA. Sólo le supera Phil Jackson en balance de victorias y derrotas, sólo el actual gerente general de los Knicks de Nueva York y Pat Riley han logrado esta marca en menos partidos (1,423 y 1,434 respectivamente). El estratega de San Antonio Spurs lo hizo en 1,462 citas. Mil victorias que engrandecen la leyenda, mil éxtasis que reafirman una filosofía.

El tiempo se detiene siempre que Gregg Popovich está presente. Entonces las moléculas que le rodean se contagian de un ritmo pausado y extremadamente tranquilo. Porque 'Pop' puede llegar tarde al estadio, con los minutos justos para comparecer ante los medios y ultimar detalles antes del partido, que su rostro no desnuda mueca alguna de urgencia. Hierático en sus reacciones, cadente en sus declaraciones, severo en sus afirmaciones.

Se trata de un hombre de costumbres fijas. Para qué quedarse en el hotel más cercano al estadio, en pleno 'downtown' de la ciudad, cuando se puede aprovechar el buen tiempo que reina en Los Ángeles para permanecer en un hotel situado a metros de la playa. Esa elección la lleva a rajatabla, aunque tenga que sacrificar tiempo en el tráfico angelino antes del partido. Y así es él cuando utiliza la misma lógica a la hora de decidir darle vacaciones a sus jugadores más importantes en plena temporada. "Creo que es lo adecuado y lo llevo a cabo", piensa. Aunque el riesgo sea la derrota, aunque el comisionado de turno eche humo por no poder contar con Tony Parker, Tim Duncan o Manu Ginóbili en plena retransmisión a nivel nacional. 'Pop' no suele vacilar porque si hay alguien que puede hacer lo que le dé la gana, es él.

No son 19 años en la élite que hayan pasado en balde: cinco campeonatos, 149 victorias de postemporada en la NBA (tercero de la historia en ambos casos). "Qué digan misa", habrá pensado alguna vez. "Haré lo que me parezca", se planteará. No le falta razón cuando los que más beben de él y más le alimentan la moral -sus jugadores- hablan maravillas de él, le entienden, le comprenden, porque 'Pop' da lo máximo a los suyos. Que le pregunten a Duncan, quien compone junto al coach el mejor dúo de la historia de la liga gracias a sus 930 victorias juntos.

¿La más importante? "Todas", dirá. Porque sin una no hubiera llegado la siguiente, y así consecutivamente, porque sin ésa no habrían llegado las definitorias. Las de los cinco campeonatos, las que realmente se recuerdan. Pero hubo una que fue la primera, la original, la que marcaría una pauta inimaginable aquel 14 de diciembre de 1996. Dallas Mavericks fue el rival, David Robinson, el jugador más destacado del encuentro (27 puntos y 10 rebotes).

Todo empezó en ese momento. Para él y para muchos. Porque la historia actual se escribe con tinta del pasado. Kobe Bryant era novato y en el punto de la primera victoria de 'Pop' contaba con 96 puntos en su carrera y ninguna titularidad. Michael Jordan tenía cuatro anillos y Tony Parker le adulaba en la distancia. El francés tenía 14 años de edad y todavía se debatía entre el fútbol y el básquetbol. Jordan le llevó por el buen camino y un año después decidió jugar en la posición de base.

Ha llovido mucho, ha nevado, ha brillado el sol. El tiempo pasa aunque 'Pop' sea capaz de detenerlo. Que corra el vino, que salpiquen las copas al brindar. Que llegue el homenaje a este entrenador singular, maestro de entrenadores y sabio en avatares. ¿La mejor manera de celebrar la victoria número mil de su carrera? Con otro triunfo, con la mil y una noche de sonrisa, mil y dos, mil y tres...