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El Barça de la 3ª vía, el Messi de la 4ª dimensión

BARCELONA -- El Barça que cerró en Villarreal su pase a la final de Copa con su octava victoria consecutiva en el torneo (todos los encuentros jugados) mostró un nuevo registro respecto a los últimos partidos.

Ni toque ni vértigo, se apuntó a la especulación, frenando en la medida de lo posible el ritmo que quisiera imprimir el rival y dejando pasar los minutos de manera plana. Lo hizo, eso sí, porque de entrada sentenció el partido, y la eliminatoria, con una jugada supersónica. Ideada y conducida por Messi, el Michael Jordan de un equipo entregado sin disimulo a su liderazgo.

Messi ya no es aquel pibe que encandiló con un fútbol soberbio hace 10 años bajo el manto de Rijkaard y que en la época dorada del Barça de Guardiola alcanzó la leyenda. Hoy, en su madurez futbolística, es el dueño absoluto del fútbol azulgrana y quien decide el cómo y el cuándo. Y sospechando que el Villarreal pudiera suspirar con la remontada convino que nada mejor que acabar con su sueño por la vía rápida.

Leo apenas tocó 35 balones en la primera mitad de El Madrigal. Pero precisó solamente dos intervenciones para sentenciar. En el primer minuto avisó a los suyos recuperando un balón en el costado derecho de la defensa y al cabo de 120 segundos oteó el horizonte desde su trono de esa banda derecha del ataque, aceleró con tres pasos supersónicos y regaló una asistencia digna del mejor Magic Johnson para que Neymar diera el golpe.

A partir de ahí regresó a su cuartel y dejó que el tiempo fuera pasando sin más. Observó con frialdad como el herido Villarreal ponía en jaque a un Barça especulativo e impersonal sin la necesidad de intervenir más de lo necesario y cuando lo hizo fue para pausar, dirigir, combinar y darle temple. Porque Messi tomó entonces, y en la mejorada segunda parte, el mando de las operaciones.

El partido de Villarreal constató para quien no lo tuviera claro, que la Pulga de 2015 ha dado un paso al frente en su personalidad futbolística. Lo hizo en mayúsculas en esa primorosa primera mitad que ofreció en Manchester, donde jugó indistintamente de 4, de 6, de 8 y de 10 con una majestuosidad fuera de lo común, inalcanzable para cualquiera. Se mostró humano fallando el penalti en el último suspiro del partido, pero fue divino con anterioridad.

Guardiola, el tipo que le entregó las llaves del Barça, dijo un día que a Leo "hay que tenerle contento" y su satisfacción, en el terreno de juego, es tan simple como dejarle hacer. Porque él sabe siempre qué debe hacer, tanto en singular como en plural. Lo sabe por él y lo sabe por el equipo y es por ello que en el momento oportuno, sabiéndose el dueño, elige el camino a tomar.

A partir de la derrota en San Sebastián, Messi ha disputado 14 partidos y ha marcado 15 goles. Estuvo presente en el accidente frente al Málaga para que el mundo entendiera que siendo el número uno sigue siendo terrenal, pero esos 90 minutos, englobados en los mil 260 que ha disputado el Barça desde entonces, no borran la sensación de que el Barcelona llegará hasta donde Leo sea capaz de conducirle.

La figura que un día representó (y representa) Michael Jordan en el mundo del baloncesto es la que ya ha tomado Leo Messi en el fútbol. Nada se adivina imposible para él y aquellos años legendarios que vivieron los Chicago Bulls son los mismos que disfruta hoy el FC Barcelona. Porque instalado en el vértigo, apoyado en el rondo o sumido en la especulación, siempre estará a expensas de lo que decida su jefe.