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Sagrada familia sudamericana del Barça

Sin quererlo, sin siquiera proponérselo, en la búsqueda de tener en sus filas a una tercia infernal, el Barcelona ha amalgamado lo mejor de tres naciones futboleras que entre sí se odian.

El tridente Messi-Neymar-Suárez reúne de un golpe al mejor jugador argentino de la actualidad (y quizás de todos los tiempos y polémicas aparte con los maradonianos), al brasileño más destacado de los últimos años y al uruguayo con más talento de estos días.

El lujo del Barça es una declaración de paz sudamericana que le da a cada uno de estos cracks un par de socios que en sus respectivas selecciones no es posible tener, si no es por esta tregua a nivel de clubes.

Aunque Leo cuenta con Agüero, Higuaín o Tevez (claro cuando es convocado), atacantes de élite, pero con ninguno de ellos ha llegado a una simbiosis tal como la que se viste de blaugrana cada tres o cuatro días.

En el caso de Luis Suárez, tiene a Cavani y tuvo a Forlán, y la receta dio para logros que el balompie charrúa no había conseguido en décadas, pero ahí Suárez era el ariete, el que abría y abre la puerta, en el Barcelona le sirven y sirve, da y recibe.

Neymar es quizás el ejemplo del que más crece en el entorno catalán. En la selección brasileña es el frágil líder que hace una jugada de más, finge faltas al por mayor y que al ser lesionado en el Mundial vio naufragar a su equipo nacional de una forma dramática que rayó en el escándalo.

Brasil no tiene ni tendrá en un futuro cercano algo que se acerque la trío Leo-Ney-Lucho.

Esta nación del ataque culé que podría llamarse "Urubrargentina", "Argenbraguaya", "Brargenguaya" es el abrazo de tres culturas balompédicas llenas de desencuentros y equivale a que en su momento hubieran coincidido Pelé, Ghiggia y Labruna o una locura entre Maradona, Zico y Francescoli, para tener un ejemplo más reciente.

El eje sudamericano que lleva 114 goles en torneos oficiales desde que Suárez se integró ya iniciada la temporada, es un do-re-mi o mejor dicho un Me-Ne-Su, tres notas con las que se arma una sinfonía.

Pero más aún, es la probeta en la que, al menos por un momento, se hermanan tres pueblos que en un campo de futbol tienen un encono histórico.

No digo que de repente se olviden "Maracanazos", "bidones" o batallas del Río de la Plata, pero cada 90 minutos que esta terna viste la samarreta catalana son pasajes de un bello tango carioca donde Piazolla interpreta con Jobim y Zitarrosa como una Sagrada Familia.