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Un salto de jerarquía

BUENOS AIRES -- El partido entre Colombia y Brasil acaso proporciona el mejor indicio de cuánto ha cambiado el mapa y las características del fútbol en América.

Por un lado, a la reconocida búsqueda técnica de los equipos de la región, se le sumó una intensidad de vértigo. Por despliegue y por el vigor de las acciones (Colombia jugó como en una final del Mundial), el encuentro se hizo apasionante.

Brasil, líder indiscutido de las Américas hasta aquí, atraviesa una etapa de reconstrucción anímica y de identidad luego del mazazo del Mundial. Y, con un plantel donde Neymar es casi todo, parece ceder posiciones.

Colombia, en cambio, exhibió un temple desconocido que, como plus a su histórica calidad, lo coloca en otro escalón. Con sus figuras en el corazón del fútbol europeo, el equipo de Pekerman tiene la madurez suficiente para pedir un lugar entre las potencias. No en vano muchos lo barajan como gran candidato a ganar la copa que se disputa en Chile.

Pero no sólo se observa el crecimiento de Colombia. Los equipos históricamente más débiles ahora están dispuestos a dar batalla y con las mejores artes. Por caso Perú, que de a ratos se asemeja al de la época de gloria de los años setenta.

Con algunos nombres repetidos y de extensa trayectoria, ha logrado sin embargo renovarse, lucir otro espíritu. Con su clásico estilo de pelota al pie, ofrece ritmo y precisión (en especial, ante Brasil) para poblar el campo adversario con una neta vocación ofensiva. Propone y tiene con qué.

Salvo Jamaica, cuyo fútbol se presenta más rudimentario, no hay en la Copa América patitos feos. Venezuela abandonó su lugar previsible de partenaire y Bolivia sorprendió a propios y ajenos con una victoria en el certamen luego de 18 años (3-1 ante México, en 1997, había sido su última vez). Ambas selecciones aportan decisivamente a una distribución más pareja de las fuerzas.

Si bien Uruguay y Paraguay, al margen de los resultados, están, según este cronista, en un período de declive y con necesidad urgente de recambio, la paridad general no obedece al retroceso de los más grandes, sino al despegue de los postergados.

Quizá se trata de un clima de época, pero lo cierto es que la evolución innegable de la región se arraiga en la creciente autoestima de los equipos sometidos durante años a un lugar de reparto.

Es notable que ninguno apuesta a estrategias defensivas, a la destrucción de los recursos del adversario (siempre superior), sino que casi todos se arriesgan a medir fuerzas en pie de igualdad, sin complejos, con apuestas al fútbol de ataque y al desarrollo de un buen repertorio técnico.

La consecuencia es un torneo sumamente atractivo –quizá más de lo que muchos suponían–, con animadores variados y una interesante cuota de gol.

Chile ha sido pionero en el cambio de mentalidad. En entrenar la confianza. No basta con lanzar jugadores con talento y formarlos en las grandes ligas de Europa.

Se requiere personalidad, valorización de la propia camiseta y una metódica rebelión contra el orden establecido.

Ese camino, por suerte, parece seguir la mayoría.