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Partidos y espejismos

BUENOS AIRES -- Contemplada con desmesurado optimismo, la goleada de la Selección a Bolivia puede tomarse como el partido óptimo.

Se convirtieron siete goles, todos de gran factura, los nuevos se acoplaron a la perfección (Correa incluso metió un gol a pesar de que jugó pocos minutos), Agüero tuvo una performance monumental, hubo un Messi auténtico… En fin, se puede mentar un sinfín de virtudes de este primer paso sinfónico de la gira por Estados Unidos.

Corolario: los futbolistas se reencontraron –dato que algunos estiman fundamental para mantener la cohesión del plantel–, los que juegan poco tuvieron rodaje (el Tata Martino dispuso una alineación suplente) y todos reforzaron la autoestima luego del golpe de la Copa América. El equipo volvió a brillar.

Conclusiones más alentadoras, imposible. Pero si Martino apela por un instante al espíritu crítico (es un hombre habituado a hacerlo), se dará cuenta de que, por la envergadura del rival, que además viajó a disgusto sólo para cumplir con el compromiso firmado, el 7-0 no supera el rango de un entrenamiento.

La diferencia es que a los juegos de práctica, con pechera y sin público, no se los computa como una competencia. En cambio, cuando existe la formalidad de una Fecha FIFA, hacen falta sensatez y perspectiva (y la capacidad de absorber decepciones) para no encandilarse y reconocer que el partido no es más que un espejismo.

Y esa ilusión puede hacer pensar que el funcionamiento de algunos jugadores –juntos o individualmente– es muy superior al real.

Esta es la peor parte del entrenamiento formal realizado en Houston. Promueve inferencias erróneas. Desconcierta. Distorsiona la verdadera estatura del equipo.

En lo sucesivo, sería conveniente que los responsables futbolísticos de la Selección (Martino y sus colaboradores) tuvieran alguna incidencia en la estructura del calendario de amistosos.

Se sabe que la marca Selección Argentina está en manos de agentes comerciales que atraen auspiciantes y la sospechada empresa Torneos, que organiza partidos sin más parámetro que el de su propio beneficio económico.

Se supone que, al tratarse de una situación reiterada, los máximos dirigentes están de acuerdo con esta delegación de decisiones, pues también privilegian la tajada para la institución.

En tal caso, para evitarse partidos que inducen a equivocación, que miden mal los alcances del equipo (además de ser espectáculos insípidos por la desigualdad de los contendientes), Martino podría elegir un equipo completamente alternativo.

Con futbolistas locales, para solaz del público de los clubes, que vería a sus jugadores, al menos una vez, con la camiseta nacional.

Cuando Maradona estaba a cargo de la Selección, apeló a esta práctica como premio para los futbolistas. Recuerdo a Esteban Fuertes, convocado a los 36 años para enfrentar a Panamá. ¿Por qué no llamar ahora, por ejemplo, a Lucas Zelarayán, que de otro modo jamás integraría una lista?

Eso sí, a Messi habría que llevarlo de cualquier manera. Quedó a la vista ante Bolivia que la gente va a la cancha para verlo a él. Por eso se agotaron las entradas. Los demás apenas acompañan. Podrían ser otros, podrían ser cualesquiera.