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El encuentro México-Estados Unidos es el segundo Clásico del Mundo

LOS ÁNGELES -- México contra Estados Unidos. Una rivalidad intensa. Y aún en evolución. Su mayor incandescencia está apenas por venir.

¿Cotiza este encono en el mundo o sólo cotiza en Norteamérica y en la Concacaf? ¿Será la segunda hostilidad en el universo del futbol, sólo detrás de los antagonismos entre Brasil y Argentina?

¿Compite con una Alemania contra Italia o Alemania contra Inglaterra? ¿O la rivalidad entre Argentina e Inglaterra o hacia Alemania? ¿Uruguay y Argentina, en la guerra de La Plata?

La rivalidad entre EE.UU. y México se salpica, se adereza, se amamanta de esencias más allá de la futbolística, vertiente en la que apenas se intensificó este desprecio a partir de los 90s con la llegada de Bora Milutinovic al mando de cara a la sede estadounidense para el Mundial 1994.

¿De qué están hechas las diversas rivalidades extremas en el futbol? A veces de la competitividad por la supremacía en este deporte, y otras por factores colaterales, pero evidentemente mucho más poderosos que la simpleza del futbol.

1.- La rivalidad entre Brasil y Argentina es universal. Y estrictamente futbolística. Incluso, el conflicto entre ambos países se recrudece hasta por determinar al mejor futbolista de la historia. ¿Pelé, Garrincha, Maradona, DiStéfano, Messi?

Prueba fehaciente, irrefutable, fue el Mundial Brasil 2014. Alemania humilló para la eternidad a los anfitriones: 7-1. En la Final, Argentina, vecino de continente, se enfrentaba a la aplanadora teutona.

¿Qué hicieron los brasileños? Respaldar incondicionalmente a su verdugo. Glorificar al que los humilló. Habría sido doble oprobio para los brasileños que además de ser goleados 7-1, su archirrival argentino se coronara en el majestuoso Maracaná.

2.- Lo futbolístico. El orgullo competitivo de EE.UU. vivió sometido, esclavizado por el control absoluto de México en la Concacaf.

Era, con escasas excepciones en boxeo, el único deporte en el que el vecino del Sur mantenía bajo su bota al vecino del Norte.

Cuando EE.UU. recibe la sede del Mundial de 1994, la historia empezó a modificarse. Su selección empezaba a tener un método de trabajo. Bora Milutinovic, formado como técnico en Pumas de la UNAM, sabía de organización y de resultados.

Empezar a ganar la Copa de Oro, a conseguir respeto en su propio territorio, modificó los roles. La metamorfosis era evidente: EE.UU. pasó de víctima a competidor y después a victimario, con Steve Sampson y Bruce Arena tras el legado de Bora.

Y la rebelión del reprimido trastocó los escenarios. Ahora, el mexicano veía que ya ni siquiera en futbol podía mantener hegemonía sobre EE.UU. Y eso encendió los ánimos, más aún cuando tras los Lalas y los Bocanegra, Landon Donovan se convirtió en un general carnicero del Tri.

“Quiero verlos (a los mexicanos) siempre humillados, de rodillas, llorando”, dijo Donovan en Columbus antes de un juego clasificatorio al Mundial de Corea del Sur/Japón. Buches de gasolina a la conflagración.

Y al tiempo, el orgullo liberador de unos y la sensación de fuga de sus habituales esclavos, ha hecho de esta rivalidad una sabrosa pugna deportiva, cuya última gran satisfacción para México fue levantarse del 2-0 al 2-4 en el Rose Bowl de Pasadena, el 25 de junio de 2011.

3.- Y lo no futbolístico. En su libro Vecinos Distantes, Alan Riding hace una profunda y casi exacta disertación entre la convivencia beligerante entre EE.UU. y México.

Y en ella, agrega las delimitadas circunstancias que explican el otro encono entre ambas naciones, en especial el saqueo territorial, cuando Estados Unidos despoja a México de los estados de California, Texas, Arizona, Nevada, Nuevo México y Colorado.

A ese despojo territorial, debe agregarse el fenómeno migratorio, la discriminación, las guerras, y por supuesto la intromisión en decisiones gubernamentales a lo largo de los años.

Todos estos factores profundizaban en esa sensación de que al menos en futbol, existiera el consuelo de la victoria.

¿Colocan estos síntomas a la rivalidad entre México y EE.UU. como la segunda en el mundo?

En la suma de factores y en la suma total de aficionados de ambas naciones, tal vez sí, aunque es necesario recordar que estas reyertas deportivas aún no enraízan en todos los estadounidenses, porque muchos de ellos ni enterados están de que se viene este 10 de octubre en el Rose Bowl de Pasadena la conquista de la supremacía de Concacaf, y su embajada a la Copa Confederaciones 2017.

Para los estadounidenses el apasionamiento extremo de rivalidad se remonta a los inmortales duelos en hockey, béisbol o basquetbol con otro tipo de potencias, incluyendo a Rusia, Japón, Italia, y con nostalgia a las campales contra la desintegrada Unión Soviética.

En cambio en México se mastica casi de manera absoluta este juego con intolerancia y con angustia: ¿Podrá el Tri del emergente Tuca Ferretti conseguir la victoria sobre EE.UU.?

Lo cierto, al final, es que en algunos rincones del mundo, este México contra EE.UU., del sábado, podrá pasar inadvertido y en otros habrá un interés anecdótico y secundario.

Pero, en un amplio sector estadounidense y en todo México, la atención será absoluta, y seguramente en la zona geofutbolística de la Concacaf, también habrá una atención total, dividida entre sus favoritos, pero sin duda, marcadamente a favor de EE.UU.

Pero, debe quedar claro que a nivel de pasión deportiva y de calidad futbolística, en el paladar mundial del aficionado, México contra EE.UU., apenas podría llegar a un sabroso licor digestivo, al final de una opípara cena.