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Muestra de caracter

Argentina fue intenso y defendió magistralmente Getty Images

MAR DEL PLATA -- La victoria de Argentina sobre Puerto Rico en la cuarta jornada del Torneo de las Américas de Mar del Plata dejó varios mensajes, hacia adentro y hacia afuera del equipo ganador.

Tal vez el muy flojo primer tiempo de los argentinos puede atribuirse a que, como los mismos protagonistas asumen, este fue el primer partido complicado que afrontó el equipo, luego de una preparación y un comienzo mismo del torneo, en los que no enfrentó a los rivales más poderosos del continente. Hasta ahora había dominado, casi a voluntad, a cuanto equipo tuvo enfrente. Esta vez los boricuas se pusieron duros desde el inicio mismo del juego y los argentinos parecieron sentirlo y les llevó todo el primer tiempo acomodarse a una situación inédita hasta ahora.

Otro aspecto que mostró Argentina fue que sigue siendo el equipo que indica el ejemplo a seguir en la tarea defensiva. Aún cuando en esa misma primera mitad jugó de manera desteñida e imprecisa, se sostuvo en base a una defensa envidiable, que evitó que Puerto Rico no le sacara una ventaja importante.

Al mismo tiempo que su ofensiva se mostró errática como nunca, con un Scola extrañamente improductivo (buena marcación puertorriqueña) y con bajísimos porcentajes de acierto desde la línea de tres puntos, logró forzarle 11 pérdidas a su rival en esos 20 minutos iniciales, todo un indicio de que siguiendo ese camino tendría una chance para rehabilitarse.

Solo una destacada tarea defensiva pudo ocultar el bajísimo 43 por ciento en tiros de campo argentino, que incluyó un muy pobre 30% en triples, a pesar de tener muchos minutos en cancha a especialistas como Delfino, Nocioni, Ginóbili y Prigioni.

Hubo demostraciones de altísima calidad defensiva. La forma en que Ginóbili exigió su cuerpo, se raspó, chocó y corrió a Barea o a Arroyo, en distintos momentos, fue admirable. Algo similar hizo Jasen en la segunda parte con el mismo Arroyo (en los primeros 20 minutos estuvo incontrolable), al que secó de manera brillante y exigiéndose ante la habilidad, veloz y endiablada, del conductor de Puerto Rico. También brillaron en esa función tanto Delfino como el mismo Prigioni, construyendo una muralla defensiva casi granítica, que le provocó 20 pérdidas a los centroamericanos.

Si como suele decirse, "la ofensiva gana partidos y la defensa campeonatos", Argentina agregó otro motivo para quedarse con el título continental.

Los argentinos, además, mostraron una saludable paciencia, a pesar del ambiente de efervescencia que lo rodea por ser el anfitrión. En ningún momento de ese primer tiempo, en el que por largos pasajes fue dominado por Puerto Rico, se salió de su libreto, ni perdió el orden. Fallaba adelante, aún tomando tiros cómodos, y volvía al sacrificio atrás para evitar que los boricuas se escaparan.

Eso le permitió mantener la claridad mental como para entender que, cerrados fundamentalmente Scola y Ginóbili por la defensa contraria, había que insistir por otras vías. Así aparecieron los tiros de Delfino y Nocioni y cuando aparecieron los espacios, los propios Ginóbili y Scola calentaron sus manos e hicieron estragos en cada ofensiva. El pivote detectó que Santiago no lo salía a buscar en los tiros abiertos, tanto en el poste alto como en el fondo de cancha, y lo martirizó con tiros de 4 ó 5 metros.

También puede concluirse que los argentinos dejaron en claro que para ganarles, sus rivales deberán jugar en un alto nivel durante todo el partido. Esta vez Puerto Rico lo hizo durante una primera mitad y lo superó, es cierto. Pero Argentina fue intenso y estuvo concentrado durante todo el juego, aún en los pasajes negativos, y defendió magistralmente sin renuncios durante los 40 minutos. Por eso, a diferencia de otro, esa actitud siempre la dará una oportunidad. Y cuando la tiene, está demostrando que no falla.