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Corea no es la solución

La Serie del Caribe en Santo Domingo no contó con el apoyo del público. ESPNdeportes.com

Los organizadores de la Serie del Caribe podrían muy pronto mandarnos de vuelta a la escuela a estudiar geografía.

Así, tal vez nos enteraríamos de pronto que Corea del Sur es un país bañado por las cálidas aguas del mar Caribe, razón por la cual su equipo de béisbol podría participar en la también llamada Pequeña Serie Mundial Latinoamericana.

Bromas aparte, suena absurda la idea de invitar a Sudcorea al certamen que en la actualidad disputan los campeones de República Dominicana, Venezuela, Puerto Rico y México.

Y más que absurda, la posibilidad real de que ello ocurra parecen las desesperadas patadas de alguien que se está ahogando en medio de las aguas del mar Caribe.

La Serie está mal de salud. Eso es un hecho innegable y se imponen acciones para tratar de salvarla, pero la presencia de los sudcoreanos podría ser el tiro de gracia al torneo.

De hecho, si toman tan descabellada decisión, lo primero sería cambiarle el nombre al evento.

Si ahora mismo la fanaticada ha perdido interés por la cada vez menor participación de los jugadores de Grandes Ligas, imagínense si los invitados empiezan a ganar y ganar, relegando a los caribeños reales a segundos planos.

Por cierto, que en cuanto al tema de los grandeligas, no hay luz al final del túnel.

Con los megasalarios que se pagan aquí en Estados Unidos, difícilmente un dueño de franquicia de MLB permitirá que una inversión multimillonaria se vaya a lastimar en la Serie del Caribe.

Si es necesario ampliar la cantidad de participantes, aquí en el área hay de donde escoger, aunque no siempre tengan la calidad de los coreanos.

Ante todo, hace falta el regreso de Cuba, que fuera el principal animador del certamen en su primera etapa de 1949 a 1960.

Claro que es complicado. Las autoridades deportivas cubanas exigen mucho a cambio de nada o casi nada, como si se tratara de la última Coca Cola en el desierto.

Pero tal vez si se aprovecha como baza para negociar el mal momento por el que atraviesa el béisbol cubano, que ya dejó de ser el poderoso campeón de cuanto torneo había, quizás se pueda convencer a La Habana de cuánto necesitan ellos integrarse a la Serie del Caribe.

Y aunque no necesariamente, sería conveniente un sexto equipo para tener un número par.

Colombia y Nicaragua llevan tiempo clamando por su inclusión y para ello han logrado armar sus respectivas ligas profesionales, en tanto Panamá también reactivó su torneo rentado tras diez años de pausa.

Es cierto que cualquiera de estos tres países estarían condenados, al menos en el papel, a ser los sotaneros del torneo, sobre todo en sus primeras incursiones.

Pero así pasa con México, la Cenicienta en el actual formato de la Serie del Caribe, que en más de una ocasión, como en el cuento infantil, ha terminado convertido en rey.

Otra opción un poco más complicada sería invitar a Estados Unidos. Quizás las diferentes ligas independientes podrían celebrar una suerte de serie previa entre sus respectivos campeones de la cual saldría el representante norteamericano.

Y existe también la posibilidad de hacer de Miami la sede permanente de la Serie del Caribe, algo que ya se intentó sin éxito a principios de los 90.

Pero en aquel entonces, la abrumadora mayoría de la población latina en la Capital del Sol la constituían los exiliados cubanos, que no se vieron nunca representados por ningún equipo participante.

Pero las circunstancias han cambiado. Cientos de miles de venezolanos, dominicanos, puertorriqueños, colombianos, nicaragüenses y mexicanos han enriquecido el espectro poblacional miamense y podrían acudir en masa al flamante nuevo estadio que está por inaugurarse en la Pequeña Habana.

Claro que aquí habría un obstáculo político muy serio, pues difícilmente La Habana aceptaría enviar a su equipo al corazón del exilio, con el riesgo de que se queden sus peloteros en busca de nuevos horizontes.

Pero opciones múltiples hay, sin necesidad de relocalizar en el mapa del mundo a Corea del Sur.