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Bienvenidos a mi casa

MIAMI -- El Grandstand es una pequeña Bombonera, sin barrabravas, con policías y Martín Palermo en el banco. Desde hace un par de años, el segundo estadio del Sony Ericsson Open en Miami se convirtió en el terruño de Juan Martín del Potro, su trinchera. Allí, los fans latinoamericanos, argentinos particularmente, llenan el estadio y queda gente afuera, no alcanzan los 4.500 asientos. Argentinos que viven en Miami, cerca de Miami (Boca Ratón, Aventura, Fort Lauderdale, Hollywood) y los que compran pasajes de 800 dólares para venirse desde la Argentina a seguir en vivo un Masters Series, ir a la playa y hacer compras en el shopping.

Del Potro no es sólo el representante argentino: lleva en su raqueta las esperanzas de un subcontinente (ya pasamos la época en que Sudamérica tenía cantidades de figuras para ofrecer, ahora está él solo allí arriba) y, si no fuera por España y sus valores, casi de un idioma. "¡Eres mi potrillito!", le grita una señora cubana. "¡Vamos, Boca!", lanza un venezolano. Los argentinos, ya saben, se caracterizan por su cantito de "olé (repite cuatro veces), Delpoooo (repite dos)". Su ingreso causa un furor de banda de rock, y no es exageración: mujeres en la primera fila, con medio cuerpo en el aire, gritando por Juan Martín, banderas flameando y el locutor que no puede terminar de decir su nombre, porque lo tapan con el griterío.

A partir de ese momento, el peloteo con Ivo Karlovic, los primeros games, y se torna indisimulable el agravamiento de una tensión: la actitud de "todo por ver a Delpo" del fan latino contra el "todo por mantener el orden" de los oficiales de seguridad locales, ayudados por la policía de Miami-Dade. Uno que parece ser jefe, vestido de rojo, quita seis o siete banderitas argentinas de plástico, enganchadas en los caños de las tribunas tubulares. También les pide a aquellos que plantaron banderas de tela, que las descuelguen, se supone que por una cuestión de no tapar los carteles de los sponsors.

El problema en las tribunas comienza a trasladarse al partido. Hay más gente que asientos, la diferencia es notoria. Se generan las primeras discusiones, originadas por el sistema: el que primero llega, tiene su asiento. Las entradas generales no discriminan estadio, sino que sólo se dividen por sesión (diurna o nocturna). Hay que primerear. El que compró el ticket puede ir a la cancha central a ver a Djokovic con Baghdatis, o quedarse a hinchar por Delpo o Karlovic. Ante las discusiones, el personal de seguridad no duda: llama a la policía, los que visten con camisa marrón, y todos los involucrados son invitados a salir fuera de la cancha: allí se arreglarán los problemas y regresarán quienes se hayan sentado primero. ¿Cómo lo determinan? No sé, un careo.

La curiosidad fue que, esta vez, la policía sacó del estadio al entrenador de Del Potro, Franco Davin. También al preparador físico, Martiniano Orazi; al manager, Ugo Colombini, y a Palermo, invitado de Juan Martín. Todos ellos estaban en la primera fila. Davin no podía creerlo, intentaba explicar a los de Seguridad que se sentaba allí por su función, pero lo dicho: los problemas se arreglan afuera, dice la policía, y a los cinco minutos el team Delpo pudo regresar.

Lo mismo le ocurrió al entrenador de Karlovic, quien vio los primeros juegos parado en una escalera de acceso. "Karlo, Karlo", le gritaba a su dirigido, para que supiera dónde estaba. "Uno trata de no mirar afuera, pero me di cuenta de lo que pasaba", le comentó Del Potro a SportsCenter. "Intentaba que no me desconcentrara y por suerte no pasó nada en ese sentido".

Los periodistas tampoco tenemos lugar asignado en el Grandstand. Para este partido, ingresamos con los colegas de ESPN a un costado y nos ubicamos en el sector de fotógrafos, a la altura de la red, pegado al rectángulo de juego. No es el mejor ángulo, pero se sienten los golpes como en ningún lugar.

El año pasado tuve mi experiencia con la policía: llegué a un asiento en cabecera, primera fila, allí donde hoy está Davin, y un venezolano me reclamó que era suyo, que había ido al baño. Le expliqué que el sistema, que no había inventado yo, indicaba que el asiento es de quien se sienta en él (y no va al baño), y que estaba allí hacía diez minutos. Lo acompañaba su hija y su padre, un señor mayor, que me tiró de la ropa, furia pura, en el intento de sacarme del lugar. Intervino la policía. Nos llevaron a todos afuera; finalmente, decidieron que la familia se iría a otra ubicación, y yo pude regresar al asiento. El mismo oficial de seguridad que me ayudó el año pasado –partido de Juan Martín del Potro con Philipp Kohlschreiber- estaba ordenando hoy en el Grandstand.

El asunto de las gradas nunca se arregla. En cada cambio de lado entra más gente, y los jugadores deben esperar a que la larga cola de personas se retire. Entre los puntos, Karlovic siente que está jugando totalmente de visitante, y lo refleja después del partido en un mensaje a sus 29.619 seguidores en twitter: "Thought I played in Argentina for a second there and not my MIA-Yo. Great atmosphere tho.. Fun.. For Delpo..". (Pensé por un segundo que jugaba en la Argentina y no en mi Mia-Yo (por Mia-mi). Gran ambiente de todas formas. Divertido… para Delpo".

El partido fue rápido. El reloj oficial marcó 1 hora y 45 minutos, pero tomé el trabajo de cronometrar el tiempo real de juego, aquel en cual la pelotita estaba en movimiento (incluye ese medio segundo del saque que no entra). Me dio 10 minutos y 45 segundos netos. Puedo conceder 30 segundos de margen de error, pero no varía demasiado el concepto. Predominancia de servicios (Del Potro perdió apenas cuatro puntos cuando metió el primero y no enfrentó break points) y muy poco peloteo, eso es lo que propone Karlovic, y está perfecto que lo haga.

Del Potro festejó la victoria y haberse recuperado de los dolores en el hombro derecho, con los que había terminado Indian Wells. "Estos días antes de Miami me sirvieron para estar mejor. Ya no uso la banda protectora", le comentó a ESPNDeportes.com. En la próxima ronda tocará otro croata, Marin Cilic, y es muy probable que, como por su lado del cuadro juegan Djokovic y Federer, vuelvan a programarlo en el Grandstand.