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Un nombre para los genios

Larry Bird, Michael Jordan y Earving "Magic" Johnson: el trío maravilla de aquel súper conjunto Getty Images

BUENOS AIRES -- En su primer partido de los Juegos Olímpicos de Barcelona '92, el seleccionado de básquet de Estados Unidos igualaba 7-7 con Angola promediando el primer cuarto. El equipo de los sueños había arrancado algo oxidado en su juego, como preso de un favoritismo abrumador. Esa pequeña paridad, sin embargo, sirvió para despertar al genio, y el conjunto norteamericano entró en una racha parcial a favor de 46-1.

Lo increíble no fue que ese equipo de estrellas, poseedor de las figuras históricas más grandes que dio la NBA, forzara esa ventaja repentina. Lo increíble fue que alguien, en medio de semejante demostración pasmosa de talento, pases, volcadas, contraataques, robos y supremacía, convirtiera un punto. El reponsable fue Herlander Coimbra. ¿Cómo lo logró? Sobremarcó a Barkley debajo de la llave hasta que el entonces jugador de Phoenix se cansó y le pegó un codazo en la mandíbula. Falta técnica, un libre. Convertido. En ese momento la racha era de 31-0. Fue de 46-1. El Dream Team, el único pese a todos los posteriores, ganó ese partido por 68 tantos. Su rival le convirtió apenas 48. Pasaron 20 años: nunca hubo un equipo igual.

¿Angola? No sé cómo juega. Lo único que sé es que está en problemas

-- Charles Barkley, ala pivote de Estados Unidos

El plantel olímpico de profesionales era una necesidad que derivó en un lujo. Como el combinado estadounidense, compuesto íntegramente por universitarios, sólo había conseguido una medalla de bronce en Seúl '88 (además de caer en los Panamericanos y en los Juegos de la Buena Voluntad), el desesperado deseo americano de volver a dominar la disciplina desembocó en una doble negociación. Primero con el Comité Olímpico, para que permitiera jugar a los NBA. Después, con los NBA mismos. La primera fue más fácil que la segunda.

Larry Bird no quería saber nada con la selección del país por sus dolores de espalda; Magic Johnson (retirado desde hacía 8 meses, cuando se había anunciado portador de HIV) no quería jugar si Bird no participaba. Y Michael Jordan no pensaba volver a los Juegos (ganó el oro en Los Angeles '84) si no se sumaban los otros dos.

El primero en ceder fue Bird, que luego se pasaría el 40 por ciento del tiempo de competencia acostado boca abajo para aliviar su dolor. Desde allí, todo fácil. Bird arrastró a Magic que arrastró a Jordan. ¿Y quién no iba a querer jugar con ellos tres? Eran Mozart, Beethoven y Bach. Maradona, Pelé y Cruyff. Los más grandes de su tiempo y de cualquier tiempo. Se plegaron Ewing, Barkley, Stockton, Malone, David Robinson, Drexler y Pippen. En total eran 10 de los 50 declarados mejores jugadores de la historia de la NBA.

LUJO POR AQUÍ, LUJO POR ALLÁ
Primero barrieron con el Preolímpico de Portland, donde entendieron cómo sería la tónica de sus participaciones deportivas: fotos con los rivales y los periodistas y los empleados de los estadios; goleadas inapelables.

De allí pasaron a una concentración en Montecarlo, donde jugaron ante Francia su único partido de preparación. Y, asombrosamente, en lugar de aparecer los problemas de ego y cartel, comenzaron a llevarse bien. Bird apodó "Harry" a Patrick Ewing, de quien se hizo inseparable compañero (a tal punto que la prensa comenzó a llamarlos "Harry y Larry"), mientras Magic y Jordan se pasaban una buena parte de la noche gastando dinerales en los casinos monegascos. Barkley, ya en los Juegos, se paseaba por las calles y daba limosnas de miles de dólares a los homeless españoles. Todo andaba sobre ruedas.

En Barcelona, decidieron evadir la Villa Olímpica y alojarse en dos plantas completas del Hotel Ambassador, un establecimiento ultracustodiado con sala de videojuegos incluida, en el que cada jugador contaba con una suite. Fueron criticados duramente por esa movida. "Va en contra del espíritu olímpico", demandó el propio Fidel Castro. Le respondió John Stockton con una doble frase: 1) "Para mí el espíritu olímpico es ganarles a mis rivales, no dormir con ellos". 2) "En Utah tenemos un dicho: los indios no cenaban con el general Custer, que los conquistaba".

Llegar a los estadios también era un problema: doble custodia privada en los automóviles, subir por los ascensores de carga para que no los ahogaran bajo gritos desesperados en demanda de autógrafos... Quizá un dato alcance para graficar la dimensión de popularidad de este equipo mundialmente amado: la primera vez que entraron a la sala de prensa olímpica, hubo una ovación cerrada de los ¡periodistas! Un bochorno.

"Era como juntar a los Beatles con Elvis y salir de gira", definió el entrenador de aquel conjunto, Chuck Daly. Muchos alegan que tuvo el trabajo más fácil de la historia. Dirigió apenas dos entrenamientos durante los Juegos (no hubo más para el Dream Team), y no intervino para pedir ni un solo tiempo muerto en los ocho partidos que jugaron sus dirigidos.

En la cancha sólo había lugar para palizas. El equipo se impuso en sus duelos con una ventaja promedio de 43,8 puntos ("El problema es que nuestros rivales se dividen. Si la Unión Soviética jugara unificada, yo creo que apenas les ganaríamos por 25", reflexionó Bird), y tuvo su encuentro más parejo en la final contra Croacia: sólo lo venció por 32.

Anécdota: conociendo esa ventaja, y a sabiendas de que sería la menor que el Dream Team le sacara a una selección extranjera, el croata Drazen Petrovic (también NBA) le pidió a Stockton que consumiera el tiempo de la última posesión sin tomar un disparo al aro. Stockton le dio el gusto y Petrovic se fue feliz con su derrota y su medalla de plata, con la certeza de que entraba en la historia.

LO BUENO DURA POCO
En la premiación, Jordan, Barkley y Magic se pusieron una bandera estadounidense en los hombros. ¿Patriotismo? No. Eran hombres de Nike que tapaban el logo de Reebok, sponsor de la Selección. Dos horas después de ese momento salió un avión privado hacia los Estados Unidos. Los doce héroes estaban en sus casas, a más de 6 mil kilómetros, cuando se corrió el maratón, y también cuando se cerraron los Juegos.

Es que este Dream Team era eso para bien y para mal: un conjunto que trascendía todo, que era más que el escenario y el contexto, la suma de individualidades tan perfectas como poderosas. Pero, aun siéndolo, despertaba locura y fanatismo por su nivel.

¿Habrá algún día un equipo igual? "No lo creo", dice Jordan. "No lo creo", dice Magic. "No lo creo", dice Bird. ¿Y si aparece uno tan bueno como éste? Los tres coinciden: "Vamos a tener que enfrentarlo".