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Domar el viento

LONDRES -- "Permiso, tengo ese asiento", decía una mujer a otra, ambas socias del Queen's Club, abrigadas con tapado y un vaso lleno en la mano derecha. La primera le mostraba las entradas que le otorgaban potestad sobre el asiento Nº 54 de la antepenúltima fila. Resultaba extraño el pedido, tardío: David Nalbandian se disponía a sacar set arriba, 5-4 en el segundo, frente a Grigor Dimitrov. La jornada de semifinales estaba por terminar. ¿Por qué llegó tarde esa señora? ¿Creería que Nalbandian jugaría tres sets, como lo había hecho en tres de sus cuatro partidos anteriores? ¿Acaso nos importa?

Nalbandian demoró cuatro puntos más en reservar un lugar en la final, la primera que jugará desde que, en enero de 2011, perdió con el español David Ferrer en Auckland. Su último título llegó en Washington 2010, victoria ante el chipriota Marcos Baghdatis.

El público se retira de la central, vuelan algunos sombreros, quedan los vasos en el suelo y nuestra amiga sigue ahí sentada. La programación en la cancha central indica que faltan dos partidos, con Mirnyi-Nestor en uno y los hermanos Bryan en el siguiente. Fanática del dobles, deducimos, y nos retiramos a escribir.

Nalbandian y Dimitrov especialmente; Marin Cilic y Sam Querrey antes, debieron jugar hoy a otra cosa: tenis con obstáculos. Las tribunas de la central no podían frenar la acción del viento. El argentino tiraba la pelotita en el acto del servicio y ella viajaba a cualquier parte. La gente reía como si David hubiera estado intentando, sin éxito, completar un malabar. Otra pelota al aire, a cualquier lado por una ráfaga, y que se arregle la alcanzapelotas.

"Cuando es así, hay que ajustar mucho los golpes. El viento era tremendo: si ayer había, hoy fue peor. Básicamente, se trata de tirarla adentro. La pasás del otro lado y ya es un problema del rival. No había que jugar lindo sino ser efectivo y esperar el error", le comentó Nalbandian a ESPNDeportes.com.

Se notó en la derecha, que la cepillaba más, para asegurar que picara adentro. El revés, como siempre que juega en césped, tiene un movimiento más corto, y es un golpe más confiable que el drive. El slice de revés va más bajo que profundo. La cancha se achica, hay que apuntar no tan cerca de las líneas.

La tirada de la bola en el servicio era un problema: pese a ello, no cometió doble faltas el argentino, apenas una el búlgaro. "Si no hubiera habido viento, habría sido un partido más atractivo", dice Nalbandian. "Él empezó más inseguro que yo. Gané porque cometí menos errores, estuve un poco más concentrado en los momentos importantes".

Dimitrov jugaba una semifinal ATP en forma inédita. La excesiva carga de nervios era notoria: antes de sacar en el primer punto, infló el pecho y soltó una bocanada de aire como si estuviera por tirarse al precipicio con paracaídas. Al perder ese punto inicial, miraba las cuerdas de la raqueta, no en pose maniática, sino con un dejo de disgusto por el sonido del impacto, como si hubiera estado mal preparada por el encordador. Cuando perdió el game inicial con revés mal efectuado, giró la cabeza para un lado y el otro: frustración desde el comienzo.

Por el viento, la dificultad de que la crónica contenga elementos estratégicos. La única idea era pasar la bola y el segundo objetivo, no compulsivo, complicar su regreso. La lectura del viento es complicada: por momentos es vertical, de un campo de juego al del rival. De a ratos, hay remolinos. Nalbandian insulta, golpea un micrófono con la raqueta, manifiesta su incomodidad. Enseguida recuerda que esto iba a pasar, que ya sabía cuáles serían las condiciones, y se enfoca en el punto siguiente. Así hasta el final y el doble 6-4.

"Es una semana rara, por la lluvia y las suspensiones. Gané partidos muy buenos y estoy contento por cómo estoy rindiendo. Estas victorias vienen bien para lo que serán Wimbledon y los Juegos Olímpicos", afirma el finalista en el All England hace una década.

La definición de Queen's, a las 14 (hora local), lo encuentra en oposición a Cilic. "Es muy completo, con tiros muy buenos, especialmente el saque. Hay que estar atentos". ¿Qué pesa más en la confianza de ambos? ¿El enfrentamiento reciente, victoria del croata en cinco sets en la Copa Davis en Buenos Aires, o el récord de 4-1 favorable al argentino en los enfrentamientos?

"Cuando jugamos en la Davis, el viento que había era un asco. Fue un partido malo, esa es la realidad, y cuando es así, no podés rescatar nada. Igual que hoy, no sabés qué hiciste bien o mal, sólo que la pasaste del otro lado una vez más que el otro", afirma Nalbandian. Cilic lo contradice: "Ganarle en Argentina, enfrente de su público, 15.000 personas, significó mucho para mí. Creo que sólo había perdido una vez en su país por la Copa Davis".

"En ese partido encontré una manera de jugarle, encontrarle algunos lugares en su tenis que puedo usar como ventaja. El césped es distinto y él es muy difícil de enfrentar, porque la mayoría del tiempo está en control del juego, y con la devolución de servicio y golpes de fondo, no te da muchas chances. Hay que ser inteligente como para alejar la pelota de su posición y ponerla en lugares donde no pueda controlarla", explicó.

Sobre el final de su rueda de prensa, el momento curioso: un colega local le hizo una pregunta/comentario sobre que Nalbandian puede ser -generalmente- algo hostil. "Lo sé", afirmó Marin con una sonrisa. "Recuerdo la Copa Davis en 2006, él era el Nº 4 del mundo y yo tenía, no sé, 17 años. Intimidaba con sus trucos".

¿Cuáles? "Ya sabes, en el peloteo previo, él le pega más fuerte a la pelota y trata de demostrar que puede acelerar para ponerte más nervioso. Ahora es diferente, pero a esa edad, no era tan fácil".