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Los Mágicos magiares

BERNA -- En húngaro, el vocablo Aranycsapat significa "Equipo de oro". Es es el mote que se ganó la Selección de Hungría que perdió la final de la Copa del Mundo 1954 frente a Alemania Federal. A pesar de esa derrota inesperada, el brillo de este conjunto es tan fuerte que no se apagará jamás. Porque los mágicos magiares cambiaron al fútbol para siempre.

No se recuerda un Seleccionado tan extraordinario como el que ideó Gusztáv Sebes. Hungría fue una verdadera maravilla desde el final de la guerra hasta el Mundial de Suiza. De la mano -o de los pies- de Ferenc Puskas, el equipo húngaro ganó decenas de partidos pero sobre todo logró forjar una identidad, una forma de vivir este juego. Toque, posesión y determinación ofensiva fueron las principales virtudes de este combinado.

Todo comenzó cuando el entrenador húngaro Bela Guttman llevó a cabo una modificación táctica que sería la semilla de los Mágicos Magiares. Hasta la aparición de este equipo, casi toda Europa jugaba con el sistema de la WM, creado por Herbert Chapman. Eran tres defensores, dos mediocampistas de contención y cinco delanteros, tres más adelante y dos por detrás. Lo que hizo Guttman, director técnico de MTK Budapest, fue retrasar al centrodelantero, quien se sumó a la línea media. Eso generaba que uno de los stoppers se adelantara, provocando una superioridad numérica incontestable.

Además de este simple movimiento individual, el sistema 4-2-4 requiere una solidaridad colectiva que nunca antes se había visto en el fútbol. Todos deben intentar recuperar la pelota cuando la tiene el rival y los mediocampistas están obligados a colaborar con la defensa, para así acercar las líneas y poder tocar con fluidez. El seleccionador Sebes retrocedió a Nandor Hidegkuti y todo el resto del equipo entendió lo que debía hacer. Por eso hicieron una revolución.

Todo comenzó en mayo de 1949, cuando Hungría goleó 6-1 a Austria en un encuentro válido por la Copa de Europa central. Luego, hasta los Juegos Olímpicos de 1952 disputó 17 amistosos, de los cuales ganó 14, empató 2 y perdió sólo uno (la última caída hasta la final de la Copa del Mundo). En esos 17 cotejos convirtió 82 goles, un promedio de casi cinco anotaciones cada noventa minutos.

Luego, en el torneo olímpico de fútbol de Helsinki en 1952, Hungría ganó los seis encuentros y se quedó con la medalla de oro. Venció 2-1 a Rumania y goleó 3-1 a Finlandia, 3-0 a Italia, 7-1 a Turquía y 6-0 a Suecia. En la final enfrentó al duro combinado yugoslavo, al que derrotó por 2-0 con goles de Puskas y Czibor. Fue la consagración que legitimó a este equipo inolvidable, si eso era necesario.

Tras el título, Puskas afirmó: "De regreso a casa, nada más pasar Praga, el tren empezó a parar en todas las estaciones y apeaderos para que la gente nos saludara. Las escenas en la estación de Keleti cuando llegamos a Budapest fueron increíbles. Unas 100.000 personas abarrotaban las calles adyacentes para celebrar nuestro triunfo. Estábamos eufóricos. Se trataba de nuestro primer gran triunfo".

Meses antes de la Copa del Mundo los Mágicos Magiares jugaron dos partidos que los convirtieron en leyenda. El 25 de noviembre de 1953 golearon 6-3 a Inglaterra en Wembley. Los goles de Hidegkuti (3), Puskás (2) y Bozsik provocaron la primera derrota de la Rubia Albión frente a un Seleccionado no británico como local. El juego extraordinario de Hungría generó admiración en los inventores de este deporte, que sabían del buen presente de sus rivales pero jamás pensaron que podían perder de semejante manera.

El resultado tuvo sus consecuencias en el fútbol inglés. El periódico The Guardian opinó: "La diferencia esencial radicó en el ataque, donde ninguno de los delanteros ingleses excepto Matthews se acercó a la velocidad, control del balón y el juego posicional de los húngaros". Por su parte, Bobby Robson afirmó: "Vimos un estilo de juego, un sistema, que nunca habíamos visto antes. Ninguno de estos jugadores significaba nada para nosotros. Nosotros no conocíamos a Puskás ni a ninguno de estes futbolistas fantásticos. Nuestra formación WM fue inútil frente a estos rivales. Su juego tuvo un efecto profundo, no sólo en mí, sino para todos nosotros".

Meses después, en el último compromiso previo al Mundial, se jugó la revancha de aquel enfrentamiento en Budapest. Para demostrar que el 6-3 no había sido casualidad, Hungría goleó 7-1 al combinado inglés. Lantos, Puskás (2), Kocsis (2), M. Tóth, Hidegkuti anotaron los tantos del equipo de Sebes, que llegaba a Suiza como principal y único candidato a ganar el título del mundo.

En el torneo más importante de todos, Hungría cumplió todos los pronósticos. En la primera fase marcó 17 goles en dos partidos, ya que goleó 9-1 a Corea del Sur y 8-3 a Alemania Federal. En cuartos de final superó por 4-2 a Brasil en la llamada "Batalla de Berna" y en semis le ganó por el mismo marcador a Uruguay, el campeón reinante. Llegó a la definición con 23 goles a favor en sólo cuatro encuentros.

A los diez minutos de la final disputada en Berna ya ganaba 2-0 y la vuelta olímpica era sólo cuestión de tiempo. Incluso, dejaron una botella de vino en el vestuario para festejar la conquista. Sin embargo, el fútbol físico de los alemanes pudo más por una vez y los Mágicos Magiares, ese equipo maravilloso que merecía todo, se tuvo que conformar con el subcampeonato. Porque el fútbol es maravilloso pero no siempre es justo.