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¿Hay ídolos a la vuelta de la esquina?

Fotobaires.com

BUENOS AIRES -- Más allá de que el fútbol tenga su propia dinámica y no dejen de salir grandes jugadores, como el Burrito, de ese tamaño histórico, ya no vienen. ¿Hay ídolos a la vuelta de la esquina? Bueno, no. Aparece un Ortega, un Bochini, un Riquelme, un Maradona, cada muchos años.

Hoy, el fútbol ha cambiado mucho su cara y es difícil que aparezca jugadores con las característica de los arriba nombrados. El fútbol tiende a despersonalizarse, ya la figura del fútbol distinto está condenada a morir en el sistema táctico de un equipo. Muchos interpretan que, para jugar en equipo, hay que matar la individualidad y achicar la personalidad al mínimo.

Por eso, todos los jugadores son iguales. Nadie destaca ni pasa de la mediocridad general. Jugadores como Ariel Arnaldo Ortega, son parte de nuestro ideal futbolero. Llenos de errores, de genialidades y metidas de patas, con el potrero en la sangre y tan humanos como nosotros en la oficina, estos jugadores ya no vienen más.

En épocas de superprofesionalismo se acaba la diferencia, la fantasía, el error, la imperfección que, como toda cosa que realizan los humanos, es natural. Hoy en día el fútbol ya no parece natural, no tiene carácter, ni palpitar, se acerca más a un jueguito electrónico. Eso se ve mucho en equipos como el Bayern Munich, donde todos son robots.

Ariel Arnaldo Ortega, El Burrito, jugó en el Parma, en Valencia, en Turquía, en muchos clubes y países y llenó las canchas de poesía, algo que muy pocos pueden hacer. Por eso lo vamos a extrañar, por lo convertimos en ídolo exclusivo de nuestras vidas.

Pero el fútbol es un deporte sociológico, es la encarnadura de muchas prácticas sociales llevadas a un campo de juego. Ortega, nos dio un ejemplo de vida, luchó contra la hipocresía, contra el caretaje, amó una camiseta por encima de cualquier dinero.

Por eso lo despidió más de medio millón de personas, que se suman a los varios millones que lo recordamos en nuestras casas con una sonrisa, con un buen sentimiento de aprecio y agradecimiento. El único jugador argentino que se atrevió a ser como todos. Ariel Ortega, con sus errores y sus virtudes, como todos.

Con el potrero en la sangre, de esa forma Ortega jugó cada vez que entró a una cancha. Dejando todo, jugando lesionado o en condiciones físicas adversas. Dejó la vida por River.

Y ese club, que tiene una historia tan rica en ídolos, en grandes logros deportivos, despidió a su último ídolo. Y hay algo de nostalgia, un sentimiento amargo porque todos los riverplatenses saben que pasarán muchos años para que otro ídolo vuelva a ponerse la camiseta de River.

Adios, querido Burrito, gracias por tanta fantasía, tanta poesía, poeta de la pelota, ya te extrañamos muchísimo.