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Messi, de la excelencia al infierno

BARCELONA -- Leo Messi, lo apuntó ESPN el pasado lunes, nunca había enlazado tres derrotas vistiendo de azulgrana. El argentino, santo y seña del mejor Barcelona de la historia, pasó, sin embargo, como un fantasma por Mestalla. En su invisible papel podría resumirse el derrumbe del equipo de Gerardo Martino, quien a la hora de la verdad, en el momento decisivo, no supo cómo conducir a sus hombres al éxito y firmó su acta de defunción como entrenador en el Camp Nou.

Sentenciado desde todos los ángulos el Tata, es obligado analizar qué ocurre, que está ocurriendo hace meses, con la Pulga. Messi lleva camino de completar un año natural de pesadilla. Desde que se lesionara en el campo del PSG el 2 de abril de 2013, su imagen futbolística ha mutado de la excelencia a la depresión, de la invulnerabilidad a la fatalidad. Y lo sucedido en los últimos siete días, desde el Calderón hasta Mestalla, muestra la realidad que atenaza a un club desvalido de su estrella.

Leo acabó insulso la pasada temporada y comenzó con mal pie la presente. Resentido de sus molestias durante la gira veraniega ya debió ser utilizado con mimo al empezar el curso y su futbol se resintió de todos los problemas, físicos y personales, que le rodearon desde el verano. Catapultado a la polémica por el asunto de Hacienda, su entorno dejó ver el enfado con que acogió la investigación del fisco tanto por ello en sí mismo como por el mutismo que se percibió desde el club, desde donde no se contempló una defensa acérrima por parte de un presidente, Sandro Rosell, más ocupado en loar las virtudes del fichaje de Neymar que en proclamar su apoyo indisimulado al crack.

Los ojos brillantes, la pillería y el ánimo constante del que siempre hizo gala Messi dieron paso a una personalidad más encerrada, más seria y cada vez más alejada del mundo. Se parapetó en su entorno más próximo y explotó, en silencio pero con claridad, en cuanto el diario 'El Mundo del Siglo XXI' apuntó directamente a su padre acusándole de participar en una trama de blanqueo de dinero a través de la fundación del jugador. En apenas 24 horas la teoría del diario madrileño quedó desnuda... Pero en esas 24 horas fatales nadie del Barça acudió al rescate. No hubo ninguna declaración institucional y su alejamiento del club quedó ya instalado en la realidad.

Paralelamente se comenzó a filtrar la negociación para 'adecuar' su contrato, antes de estallar el tema Neymar, y las alarmas saltaron cuando en Sevilla, en el campo del Betis, su físico dijo basta. Con el equipo caminando en el alambre, con el Tata señalado por su nula trascendencia en el plantel y Leo lesionado, el Barça entró en un bucle. Se sumaban resultados a la vez que se abandonaba personalidad y creció la sensación de que el tiempo se le echaba encima a todos. Con él, con Messi, apartado de los focos deportivos pero cada vez más presente en los mediáticos.

Y el tiro de gracia llegó cuando el mismo 'Mundo del Siglo XXI' filtró los documentos que demostraban que, para nada, Leo era, es, el futbolista de referencia del Barça en cuanto a sueldo. A finales de diciembre, entonces sí, el club tuvo que salir al primer plano para admitir que al argentino se le iba a modificar el contrato, no antes de que un vicepresidente, Javier Faus, le lanzara una carga de profundidad declarando que "no se le puede mejorar el salario cada seis meses" y tildándole de ser un simple "empleado".

El divorcio para entonces era ya un hecho. Fuera de los campos durante dos meses largos, desplazado a casa, ni el hecho de marcharse a Argentina para acabar su recuperación le libró de la polémica. Los resultados, además, dieron vuelo al Barça sin él y no fueron pocos los que aprovecharon para disminuir su trascendencia. Pecado mortal atendiendo a quien se referían y en qué realidad estaba el club.

A Messi le ha pasado factura un sinfín de circunstancias este año que han mermado su carácter y han ofuscado su futbol. De vuelta a los campos mezcló actuaciones optimistas, que no sobrenaturales, con otras, cada vez más evidentes, de indolencia, de ausentismo, de frialdad desconocida. Mezclando el horror de Valladolid con la magia milagrosa del Bernabéu, la Pulga encabezó a un Barça entregado a su suerte. Y en el momento cumbre todo se derrumbó como un castillo de naipes.

"Messi no corre". "Messi no se implica". "Messi no desborda". "Messi no marca las diferencias". Messi, Messi y Messi. Y más Messi. Y discusiones encendidas en multitud de tertulias en que los defensores del '10' iban quedándose solos ante el crecimiento de las críticas. Se diría que se impuso un 'alto el fuego' a la espera de la semana final. Y lo sucedido encendió la traca de forma definitiva.

Explicar qué le pasa a Leo se aventura tan atrevido como descarado. Sólo él y sus más próximos podrían dar cuenta de su realidad íntima, pero fuera de ella las especulaciones se multiplican en todas las direcciones. Cuatro meses después de que apareciera por primera vez que el Barça perfilaba su nuevo contrato, éste sigue sin ser una realidad y mientras los críticos apuntan a su apatía por esta razón los días van pasando...

UN ENTRENADOR SIN LIDERAZGO

Futbolísticamente, sin embargo, las cosas se descubren menos complicadas. ¿Qué pasó? Simplemente que Messi, como el resto del vestuario, descendió ese peldaño de compromiso que convirtió a un equipo mayúsculo en majestuoso.

Al Barça, con él al frente, le catapultó a la excelencia su invisible fortaleza física. Invisible por cuanto no aplastaba a los rivales a partir de la potencia sino de un futbol eléctrico que nacía de una preparación minuciosa. La preparación que ejercía un entrenador, Pep Guardiola, ocupado hasta la extenuación en mantener enchufado a su equipo todos los días de la semana, del mes, del curso.

Pep mimó a sus hombres atando en corto al grupo y ello se tradujo en el mejor futbol visto jamás. Pero se marchó. Sospechando que se acercaba el fin de ciclo, el entrenador de Santpedor no encontró ningún apoyo institucional para liderar la renovación del vestuario y "vacío" abandonó un club al que azotaron crisis de todo tipo.

Le sucedió su mano derecha, Tito Vilanova, pero la tensión perdió un grado. Se cabalgó por incercia los primeros meses y se ganó por la dimisión del Madrid la Liga en los últimos. Todo ello salpicado por la enfermedad que dejó tocado al técnico y cerrado de mala manera con el aplastamiento sufrido ante el Bayern.

Para entonces Messi ya personalizaba la depresión que rodeaba al barcelonismo. Pero nada cambió. La revolución, la única revolución, la protagonizó el mediático fichaje de Neymar, que se sumó al grupo de siempre. Y que fue la antesala del último capítulo de esta historia.

De la noche a la mañana Tito Vilanova abandonó por su enfermedad y mientras Andoni Zubizarreta preparaba a toda prisa el relevo con Valverde o Luis Enrique en el primer plano, Sandro Rosell, por su cuenta y riesgo, ató el sorpendente fichaje de Gerardo Martino. El presidente que solo tenía ojos para Neymar hizo un guiño a Messi con la incorporación del entrenador argentino, rosarino como él, dibujado con la piel de Newell's y vendido al entorno como la continuación del estilo.

¿Lo era? ¿Lo es? El Tata llegó proclamando su admiración por el Barcelona y por los jugadores del Barcelona. Mala señal ese paso de un vestuario que admiraba a su técnico a un técnico que admira a su vestuario. Y así se demostró en un abrir y cerrar de ojos que su mando sobre el plantel iba a ser muy inferior al del pasado.

Martino pareció mostrar músculo en el estreno liguero, cuando se atrevió a sustituir a Messi durante la goleada al Levante, y dio la sensación de estar en consonancia con el discurso futbolístico del club. Pero abandonada la cultura indiscutible del trabajo diario y con Leo en la diana de todas las portadas por cuestiones tanto deportivas como extradeportivas, el ascendente del entrenador menguó. Y acabó por desaparecer.

A Messi, al mejor futbolista del mundo y acaso de la historia, se le permitió gestionar por sí mismo todo su trabajo. Llegó expresamente de Argentina un recuperador de la AFA al que se dio permiso para dirigir la preparación de Leo y, paralelamente, se descubrió un tema menor a primera vista pero definitivo echándole un poco más de interés.

Si Guardiola le impuso una dieta firme, en que desapareció la Coca-Cola, y el pescado y verduras ganaron a la carne y los asados, Martino no perdió ni un segundo en mantener esa firmeza. Y Leo volvió a los refrescos y los asados. Y perdió la excelencia futbolística para convertirse en un jugador excepcional, que no único. En todo ese proceso aparece otro nombre a tener en cuenta: Juanjo Brau, el recuperador personal de Messi en los últimos años, su sombra, que fue personaje clave en la excepcional forma física que mostró durante toda la etapa de Pep en el banquillo.

Un buen día se conoció que el crack argentino había decidido abandonar los cuidados de Brau, desplazado, o ascendido oficialmente, a dirigir a los recuperadores del futbol profesional del club. Y ya no volvió a su lado. Y desde entonces aquellos percances físicos que machacaron a la Pulga durante la etapa de Rijkaard volvieron sospechosamente al primer plano.

En estas se encuentra ahora Leo y esto es lo que sufre el universo azulgrana. Si hace una semana se argumentó que el Cholo Simeone le cortó todos los circuitos dando a entender que aquello era una excepción, la final de Mestalla evidenció que la excepción se ha convertido en regla y que la rutina furbolística del Barcelona está ya a una distancia sideral de sí mismo.

Al final resultó que el entrenador que le 'regaló' Rosell a Leo Messi acabó por convertirse en el peor enemigo para Messi. Puede sonar tan descabellado a simple vista como certero a la que se atiende al devenir de la temporada barcelonista.

Y coloca en el primer plano la responsabilidad que atenaza a los rectores del club, Zubizarreta con ellos, a la hora de planificar el futuro a corto y medio plazo. Más allá de qué ocurra en la pelea judicial con la FIFA, al margen de si se puede acudir al mercado y qué nombres puedan llegar al Camp Nou se adivina primordial conocer quien dirigirá al grupo la próxima temporada.

Porque se demostró qué tan importante era el plantel, con su estrella a la cabeza, como el líder que dirigía la orquesta. Aquellos que miraron a otro lado cuando se advirtió que sin el yugo de Guardiola la excelencia desaparecía se suman ahora al pelotón de fusilamiento sin atender a ningún análisis. Quemarlo todo no es la solución porque lo urgente es encontrar el bombero que ataje este incendio que amenaza con un descontrol absoluto.

Y con Messi en el centro de todo. Que no es poca cosa.