<
>

Héroe y villano

Barry Bonds recorre las bases al dar jonrón 754. AP

Barry Bonds consiguió la que parecía ser su última aspiración en el terreno de juego, aparte de ganar una Serie Mundial, y muchos seguidores del béisbol quedamos con un mal sabor, tras no haber podido disfrutar su hazaña.

No pocos aficionados de la pelota soñábamos con el día en que surgiera el sucesor de Hank Aaron, alguien capaz de dar 755 jonrones o más, pero el propio Bonds se encargó de sembrar las dudas desde que en el invierno de 1998 se puso la tarea de batir la marca de 70 cuadrangulares en una campaña y superar la fama de Mark McGwire.

El jonronero tiene tantos críticos como defensores. Pero su historia, compleja y llena de aristas, no es la de un jugador víctima del racismo, como Aaron en 1974. Tampoco es la de un atleta que, sobre la base de un impecable régimen de entrenamiento, logró el imposible de no sólo evitar el envejecimiento, sino, más todavía, conseguir sus mejores números cuando todos los demás han comenzado su declive.

LO QUE DEJÓ EL CASO BALCO
Un Gran Jurado que investigó el caso del laboratorio BALCO, el mayor escándalo de producción y distribución de sustancias dopantes en Estados Unidos, determinó, de acuerdo con documentos oficiales hechos públicos por los periodistas Mark Fainaru-Wada y Lance Williams en el San Francisco Chronicle y en el libro Juego de sombras, que Bonds recibió dos esteroides indetectables llamados el "limpio" y la "crema", además de la hormona de crecimiento humano (HGH) y otras sustancias.

Victor Conte, el fundador y principal director de BALCO, declaró que él y el jugador acordaron un intercambio de promoción por servicios: Bonds haría publicidad a los suplementos minerales legales del laboratorio y Conte le diseñaría un plan de dopaje con un cronograma para impedir que el jonronero diera positivo en los controles.

Otros empleados de BALCO y hasta la ex amante del pelotero dieron detalles sobre esto.

Bonds aseguró al Gran Jurado haber creído que el "limpio" era un complejo vitamínico y que la "crema" era un ungüento de linaza para la artritis, y que no sabía qué era lo que estaba haciendo. Eso, en teoría, le relevaría de cargos legales, pero es la admisión de que sí consumió.

En la computadora de Greg Anderson, el entrenador personal del jardinero, así como en los archivos de BALCO, sin embargo, se hallaron pruebas que parecen respaldar las afirmaciones de Conte y sus empleados.

Anderson, su amigo de la infancia, con un historial relacionado con el fisicoculturismo y la venta ilegal de esteroides. se ha negado a dar testimonio al respecto y por ello está en prisión, por orden de un segundo Gran Jurado que investiga si el astro de los Gigantes debe ser juzgado por perjurio; si Bonds es hallado culpable de haber mentido respecto al "limpio" y a la "crema", puede ir a la cárcel.

TOLERADOS, PERO ILEGALES
Los esteroides no se prohibieron en el beisbol hasta comienzos de esta década, después de una utilización abusiva que no sólo está reflejada en el libro de José Canseco o en la admisión del fallecido Ken Caminiti.

Una investigación de ESPN Magazine determinó que ya a finales de los años 80 y comienzos de los 90 empezaron a introducirse los esteroides en el béisbol mayor. Participaron activamente o haciéndose la vista gorda desde coachs y managers, como Pete Rose, hasta periodistas, trainers y gerentes generales, pasando por propietarios de equipos, médicos, la Unión de Peloteros y el Comisionado, la mayoría por omisión, como cómplices silentes.

El sistema se aprovechó del dopaje para llevar más aficionados a los estadios y aumentar la popularidad de este deporte, aunque los peloteros tampoco son inocentes, ya que sus sueldos millonarios dependen de sus estadísticas, a veces artificialmente infladas.

La venta y consumo de esteroides y HGH sin prescripción médica fue prohibida por la ley estadounidense a comienzos de los años 90. El caso BALCO fue producto de una investigación federal, al igual que el caso Jason Grimsley o el escándalo del empleado de los Mets que actualmente enfrenta cargos por distribución.

El béisbol de las grandes ligas tampoco ha prohibido expresamente matar o secuestrar, pero comete un delito quien lo haga en el terreno de juego; también lo cometieron quienes hayan incurrido en el dopaje.

Bonds ha dicho que se le persigue por racismo. El argumento era válido para Aaron, pues Babe Ruth era de raza blanca. Pero Aaron es tan afrodescendiente como su heredero.

Los récords están puestos para ser rotos algún día. Pero se espera que ocurra en buena lid. Los deportistas de alta competencia tienen, hoy, la ventaja de poder tomar suplementos legales, supervisar su alimentación, aprovechar los adelantos legales de la ciencia y seguir regímenes de entrenamiento especializados. Era cuestión de tiempo para que alguien sobrepasara los 755 jonrones de Aaron. Lo ideal habría sido que no hubiera sombras, como antes no las hubo con las marcas que impuso, por ejemplo, otro legendario, Rickey Henderson.

Bonds siempre ha sido un pelotero fuera de lo común. También Ben Johnson era un extraordinario corredor antes de 1986, cuando empezó a doparse, y poseían condiciones notables Marion Jones y Diego Armando Maradona y Javier Sotomayor y Richard Virenque y todos los súper astros que han caído en la tentación de mejorar su rendimiento artificialmente. Un ser humano normal no hará mayor cosa si se aplica esteroides, pero los atletas de alta competencia no son seres humanos normales. Además, detrás de cada estrella que consume hay decenas de jugadores mediocres que también lo hacen.

LA FUENTE DE LA JUVENTUD
Jay Canizaro, un ex grandeliga que consumió esteroides, habló para el libro Ámame, ódiame, de Jeff Pearlman, y desbarató el supuesto de que el dopaje influye poco o nada en el rendimiento de un jugador en el diamante.

"Los esteroides no te ayudan a hacer contacto, pero el poder crece tremendamente", dijo Canizaro. "Cuando has consumido, al final del año estás tan fresco como si estuvieras en el spring training. Y te sientes tan vivo. Puedo recordarme corriendo cinco o seis kilómetros después de salir, o ejercitándome a las 4:00 de la madrugada y luego jugar una doble tanda. Te conviertes en un maníaco. Y sabes que todo te lo dan los esteroides, y crece tu confianza. Cuando pones todo junto, es como si no pudieras hacer nada mal".

Muchos elevados a la zona de seguridad, conectados por un jonronero ayudado por esteroides, pueden convertirse en bambinazos; la mayor fuerza en los brazos implica un swing más rápido, más hits y mejor average; y la HGH mejora la vista del atleta, es decir, la coordinación ojo-mano.

Además de las sombras del caso Balco, están los registros de la historia. Ninguno de los 114 peloteros que en toda la historia han bateado 300 jonrones, según cifras citadas por Pearlman, han conseguido cuadrangulares más largos y mejor relación entre vuelacercas y turnos al bate después de los 36 años de edad. Ninguno. Excepto Bonds. ¿Sospechoso?

Los defensores del jardinero explican el mayor peso corporal del toletero como una lógica acción del tiempo, citando sus propios casos. Pero el exceso de peso no suele deberse a tener más músculos, sino más grasa.

Está científicamente probado que los hombres pierden músculo a partir de los 35 años de edad y, por otro lado, el cráneo de Bonds ha aumentado en los últimos ocho años, un posible efecto colateral de la HGH, a no ser que sufriera de macromegalia o macrocefalia, cuyos síntomas no posee.

BRILLANTE Y OSCURO
A pesar de todas las críticas y dudas sobre la grandeza de Bonds, él ya merecía un lugar en el Salón de la Fama antes de 1999, su primera temporada en duda, según investigaciones. Y aún lo merece. Ya era el único miembro del club con 400 jonrones y 400 bases robadas y el pelotero más emocionante de su tiempo junto a Ken Griffey jr.

Habrá que ver cómo maneja el tema la Asociación de Escritores de Béisbol, pero Bonds no fue el único, sino uno de los cientos de jugadores que cedieron a la tentación. No de balde, al período 1995-2005 se le llamará por siempre la "Era de los esteroides", en la que incluso nombres tan prestigiosos como los de Roger Clemens y Andy Pettitte han sido asociados con el caso Grimsley.

Muchos analistas latinoamericanos han defendido a Bonds y otros sospechosos. Pero en el norte parece haber consenso en la autocrítica, debido a la brutal argumentación sobre el tema.

La justificación a esos jonroneros en duda posiblemente se deba a que hay muy poca información disponible en español sobre el dopaje y sus consecuencias, y libros como Juego de sombras y Ámame, ódiame sólo se consiguen en Estados Unidos.

En la región, son poco conocidos los casos de muertes de deportistas universitarios, relacionadas con el consumo de esteroides y al deseo de llegar al estrellato a como dé lugar.

Ese es el punto fundamental, al final de la historia. La razón de la ilegalidad del dopaje está en sus terribles consecuencias físicas: daños hepáticos y renales, cáncer, problemas en el sistema nervioso, acné, disminución del apetito sexual y hasta la muerte.

Bonds es un ser humano más. Le tocó vivir una época negra y tomó decisiones. No está solo. Es reflejo de la grandeza y también de las miserias de una era entera del beisbol. Es tan injusto obviar sus pecados como desechar sus méritos.

Es una lástima, en todo caso, que su decisión de apelar a cualquier tipo de ayuda nos haya robado a muchos la emoción de poder aplaudir su hazaña, y que, junto a los otros transgresores, haya puesto en riesgo la reputación y la integridad del deporte que amamos.

Bonds no merece un asterisco, esa señal que acusa un récord ignominioso en el beisbol. Tampoco hace falta. Su nombre estará ligado por siempre a un legado inolvidable, tan brillante como oscuro.