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Un golpe estremecedor

BUENOS AIRES -- Uno festeja y goza. Otro sufre y se lamenta. La nueva sensación del circuito acaba de consumar su obra sagrada y justamente contra el rey. Es más: les ganó a los tres mejores en tres días consecutivos, una hazaña que nadie lograba desde hacía 13 años. Sí, el serbio Novak Djokovic, el nuevo chico maravilla del tenis mundial, toca el cielo con las manos luego de vencer al suizo Roger Federer en la final de Montreal.

La doble imagen, de Djokovic con la sonrisa dibujada en su rostro frente a la de un Federer serio, triste y con gesto adusto, se recordará por un largo tiempo. Claro que no fue una definición memorable en un Grand Slam, pero no es común que alguien haga tanto ruido con tres victorias memorables al hilo y tampoco es normal que el helvético pierda un partido decisivo de un torneo en canchas rápidas y con claras ventajas desaprovechadas.

Sin dudas, este Masters Series -la categoría de certámenes siguiente a los cuatro Mayors- dejó mucha tela para cortar. Es hora de analizar lo que ocurrió en el duro cemento de Montreal, en un Abierto de Canadá que venía siendo propiedad de los dos dominadores del circuito ATP. Es que Federer lo ganó en el 2004 y el 2006, en ambos casos en Toronto, y el español Rafael Nadal, su escolta, lo obtuvo en el 2005, en Montreal.

Y pasaron cosas muy interesantes de cara a la recta final del año, ya que Federer dejó algunas dudas extrañas en él, en especial en una superficie veloz, Nadal volvió a mostrarse con serios altibajos fuera de la lenta arcilla sufriendo en cada triunfo y Djokovic ratificó que está con una enorme confianza, tiene gran solidez y tomó muchos riesgos para marcar diferencias, lo que es esencial para tener posibilidades concretas ante los mejores.

Djokovic completó una semana soñada al derrotar, en este orden, a cinco grandes del deporte blanco: el alemán Nicolas Kiefer (ex Nº 4 del mundo), el argentino David Nalbandian (fue 3º), el estadounidense Andy Roddick (un ex líder), Nadal y Federer. Sencilla y decididamente, espectacular, histórico, para el recuerdo. Sin dudas, concretó una proeza sólo exclusiva de los elegidos.

Es más: superó a los cuatro primeros sin ceder ningún set y sólo perdió el segundo de la final ante Federer, siendo claramente el peor que jugó en el campeonato, con errores y sufriendo al rey que estaba herido y con su eterno hambre de gloria. Así, Djokovic se convirtió en el primer varón, desde que lo logró el alemán Boris Becker en Estocolmo en 1994, que derrota a los tres mejores en forma consecutiva.

MÁS CONFIADO QUE NUNCA
Con 20 años recién cumplidos, esta es la tercera temporada que Djokovic se codea con la elite. Ya había avisado en el 2006, cuando se adjudicó dos torneos y llegó a otra final, hasta que en marzo, con otro título más en el bolsillo, trepó a la final de Indian Wells, donde perdió con Nadal. Acto seguido, se tomó revancha ante el español en los cuartos de Miami y festejó en ese tradicional certamen, siendo esa su principal conquista.

Ahí se destapó, se hizo conocido para el público general, con una clase sobre el aguerrido y durísimo argentino Guillermo Cañas en la definición de Miami. En el medio, logró otra corona y fue semifinalista en Roland Garros y Wimbledon, otra vez siendo víctima de Nadal. Hasta que llegó Montreal, esta cita suprema en su vida, ya que si bien fue clave lo conseguido en Miami, ahora dejó una huella imposible de borrar.

No hace falta aclarar que no por casualidad alguien deja en el camino a semejantes figuras y con tanta autoridad, pero lo suyo tampoco tiene el sello de ser una ráfaga. Es que el serbio, ahora dueño de cuatro títulos este año y seis en total (cayó en otras dos finales), tiene juego, mentalidad y consistencia para seguir instalado en el selecto lote de los cinco mejores del planeta. Un status ganado y conseguido sobre bases muy firmes.

Apoyado en una propuesta muy agresiva desde la base, Djokovic busca siempre la iniciativa, agrede con su poderoso drive y tiene la enorme virtud de arriesgar. Eso, cuando se está muy sólido, confiado (en el buen sentido) y con precisión, se potencia. Así, él asume el compromiso de tomar la batuta y no duda pese a que del otro lado de la red tenga al mismísimo y ofensivo Federer o al combativo e increíble defensor Nadal.

Por eso, esa conjugación lo hizo "explotar" en suelo canadiense. Les ganó el primer duelo personal a Nalbandian y a Roddick, dos tipos duros, aunque el primero está en baja, pero que tienen pasta y chapa de campeones, y luego no le tembló para nada el pulso y pudo derrotar por primera vez a Nadal y a Federer, quedando con marcas de 2-5 ante el español y de 1-4 contra el suizo.

Además del triplete póstumo de los triunfos seguidos sobre los tres mejores, se transformó en el primero que vence a Nadal y a Federer en el mismo torneo desde que el español ascendió hace dos años al segundo puesto del ránking, detrás del suizo. Es una quimera para casi todos y él sí pudo concretarlo. Por eso su paso por Montreal quedará guardado en un lugar muy especial para este pibe que idolatra a Pete Sampras.

Justamente, el más parecido en estilo y personalidad al estadounidense, quien ostenta el récord de 14 copas de Grand Slam y siete de ellas en Wimbledon, es Federer, que ahora fue presa de la audacia de Djokovic. El suizo dejó pasar la oportunidad de ganar su quinto título del 2007 y el 50º de su sensacional carrera porque, algo muy extraño en él, desperdició chances muy claras en el primer set de la finalísima.

Si bien fue muy importante la victoria sobre Nadal, tricampeón en París y finalista en el césped de Londres en las dos ediciones pasadas, el hecho de imponerse a Federer en cemento adquiere otro valor aún mucho mayor. Es muy simple: el español no rinde con la misma contundencia que en polvo de ladrillo y el suizo es una aplanadora fuera de la arcilla. Otra muestra cabal del significado de la proeza del serbio.

Un dato elocuente: hacía un año y medio que Federer no perdía una final en un certamen sobre canchas rápidas, desde la inesperada caída en aquel momento en Dubai 2006, ante Nadal. El helvético, que venía de lograr su 11º Mayor justo en su segunda casa, Wimbledon, donde igualó el récord del sueco Björn Borg de cinco coronas seguidas en La Catedral, suele ser implacable con sus rivales, como ahora lo fue Djokovic.

CON CHAPA DE GRANDE
Por todo esto, este serbio flaquito y divertido dio un impacto de esos que hacen historia. En el primer capítulo de la definición, Federer dejó escapar seis set-points con su saque, estando 6-5 y tras haber estado 40-0. En el tie-break, Djokovic arriesgó y no esperó el error rival y eso sorprendió al rey. Aún después de un 6-2 casi impecable del suizo en el segundo, el serbio picó en punta, quedó igualado y otra vez fue letal en la última y decisiva muerte súbita.

Muchas veces dijimos -y no nos cansaremos de repetir- que el oportunismo vale oro, sobre todo en la alta competencia y entre los mejores de todos. El serbio agradeció el regalo del primer set y no dudó para pegar primero y mejor, como los boxeadores. Se recuperó y tuvo la mente fría y la convicción de unos poquitos para superar esa imagen casi imbatible que tiene Federer, aún más en superficies rápidas. Por eso el mérito es doble.

Es cierto que el saque muchas veces le aporta tranquilidad al serbio, pero indudablemente es su derecha el golpe más determinante. La utiliza impecablemente para agredir en forma cruzada y también invertida. Además, de ese lado se defiende muy bien, sin retroceder. Y si bien su revés de dos manos es peligroso cuando lo tira paralelo, carece del mix de punch, defensa y regularidad de su drive.

Así es Djokovic, un grande con cara de chico, un potencial rey, que ahora amenaza a la dupla Federer-Nadal. El serbio, que ya había estado 3º en el ránking, subirá un puesto gracias a este título y recuperará el Nº 3. Dejó en claro que es cosa seria y demostró también que el suizo es humano. Con una actitud envidiable y una mentalidad muy positiva, avisó que no quiere conformarse con semejante golpe. Aspira y sueña con más. A estar alerta.