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El Parque de los Príncipes fue el teatro

-Se lo nota eufórico.
-No, eufórico no, más bien estoy asustado.
-Bueno, ya pasó, no exagere. Coma algo.
-No puedo, tengo el estómago cerrado.
-Este Mundial lo va a terminar enfermando.
-Ya estoy enfermo.
-Yo, en cambio, estoy tranquilo.
-Beato lei.
-¿Qué dijo?
-Dichoso de usted, eso digo. Hay que tener vinagre en las venas para estar tranquilo después de ver el partido contra Irlanda.
-Bueno, no fue tan mal la cosa.
-¿Mal? ¡Pero si no podía ser mejor! El asunto, amigo mío, es que, dado que lo prometido se cumplió, lo que sigue ahora es martirio.
-¿Por qué?
-Estimado: si yo le prometo que voy a estar en su casa a las 10 y llego a las 10 menos cuarto, estoy metido en un problema. Tengo que hacer tiempo, o bien llegar temprano y encontrarme conque usted todavía está en la ducha, o pensando en qué ropa ponerse.
-No entiendo la analogía con Los Pumas, disculpe.
-Es muy simple: están en problemas. Porque una cosa es llegar a los cuartos de final teniendo que desafiar a los All Blacks, y otra muy distinta es llegar teniendo que vérselas con Escocia.
-Sigo sin entender.
-Es posible, ¿se da cuenta?
-No.
-El sueño se expande. Lo que parecía posible, de pronto "es" posible. Eso es un problema.
-Usted confunde los problemas con los logros.
-No, no los confundo: son eso, problemas.
-...
-Veamos: lo que debía ser hecho, fue hecho. Los Pumas querían llegar a los cuartos de final y lo consiguieron, con toda la gloria. Jugaron como aplanadoras.
-Estamos de acuerdo.
-Pero ahora se enfrentan a otro abismo, más inagotable aún: pueden ser campeones.
-¿Le parece?
-Llegados a este punto todo es posible, cualquier cosa, cualquier calamidad. Escocia no me parece una muralla infranqueable. No más que Irlanda, por lo menos.
-¿Y entonces qué les espera a Los Pumas?

-No lo sé, mi amigo, no tengo la bola de cristal, pero lo que a partir de ahora veo con claridad es que Agustín Pichot no estaba loco.
-¿Pichot? ¿Qué tiene que ver Pichot?
-¿No leyó ese artículo firmado por Simon Kuper que publicó en agosto el Financial Times?
-No.
-Simon Kuper es un periodista deportivo virtuoso a quien el FT le encomendó que asistiera al partido inaugural Argentina-Francia. Sentado al sol en la vereda de un restaurant italiano en París, habló con Pichot, antes de aquél partido. Pichot, en su elegante inglés, le dijo algo que Simon Kuper se tomó en serio, esto es, que su objetivo no era llegar a unos respetables cuartos de final, que para él no tenía sentido fijarse un objetivo consuelo como clasificarse en una zona y nada más, que él nunca pensó así. Pichot le dijo que semejante cosa podía tener sentido desde un punto de vista mediático o comercial, pero que para él la cosa no tenía demasiado sentido. Kuper le pidió entonces que hable claro, qué dijera cuál era su objetivo de una vez, y Pichot, con toda sinceridad, sin temor a hacer el ridículo o a ser considerado un loco, se lo dijo: "Me gustaría ser campeón mundial".
-¿Y el tal Kuper qué dijo a eso?
-No lo sé, porque ahí terminaba el artículo, cediéndole la palabra al capitán de Los Pumas. Pero ese simple hecho, de algún modo, si bien no pone en evidencia qué pensaba en ese momento, sí pone en evidencia otra cosa, y es que, dado que allí terminaba el artículo, Kuper debe de haberse quedado mudo. A lo mejor se atragantó con lo que estaba bebiendo, no lo sé. A lo mejor llamó al mozo y pagó la cuenta, tampoco lo sé. Pero como es un hombre extremadamente honesto, y como era necesario retribuirle a Pichot con iguales dosis de honestidad, puso un punto final a su artículo y lo mandó por mail para que apareciera al día siguiente.
-Comportamiento muy inglés, hay que decirlo.
-Y sin embargo nació en Uganda, y sus padres son sudafricanos.
-Veo que lo conoce bien. ¿Qué edad tiene?
-Debe de tener la misma que usted, andará por los 38, 39 años.
-¿Y qué quiere decirme con todo esto?
-Quiero decirle que Kuper debe de haber visto algo que nosotros no podemos ver en un artículo, y que es necesario ser poeta para describir, y que por eso Simon Kuper evitó describir ese día, porque es un periodista consciente de sus limitaciones. Me refiero a la mirada de Pichot. Algo vio en ella que le hizo creer en sus palabras.
-¿Y a qué viene todo esto ahora? ¿Por qué me cuenta eso?
-Porque hasta ahora, en los tres partidos que vimos, en el partido contra Francia en menos medida, pero también en el de Georgia y Namibia, lo que vimos fue la partitura de Los Pumas.
-¿La partitura?
-Claro, la partitura entendida como la promesa de una música que está por hacerse. ¿Qué es una partitura? Un texto. En ella están representadas las diferentes voces que componen la música en base de notas que tienen diferentes tonos y valores. Pero la partitura en sí no suena, no es música. Nadie, cuando tiene ganas de escuchar música, se sienta en su sillón predilecto con una partitura en la mano, en completo silencio. ¿Me entiende?
-Disculpe, pero no.
-Lo que vimos hasta hoy no era lo que Los Pumas eran capaces de hacer, sino simplemente lo que hacían.
-¿Y hoy, contra Irlanda, qué vimos?
- Lo que habíamos visto hasta hoy era algo así como una representación de la música que Los Pumas eran capaces de ejecutar, y que ejecutaron precisamente hoy. El Parque de los Príncipes fue el teatro, no el estadio. Esos muchachos son capaces de cualquier cosa.
-Da miedo.
-Se lo dije.

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