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Bienvenido maestro

MEXICO.- No puedo ni siquiera imaginarme la tristeza que le ha envuelto tras el rompimiento con una empresa por la que dio su vida, su alma y su corazón.

No parece ser, sin embargo, el momento de saber quién tuvo la culpa, quién le dio la espalda o quién lo traicionó. La conciencia sucia quedará en aquellos que hoy sonríen y festejan y para los cuales el destino y el todopoderoso, seguramente, tendrá algo reservado.

Lo único que puedo y debo decirle a José Ramón es que ha dado el paso correcto. Ha llegado a una gran empresa, exigente, profesional, seria y que ante nada cree en la capacidad y el talento del ser humano como un ser humano.

Aquí, José Ramón, serás valorado como lo que eres, ante todo, un gran ser humano y después, como un líder de opinión, como el mejor periodista deportivo en la historia de este país, como un hombre de experiencia, de capacidad, de talento y de liderazgo.

He cumplido tan sólo seis meses aquí, pero ya sé de qué se trata.

Encontrarás un grupo de trabajo maravilloso, unido por la fantasía, la competencia y la magia misma del deporte. Encontrarás un grupo con talento propio, con ganas de salir a la pantalla todos los días y de expresar de manera libre y abierta todos sus conocimientos y puntos de vista.

Encontrarás no uno, sino varios canales que durante 24 horas al día los 365 días del año viven de la misma pasión con la que tú vives. Encontrarás la plataforma y los cimientos de una empresa grande, poderosa y que sin equivocación alguna se jacta de ser el Líder Mundial en los Deportes. Encontrarás gente buena, trabajadora, que entra de día y sale de madrugada, que parece dispuesta a darlo todo, incluso el físico, para sentirse orgullosa de su deber cumplido.

Encontrarás ejecutivos y directores sin compromisos, sin intereses propios y con la única misión de proveerte de las mejores armas para realizar tu trabajo. Encontrarás a personas como tú, que sueñan, se ilusionan y viven de las hazañas del deporte. Encontrarás americanistas a los cuales hay que abrirles los ojos y antiamericanistas que como tú gozan con la caída del odiado rival. Encontrarás una casa al fin, una casa que sentías tener pero que te quitaron por la fuerza de la envidia, la ambición desmedida y los gestos poco éticos de personas a las que tú les diste una forma de vida.

En lo personal, a mí, el destino me puso otra vez de cara al sol. Me dio una segunda oportunidad con la cual no contaba. Me envolvió en sus caprichosos deseos de soñar y me puso ahí, frente a él, como si fuera aquella fría noche de sábado de mediados de enero de 1989.

-Mire José Ramón, dijo Francisco Javier González poniendo la mano sobre mi hombro. "Este es el chico del que te platiqué. Trabaja en Excelsior, pero quiere venir a trabajar con nosotros".

Alcancé a limpiarme la mano que para ese entonces sudaba de forma incontrolable. Mi corazón latía con desesperación y angustia, pero le miré de frente, tratando de concentrarme en la calidez -si lo había- de aquellos ojos azules. Don Fernando Marcos, que esa noche le acompañaba en la transmisión de un partido del fútbol mexicano, fue quién rompió el hielo.

-Yo lo he leído a usted en Excelsior, dijo, antes de agregar: "Dice usted muchas mentiras, jovencito".

No hubo risas, ni siquiera una mueca, sólo un apretón de manos y pocas palabras.

-Muy bien... ¿Cómo dices que te llamas?

-Faitelson, señor...David Faitelson.

Viendo hacia Francisco, ya no hacia a mí.

-Bueno, bienvenido. Póngase a trabajar.

Era el 15 de enero de 1989 en el estudio 7 del Instituto Mexicana de la Televisión (Imevision) y sin yo imaginarlo, mi vida daba un vuelco de 180 grados y me daba la oportunidad de trabajar junto al más grande periodista deportivo en la historia de la televisión mexicana.

Vendrían días buenos, malos, regulares, pero todos ellos días de aprendizaje, de experiencia y de un indudable valor en mi desarrollo como periodista. Juegos Olímpicos, Mundiales de fútbol, coberturas de color, grandes polémicas y escándalos. Pude probarlo todo bajo las órdenes y bajo el seguimiento de José Ramón.

Mucha gente me ha preguntado qué fue lo más difícil del trabajo junto a José Ramón. Todos parecían demasiado ocupados en aquel semblante duro, a veces hostil e irritable que le acompañaban en cada transmisión, sentado en la mesa de Los Protagonistas o en cada domingo por la tarde en Deportv. Se equivocan, se equivocan casi por completo. No entienden o no alcanzan a comprender que era su forma de instruir a los jóvenes y que era la manera en que él probaba a su gente.

Algunos de mis compañeros -quizás lo menos inteligentes- cayeron en esa trampa y en lugar de acumular conocimiento y experiencia, llenaron su corazón de rencores y diferencias. Yo, no. Por el contrario, aproveché cada instante de la relación. Cambié los "rasguños" por "caricias". Cambie los "gritos" por "instrucciones precisas". Cambien los "reproches" por "consejos". Me acerque a él. Aprendí los secretos de un buen periodista y entendí que había sido uno de los "elegidos" y que si la vida no me había brindado la oportunidad de prepararme en la universidad, esta vez me había concedido "clases particulares" con el mejor de todos.

El día en que la historia se derrumbo, sí, aquella noche llena de miradas rencorosas, de hipocresía y de lágrimas falsas en el estudio, también comenzó uno de los episodios más difíciles de mi vida personal. Estoy luchando para recuperarme y el único remedio que encuentro son las palabras y el consuelo de mi esposa y amiga. Las manos me tiemblan, las noches las paso en vela y siempre tengo frío. Los doctores no encuentran una explicación totalmente científica para lo que me sucede, pero yo sé bien que hay un gran vacío en mi corazón y que son los primeros pasos después de muchos años bajo la tutela de un mismo hombre.

Ahora sé bien que no hay nada insuperable en la vida y que debo caminar por mi mismo, eso sí, acompañado siempre por el conocimiento, la experiencia, la honestidad y los valores que me dio José Ramón. Alguien me dijo algún día que debía "cortar" el cordón umbilical. Yo le respondo ahora que lo he cortado, pero eso no significa que deba vengarme, traicionarlo o darle la espalda a quién me enseñó y me dio de comer. Qué...acaso cuando un recién nacido "corta" el cordón umbilical termina "matando" a su propia madre. No es así. Mi padre me enseño que en la vida había que ser agradecido y que nunca podías darle la espalda a la persona o personas que en su momento te ayudaron.

Mi familia y yo estamos eternamente agradecidos contigo, José Ramón. Tu enseñanza es invaluable. Me enseñaste a ser periodista y me enseñaste a ser un hombre. Tengo todo lo que necesito y ahora tengo una nueva oportunidad, casi caída del cielo, para volver a ser parte de tu enseñanza y experiencia.

Bienvenido, maestro.