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Una sociedad transgresora

BUENOS AIRES -- Me van a tener que disculpar. Esta semana es imposible hablar del juego. Hubo partidos, es cierto. Pero sin lugar a dudas, el fútbol quedó en segundo plano.

El asesinato del hincha de Vélez volvió a poner sobre la mesa el tema de la violencia. Sin embargo, hablar de la violencia no es tan justo, porque no sé si somos tan violentos. Lo que sí sé es que somos transgresores, que es más grave para una sociedad.

Automáticamente ante cualquier ley, imposición, pedido, prohibición, etcétera, buscamos el modo de transgredir la nueva situacion que se nos quiere imponer de una manera u otra.

Si verdaderamente fueramos violentos no trataríamos el tema solamente el día de lo ocurrido, como ocurre en nuestro caso. Pareciera que la muerte absurda de un joven es una noticia pasajera.

Cuando sucede lo incorrecto, la bronca, el fastidio o la ingratitud nos dura media hora y nada más. Pero hay que tomar medidas draconianas para poder disminuir en un alto porcentaje la violencia gratuita de nuestra sociedad.

Por estos días, muchos se llenan la boca hablando o escribiendo con respecto al público inglés, pero para hacerlo hay que tomar las medidas que ellos tomaron dentro y fuera del territorio cuando juegan copas europeas.

En Inglaterra, a los que hacen problemas en el extranjero les sacan el pasaporte y los suspenden por un tiempo o indefinidamente para salir del país.

Recuerdo que una vez, antes de un partido en Londres, un hincha quiso agredir a un policía de la montada, pegándole al caballo. Al final fue detenido y acusado de haber puesto en peligro la vida de la autoridad si se caía del caballo.

Pasó 4 años en prisión, así de simple.

Me viene a la memoria otra historia que ocurrió hace 50 años. Sí, usted leyó bien. Fue el 19 de octubre de 1958. No creía que habían sido tantos los años que pasaron, pero fui a los archivos y no mienten.

En un partido que jugaba en su cancha, Vélez Sársfield le ganaba 1 a 0 a River Plate, a los 41 minutos del segundo tiempo. River apretaba para empatar y Marrapodi, el arquero de Vélez, empezó a hacer tiempo en un saque de seis metros. De repente, le arrojaron un proyectil que lo golpeó en la mano derecha.

El objeto resultó ser un cortaplumas. Lógicamente el arquero se quedó en el piso para ser atendido, mientras la hinchada de River, que estaba a su espalda, empezó a mover el alambrado ubicado detrás del arco.

Y pasó lo peor: la Policía se ubicó con las modernas pistolas lanzagases recién llegadas y disparó al aire con tanta mala fortuna, que uno de los proyectiles impactó en la cabeza de Alberto Mario Linker, quien falleció con la radio portátil a su lado. Tenía solamente 18 años.

Como siempre, las sanciones son anecdóticos informes que llegan para decir que las autoridades del fútbol o de la Justicia están tratando el tema.

Conclusión: a River le descontaron dos puntos y le suspendieron el Monumental. Vélez ganó el partido y Marrapodi, el arquero agredido y lesionado, fue "castigado" hasta la finalización del campeonato.

Desgraciadamente, pasaron 50 años y nadie determinó judicialmente quién disparó el proyectil de metal, que tenía forma de torpedo y se llevó a un hincha, de 18 años, que solamente deseaba ver un partido de fútbol.

Cuando Vélez volvió a jugar de local, un hincha de River, al cual llamaban Sandrini, llevó una corona al lugar donde había fallecido Linker.

Viví esa historia con 9 años. Ese día trágico para el fútbol argentino, estaba en la cancha creyendo que tal vez fue una casualidad del destino. Pero hoy, 50 años más tarde, me doy cuenta que no, que en un país como el nuestro, en el que todavía no llegamos a ser adultos,
sucedieron, suceden y sucederán casos como el que acabo de contarles u otros parecidos.

Estas líneas son especialmente dedicadas a Emanuel Álvarez, que hace 48 horas fue víctima de la ferocidad incomprensible de una especie nada humana, civil o profesional. Víctima como fue Alberto Mario Linker, hace medio siglo.

Para Emanuel seguro era un día de fiesta, de cantos, con la ilusión de ver ganar a su Vélez. No encuentro calificativo para describir al asesino que lo mató, dejando a sus padres sin consuelo y sin respuesta al "¿por qué él?".

Aquí no valen las recompensas, como en la época de los cowboys. Solamente interesa que haya sanciones como corresponden y a quien, o a quienes correspondan, para que Emanuel vea desde el cielo que su muerte sirvió para algo.

Pero atención, aquí el problema es de nuestra sociedad. No tenemos que pensar que uno va a la cancha y no sabe si vuelve. Al contrario, a la cancha voy si quiero y si no quiero no voy; en cambio, todos los días uno tiene que salir de su casa sin saber si vuelve. Esto último es mucho más grave, ¿no?

***

Al dolor por la muerte de Emanuel, esta semana se sumó otro duro golpe.

No sé cómo comenzar estas líneas, pero solamente quería decirte cuánto te admiraba.
Dicen que los comicos son tristes fuera del rol, en cambio vos no; te la pasabas riéndote, devorando la vida junto a tu familia, amigos y tu bendito afan de trabajar.

Los que tuvimos la suerte de conocerte sabemos que fuiste un muy buen tipo. Pero lo más importante es que siendo hincha de Vélez Sársfield, nadie te pudo comprar. Siempre fuiste independiente. Por eso fuiste tan grande y respetado.

Chau "Ruso" Jorge Guinzburg. Con toda mi admiración y respeto.

Hoy el F.......... no va.